Demasiado para Estrasburgo
El presidente Fran?ois Mitterrand hizo hincapi¨¦, en su alocuci¨®n de apertura de la cumbre, en la importancia de haber elegido una ciudad con un papel tan destacado en Europa como Estrasburgo para celebrar un Consejo Europeo, pero la capital de Alsacia no estuvo a la altura del reto al que tuvo que hacer frente.
El Estado franc¨¦s, el Ayuntamiento y las autoridades regionales alsacianas se volcaron por demostrar que la ciudad se merece compartir con Bruselas su nombre de capital de Europa por acoger a algunas instituciones europeas como el Consejo de Europa o las sesiones del Parlamento Europeo. En la Prensa local y en las vallas de las calles se pod¨ªa leer un anuncio, Estrasburgo habla europeo, mientras la radio daba la bienvenida en los nueve idiomas oficiales de la CE.
Un espect¨¢culo de luz y sonido animaba ininterrumpidamente desde las cinco de la tarde el centro de la urbe, mientras las tiendas permanec¨ªan excepcionalmente abiertas hasta las nueve de la noche, y los miembros de las delegaciones y de la Prensa recib¨ªan bonos de descuento para los principales comercios y restaurantes. En el centro de prensa, la compa?¨ªa telef¨®nica, France Telecom, hizo un asombroso alarde de tecnolog¨ªa francesa en materia de telecomunicaciones. En total, la celebraci¨®n en Estrasburgo de la cumbre va a costar al contribuyente franc¨¦s, seg¨²n los diarios locales, cerca de 1.000 millones de pesetas.
Apag¨®n incluido
A pesar de este esfuerzo tuvo lugar un llamativo apag¨®n en el Palacio de los Congresos y de la M¨²sica, y sobre todo se reprodujeron los mismos problemas de siempre, agravados incluso ipor la huelga de los autobuses municipales. En Estrasburgo es, por ejemplo, harto dif¨ªcil encontrar un taxi, aunque se pida por tel¨¦fono, y ayer lo era todav¨ªa m¨¢s a causa de la huelga, hasta el punto de que la alcaldesa, Catherine Trautman, arremeti¨® duramente contra los empleados de la compa?¨ªa de transporte.
Ha resultado adem¨¢s imposible alojar decentemente a las 4.000 personas, la mitad de ellas periodistas, que desplaza un Consejo Europeo, y, por ejerriplo, el primer ministro belga, Wilfried Martens, pernocta en el modesto hotel Terminus de la plaza de la Estaci¨®n.
Felipe Gonz¨¢lez y su s¨¦quito de 16 personas, a las que hay que a?adir los miembros de su escolta, han tenido m¨¢s suerte, porque la presidencia francesa de la CE les ha alojado en el lujoso hotel Hilton, al lado del palacio. Aun as¨ª acudi¨® en coche al lugar de la reuni¨®n, quiz¨¢ para no pasar el fr¨ªo que padeci¨® su hom¨®logo holand¨¦s, Ruud Lubbers, el ¨²nico que se desplaz¨® a pie hasta el palacio.
El Consejo Europeo empez¨® con alg¨²n retraso, pero no por culpa de Margaret Thatcher, que fue la primera en llegar, antes incluso que el anfitri¨®n, Fran?ois Mitterrand. La dama de hierro vest¨ªa un traje burdeos, un color t¨ªpicamente franc¨¦s, que alg¨²n atrevido interpret¨® como una concesi¨®n a las tesis de la presidencia comunitaria.
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