Un pa¨ªs roto
LA SITUACI?N de Yugoslavia es cada d¨ªa m¨¢s ca¨®tica, y no se observa la reacci¨®n pol¨ªtica necesaria para .superar diferencias y frenar el desastre. El Gobierno federal de Ante Matkovic intenta realizar una reforma econ¨®mica, pero carece de poder: cada una de las siete rep¨²blicas que componen la Federaci¨®n marcha por su cuenta. En teor¨ªa, la Liga de Comunistas deber¨ªa ser la fuerza de cohesi¨®n en el conjunto del pa¨ªs, pero ella misma est¨¢ paralizada por los enfrentamientos entre las nacionalidades. En las ¨²ltimas semanas han estallado dos nuevos focos de tensi¨®n que acrecientan las amenazas de disgregaci¨®n.Primero, en Kosovo, por el proceso del antiguo dirigente de la organizaci¨®n comunista de esa provincia, Azem Vlasi, acusado de "actividades contrarrevolucionarias", inculpaci¨®n cl¨¢sica para perseguir a los disidentes. Pero, en este caso, Vlasi, comunista desde la infancia, fue enviado a Kosovo para evitar que brotase un nacionalismo anticomunista. Su culpa es haber intentado dar un cauce inteligente a las reivindicaciones de la poblaci¨®n albanesa, que constituye el 90% de la de Kosovo y que, con raz¨®n, aspira a ver reconocidos en el Estado yugoslavo sus derechos nacionales. Esta pol¨ªtica choc¨® con el rebrote de chovinismo serbio impulsado por Slobodan Milosevic, el cual hizo bandera del sometimiento de Kosovo a Serbia para agitar el populismo demag¨®gico. El auge del nacionalismo, gracias al cual Milosevic acaba de ser elegido presidente de Serbia, es hoy el principal obst¨¢culo de una reforma que trate de evitar el caos.
Mientras en Eslovenia -y en otras rep¨²blicasse han dado pasos hacia el pluralismo pol¨ªtico, la elecci¨®n de Milosevic, sin debate, sin oponentes cr¨ªticos, se bas¨® en una mezcla de populismo y ortodoxia comunista. Ahora, con la condena de Viaso, Milosevic querr¨ªa afianzar la dominaci¨®n serbia sobre Kosovo. Pero tal actitud no puede por menos que despertar recelos en otras rep¨²blicas de la Federaci¨®n, especialmente en la m¨¢s avanzada, Eslovenia.
De ah¨ª nace el segundo punto de tensi¨®n, el conflicto m¨¢s grave que Yugoslavia ha vivido en su historia: impulsados por Milosevic, grupos de serbios y montenegrinos de Kosovo intentaron organizar el 1 de diciembre en Liubliana -capital de Esloveniauna manifestaci¨®n de apoyo a la pol¨ªtica de Serbia. El Gobierno esloveno cerr¨® el paso a esos grupos y prohibi¨® el acto. La respuesta de Serbia ha sido "roinper todas las relaciones" con Eslovenia: operaciones comerciales, rechazo de productos eslovenos, etc¨¦tera. Pol¨ªtika, el ¨®rgano controlado por Milosevic, public¨® una portada que parec¨ªa llamar a la guerra.
Si no hay medidas urgentes para que las rep¨²blicas regulen su convivencia en el marco de la Federaci¨®n, la degradaci¨®n del proceso ser¨¢ inevitable. Ofuscado por su popularidad entre los serbios, Milosevic podr¨ªa enga?arse en cuanto a su fuerza real. Sin duda, Serbia es la rep¨²blica m¨¢s numerosa, pero buscar la hegemon¨ªa a partir de esa fuerza agudiza las corrientes centr¨ªfugas. A muchos eslovenos no les molesta la idea de separarse de Yugoslavia. En cuanto a Europa, en estos momentos en que se desarrolla en el Este una transici¨®n a ritmo vertiginoso no le interesa en absoluto que la crisis yugoslava se agrave y ponga en discusi¨®n su existencia como Estado.
En otras ¨¦pocas, frente al inmovilismo de los pa¨ªses del socialismo real, Yugoslavia hizo gala de audacia al crear otro socialismo basado en la autogesti¨®n. Pero hoy manifiesta una total incapacidad para adaptarse a los nuevos tiempos. En los casos de Polonia, Hungr¨ªa, RDA y Checoslovaquia, la creaci¨®n de Gobiernos reformistas -superando el monopolio comunista- ha sido esencial para recuperar la democracia. Yugoslavia parece incapaz de dar pasos de ese g¨¦nero; se hunde en sus choques inter¨¦tnicos, ofreciendo un ejemplo dram¨¢tico del da?o que causa el nacionalismo exacerbado.
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