Un silencio muy atento

Las mejores informaciones sobre lo que realmente est¨¢ pasando en Ruman¨ªa, si son 200, 1.000 o m¨¢s los muertos habidos en Transilvania, las tiene la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Los esfuerzos del nacionalista Nicolae Ceaucescu por acabar con la red de informadores de Mosc¨² han sido siempre notables, pero nunca del todo eficaces. Coqueteando con independencias y no alineamientos bajo Leonid Breznev y defendi¨¦ndose de la oleada de liberalizaci¨®n bajo Mijail Gorbachov, el presidente rumano siempre ha sufrido de la obsesi¨®n de verse rodeado por esp¨ªas sovi¨¦ticos y manipulado por agentes de Mosc¨².La URSS mantiene su neutralidad ante los acontecimientos en Ruman¨ªa. El ministro de Asuntos Exteriores, Edvard Shevardnadze, manifest¨® ayer que, "de haber v¨ªctimas, expresamos nuestra condolencia". No obstante, el propio Ceaucescu y los servicios de informaci¨®n occidentales, con ¨ªnfimas posibilidades de operar en Ruman¨ªa, saben que la URSS s¨ª tiene sus hombres all¨ª, que hace dos a?os estuvieron en las revueltas de Brasov, no se sabe en qu¨¦ funci¨®n, y que ellos sacaron la mejor informaci¨®n sobre los incidentes y su represi¨®n. Ceaucescu se enfad¨® tanto que no acudi¨® a la cumbre del Pacto de Varsovia que se celebr¨® poco despu¨¦s en Berl¨ªn Este.

La URSS no puede intervenir abiertamente en Ruman¨ªa, aunque le duela. Primero, porque ha reconocido la soberan¨ªa de sus aliados para bien y para mal. Segundo, porque es un deseo secreto que, dicho por un diplom¨¢tico sovi¨¦tico de forma brutal, "los rumanos se fr¨ªan en su propia mierda hasta que se les disipe el nacionalismo antirruso que les aqueja". De revelarse alguna intervenci¨®n sovi¨¦tica, Ceaucescu podr¨ªa intentar presentarse como adalid del honor nacional. Hoy seguramente ya no le servir¨ªan estratagemas de este tipo. Pero Mosc¨² espera, seguro de que Ceaucescu no tiene futuro.

Papel del Ej¨¦rcito

Hoy todas las fronteras de Ruman¨ªa, con Hungr¨ªa y Yugoslavia desde el lunes, con Bulgaria y la URSS desde ayer, est¨¢n cerradas para todo sospechoso de agitar contra el r¨¦gimen, es decir, contra todos los no colaboradores con ¨¦ste. Las informaciones sobre la magnitud de los acontecimientos, tr¨¢gicos con seguridad, son por tanto escasas. Estudiantes llegados a Yugoslavia y a Hungr¨ªa, alg¨²n camionero y comerciante, hablan de decenas de meurtos, algunos, de miles; todos han visto un inmenso despliegue militar. Los carros de combate circulan tambi¨¦n por Bucarest. La ley marcial ha sido impuesta en grandes partes del pa¨ªs.

Parece ya demostrado que el Ej¨¦rcito ha participado en la represi¨®n. En el PCR existe una facci¨®n que prepara la ca¨ªda de Ceaucescu y su dinast¨ªa. Tambi¨¦n en el Ej¨¦rcito. Pero la complicidad del aparato militar en la matanza de Timisoara hace m¨¢s diricil una transici¨®n al gusto sovi¨¦tico y occidental, que ya coincide: acabar con Ceaucescu y evitar que las matanzas tengan una continuaci¨®n, tarde o temprando, en r¨ªos de sangre de colaboradores del r¨¦gimen.