Viejos cinemat¨®grafos madrile?os
Muchas salas han sido convertidas en tiendas, discotecas e incluso videoclubes
Durante los a?os veinte, los primeros treinta y la posguerra se construyen en Madrid un buen n¨²mero de grandes locales para espect¨¢culos. En la ¨¦poca dorada del cine se dedican con gran ¨¦xito a la exhibici¨®n de pel¨ªculas, pero desde hace a?os estos viejos cinemat¨®grafos han comenzado a cerrar y han sido demolidos o convertidos en grandes tiendas, ruidosas discotecas o incluso videoclubes.
Mientras en otros pa¨ªses han soportado mejor el paso del tiempo subdividi¨¦ndose en otros m¨¢s peque?os para amoldarse a las nuevas exigencias de la exhibici¨®n, en Madrid la casi totalidad de los que perduran permanecen como en el momento de la inauguraci¨®n y hace tiempo que se han convertido en grandes reliquias del pasado.Uno de los m¨¢s antiguos es el Proyecciones, en la medida en que est¨¢ construido por Eduardo Gimeno, padre e hijo, sobre un t¨ªpico y primitivo barrac¨®n denominado Palacio de Proyecciones y levantado a principios de siglo en el n¨²mero 136 de la calle de Fuencarral. El ¨¦xito del negocio les permite convertirlo a comienzos de los treinta en un cinemat¨®grafo que, al estar dotado de un amplio escenario, alterna cine y teatro durante sus primeros a?os. Ya en otras manos es reconstruido a comienzos de los sesenta para dar cabida a las instalaciones del Cinerama, un ef¨ªmero sistema de proyecci¨®n con tres c¨¢maras sobre una gran pantalla curva que produce cierta sensaci¨®n de relieve. Se convierte en un local algo m¨¢s c¨®modo y mejor equipado, pero ni siquiera unas recientes reformas que le convierten en el primero de la capital donde se puede pagar con tarjeta de cr¨¦dito le han hecho perder el tono destartalado del primitivo.
En la misma calle de Fuencarral, casi enfrente del anterior, se inaugura en 1924 el Fuencarral con funciones de variet¨¦s. Inc¨®modo, feo y no muy grande, pasa a dedicarse al cine con una pantalla peque?a, buena visibilidad desde el patio de butacas y bastante mala desde el piso superior. Espor¨¢dicamente vuelve al teatro l¨ªrico, folcl¨®rico o dram¨¢tico. Tambi¨¦n en los veinte se levanta en la calle de Fuencarral, casi en la castiza glorieta de Bilbao, el teatro Bilbao, con un claro predominio de las l¨ªneas verticales en su construcci¨®n. Cuando se convierte en cine, su trazado dificulta la visi¨®n desde las primeras filas del patio de butacas e inhabilita sus tres pisos de palcos laterales, ocupados durante la dura posguerra por profesionales del amor de poca monta.
Modernista
En el mismo lugar de la calle de Santa Isabel donde a principios de siglo se instala una de las primitivas barracas cinematogr¨¢ficas se levanta en 1923 el Dor¨¦, reconstruido en 1932 por Cr¨ªspulo Moro con caracter¨ªsticas modernistas,, uno de los locales madrile?os m¨¢s antiguos dedicados a la exhibici¨®n de pel¨ªculas. Cerrado durante muchos a?os y amenazado de derribo, tras largas negociaciones llevadas por Luis Garc¨ªa Berlanga es adquirido por el Ministerio de Cultura como sala de proyecciones de la Filmoteca Espa?ola. Recientemente inaugurado, tras unas minuciosas obras de reconstrucci¨®n y acondicionamiento realizadas por el arquitecto Javier Feduchi, con sus dos salas cubiertas, otra al aire libre para verano, su librer¨ªa y su bar, se ha convertido en una instalaci¨®n mod¨¦lica en su g¨¦nero.Uno de los locales para espect¨¢culos que sufre m¨¢s variaciones a lo largo de su historia es el situado en la calle de Cedaceros, en la esquina con la de Los Madrazo. A principios de siglo se levanta el teatro Rey Alfonso, que no tiene fila 13, sino 12 bis, para tranquilidad de supersticiosos. A pesar de la proximidad de la Puerta del Sol no funciona bien como teatro y se convierte en el cine Panorama, tras ser una temporada front¨®n con se?oritas raquetistas bajo la denominaci¨®n Sal¨®n Madrid. Despu¨¦s de ser cine de actualidades y transcurrir la larga posguerra convertido en un local de barrio con exhibici¨®n de programas dobles en sesi¨®n continua, a comienzos de los sesenta vuelve a reformarse, se convierte en el teatro Arniches, y durante unas temporadas se dedica al drama. Con la llegada de la democracia vuelve al cine y se especializa en la exhibici¨®n de pel¨ªculas er¨®ticas, las denominadas "S". Un incidente provocado por un sacerdote integrista escandalizado por una de las cintas anunciadas y la cada vez m¨¢s mortecina vida del cine "S" le hacen dar un nuevo giro. Pasa a denominarse Cedaceros, y se especializa en cine infantil, pero recientemente, y con el nombre de Bogart, se convierte en una de las cada vez m¨¢s abundantes salas dedicadas a la exhibici¨®n de pel¨ªculas en versi¨®n original subtituladas.
El arquitecto Teodoro Anasagasti construye el Real Cinema en la plaza de Isabel II y se inaugura en 1920 con asistencia de Alfonso XIII. Es uno de los m¨¢s grandes de la ¨¦poca con sus 1.000 butacas, sus 54 palcos y sus 700 sillones de anfiteatro. Adem¨¢s tiene un amplio bar en el primer piso y una terraza para proyecciones al aire libre.
Durante una ¨¦poca los antepalcos fueron muy famosos, pues mientras la carabina ve¨ªa la pel¨ªcula en el palco, la ni?a bien y su novio se daban al amor en ellos. Durante la II Rep¨²blica cambia su nombre por' el de Cine de la ¨®pera, y en ¨¦l se organizan las sesiones del cineclub Proa Film¨®fono, dirigido por Juan Piqueras desde Par¨ªs. A finales de los cincuenta se reforma por completo, la pantalla y la cabina de proyecci¨®n invierten sus posiciones, y tanto el interior como el exterior pierden su car¨¢cter suntuoso. A partir de entonces, y durante unos a?os, alberga el sistema Cinerama para despu¨¦s dedicarse, con irregular ¨¦xito, a las grandes producciones norteamericanas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.