Spenser, tensi¨®n moral y acci¨®n
Quien s¨®lo conozca a Spenser, el detective privado tra¨ªdo al mundo por Robert B. Parker, a trav¨¦s de las dos series de televisi¨®n emitidas en Espa?a, podr¨ªa sorprenderse comparando esa versi¨®n del personaje con la que ofrecen las novelas. Spenser, en la televisi¨®n, es un boy scout corpulento, cuyos buenos sentimientos y trato afable s¨®lo en algunas ocasiones dejan paso a una enorme autom¨¢tica plateada y a brutales codazos y golpes bajos. Pero parece b¨¢sicamente un hombre bondadoso y tranquilo, que se rebaja a tratar de elaborar recetas culinarias siguiendo los consejos (excesivamente precipitados) que le suministra su televisor. (Incluso Hawk, y esto es el colmo, llega a parecer un hombre ¨¢spe ro, peeo en el fondo normal).El verdadero Spenser (admitimos que en el origen est¨¢ la palabra, y por tanto, las novelas) es, sin duda, otra cosa. Probabemente ya se puede afirmar con justicia que Robert, B. Parker es el heredero directo de Hammett y Chandler, y no debe ser casual que se le haya dado el raro privilegio de sacar del borrador inacabado de Chandler La historia de Poodle Springs, la ¨²ltima, y postrera narraci¨®n de Marlowe, obteniendo cr¨ªticas razonablemente positivas. Y Parker, desde luego, no es Macdonald.
El Lew Archer de Ross Macdonal parece atractivo a simple vista porque es un perdedor con conciencia. Pero cuando se llevan le¨ªdas 10 novelas se descubre que se trata de un hombre con conciencia de perdedor, lo que no es necesariamente lo mismo. Y el rom¨¢ntico loser cornienza a convertirse en un perfecto pelmazo, en una horrible rnezcla de Chandler y de O'Neill, que desacredita a Chandler al mostrar que su Marlowe tiene en su veta esc¨¦nica todos los elementos necesarios y suficientes para que su caricatura produzca un tipo insoportable. Ojal¨¢ que Parker le haya rescatado en su propia versi¨®n h¨ªbrida y p¨®stuma del personaje.
El Spenser de Parker nace como un obvio homenaje al Marlowe de Chandler (ser¨ªa quiz¨¢ ofensivo para el lector explicar que hubo en la literatura inglesa dos autores que llevaron estos nombres y que, por tanto, el homenaje nace ya desde aqu¨ª). Spenser bebe en sus primeras novelas demasiado bourbon, copula con cierta indiscriminaci¨®n y tiene momentos bajos muy similares a los del viejo Marlowe. Pero Parker le hace evolucionar r¨¢pidamente, y Spenser deja de ser una r¨¦plica actualizada de Marlowe para tomar vida propia. Puede no serun winner, pero cierra el paso al obsesivo sentimiento de derrota que hace insorportable a Archer.
Algunos rasgos de esta evoluci¨®n podr¨ªan interpretarse como una concesi¨®n al clima de EE UU en los ochenta: cuidado del cuerpo, incluyendo jogging y pesas; s¨®lo cerveza para beber, y una cierta monogamia con Susan Silberman, asesora escolar, abandonando un romance espor¨¢dico pero satisfactorio con Brenda Loring. Pero s¨ª recordamos que el ¨²ltimo amor de Marlowe es su esposa, Linda Loring, podemos suponer que en estas concesiones a la moda est¨¢ presente tambi¨¦n el deseo de emancipar a Spenser de la sombra de Marlowe.
Lo m¨¢s importante quiz¨¢ es que con la evoluci¨®n de Spenser aparece en el personaje una tensi¨®n moral que sobredetermina en todo momento su acci¨®n. Es una moral del guerrero, incluyendo la visi¨®n del enfrentamiento violento como purificaci¨®n, que lleva a su novia, Susan Silberman, a pedirle en alguna ocasi¨®n que supere "toda esa basura hemingwayiana", lo que da buena idea de que el autor no es inocente ni ingenuo, sino que sabe que est¨¢ jugando con fuego. Susan es feminista, y Spenser se manifiesta en los hechos, y a veces en las palabras, como una persona de izquierda en el sentido europeo del t¨¦rmino.
Pero al mismo tiempo Spenser cree en una cierta complicidad de los hombres: veterano de Corea, se entiende casi sin palabras con otros veiteranos (de Vietnam o de la II Guerra Mundial), y entre ellos se esta blece pronto esa confianza que en medio de una ¨¢spera fraternidad expresa la amistad entre combatientes. Y hay un sentimiento del honor que lleva a Spenser a sufrir (y beber en exceso) cuando tiene que elegir entre matar y dejar que un inocente sufra: Spenser tiene sus reglas, y son esas reglas las que le unen a otros ex combatientes en torno a una cierta comunidad de valores.
Se pueden discutir esos valores: ?no son los del reaganismo? Se dir¨ªa que, por el contrario, m¨¢s explican que reflejan las razones del ascenso del reaganismo, exactamente como suced¨ªa con el Born in the USA de Springsteen. El neoconservadurismo ascendi¨® en la cresta de una ola que ped¨ªa autoafirmaci¨®n moral, no necesariamente la moral de Reagan o Bush. Ni Springsteen ni Parker son conservadores: Spenser acepta con normalidad la homosexualidad, masculina o femenina; es un hombre solidario con los perdedores, y desprecia el exhibicionismo de la riqueza y cualquier forma de elitismo.
Pero quiz¨¢ por ello aborrece el esnobismo, la ambig¨¹edad moral, la corrupci¨®n. Es un puritano que cree que es dif¨ªcil llegar a ser un hombre bueno, en el sentido que toda una tradici¨®n inici¨¢tica dar¨ªa al guerrero intachable. Basura hemingwayiana, quiz¨¢, aunque no hay en Parker esa f¨¢cil exaltaci¨®n de lo viril que se puede ver en los peores momentos literarios de Hemingway. Se dir¨ªa m¨¢s bien que hay una recuperaci¨®n de la tensi¨®n moral como necesario contrapunto de toda acci¨®n, un sentido de la responsabilidad que puede llevar a Spenser al desgarramiento cuando tiene que elegir entre diferentes valores morales a la hora de actuar. Nada de esto existe en el personaje plano que nos ofrece la televisi¨®n, como en ¨¦l desaparece esa insolencia verbal que es la bandera de su independencia, de su apuesta por valores colectivos desde un profundo y orgulloso individualismo.
Esa insolencia le emparenta con Marlowe, desde luego, pero hay distancias. Spencer es un gastr¨®nomo de cocina americana (nunca se rebajar¨ªa a copiar recetas de la televisi¨®n, sino que sigue sus intuiciones), lo que lleva al lector europeo a enfrentarse a gustos un tanto ex¨®ticos: Spenser tarda bastante en aceptar que el vino tinto puede (debe) tomarse a la temperatura ambiente. Sus preferencias en materia de vestirnenta son agresivamente americanas (con ciertas debilidades italianas), y rechaza con dureza los autom¨®viles importados de Europa. M¨¢s que nada, sin embargo, conviene subrayar que Spenser combina un sentimiento de la modernidad con la vieja apuesta por la ¨¦tica en la acci¨®n, y logra ser divertido o melanc¨®lico sin caer en la tediosa autocoinpasi¨®n de Archer. Es un h¨¦roe cl¨¢sico y a la vez un personaJe de nuestro tiempo: de los que merece la pena conocer para entender un poco lo que nos est¨¢ pasando.
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