El abrazo del oso
Era el ayudante del maestro Tejada. Cuando el propio maestro, que no era otro que Juanito Corbal¨¢n, o en su defecto, su lugarteniente, Fernando, hac¨ªan su ficticia aparici¨®n en una partida de mus, sus adversarios tembl¨¢bamos. Era la se?al convenida para que toda la caballer¨ªa, una legi¨®n de pitos, o una escu¨¢lida pero definitiva 31 planease sobre la mesa sembrando la desesperaci¨®n de unos y las risas del maestro y su aventajado ayudante. Con un poco de suerte, la derrota ven¨ªa acompa?ada de un abrazo o un cachete cari?oso cargado de paternalismo, pero que te pod¨ªa tirar de la silla. Y es que nadie pod¨ªa con la sinfon¨ªa del maestro Tejada.El brazo armado de Tejada fue s¨®lo uno de los muchos disfraces que gustaba utilizar Fernando. Ten¨ªa m¨¢s. Desde el despiadado luchador en un mundo agresivo e interesado, hasta el de resignado incomprendido, pasando por el de solitario hombre de campo. Desde el insolente triunfador hasta el de luchador incansable, sin olvidar el de atormentado por la superficialidad humana o el peso de la p¨²rpura. A m¨ª hab¨ªa uno que me gustaba sobremanera, que era el de oso amoroso. No lo prodigaba mucho en p¨²blico, sino m¨¢s bien en privado y siempre sorpresivamente. Pon¨ªa cara de no haber roto nunca un plato, ojos de corderito y muchas veces sin decir nada, te daba un abrazo, del cual, si lograbas sobrevivir, te llegaba una corriente afectiva que te desarmaba por completo. Nadie que no haya recibido el abrazo del oso puede llegar a conocer y comprender qu¨ªen, c¨®mo y por qu¨¦ Fernando era Fernando.
Maldecir en silencio
Cuando la muerte llama a alguna puerta a los vecinos no nos queda otro remedio que maldecir en silencio y guardar en nuestras mentes, como oro en pa?o, los recuerdos. Recuerdos muchos de ellos archivados y que afloran en toda su crudeza cuando existe la impotente certeza de que no podr¨¢n ser nunca m¨¢s representados. Pero incluso nuestra insignificancia nos permite algunas concesiones, como la de poder perpetuar en nuestro cerebro los restos de nuestras vivencias.
No habr¨¢ m¨¢s vivencias con el ayudante del maestro Tejada, pero las grabaciones de sus actuaciones es algo que s¨®lo nuestras propias muertes nos las podr¨¢n arrebatar. Y entonces, si es verdad lo de la existencia de la otra vida, que vayan preparando tapete, cartas, piedras y orquesta, pues puede que la sinfon¨ªa del maestro Tejada vuelva a sonar. Y despu¨¦s del concierto, como siempre, el abrazo del oso.
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