El indeseable bienvenido
"No podernos darle un visado porque no podemos garantizar su seguridad. El pueblo rumano est¨¢ indignado por su informaci¨®n difamatoria contra nuestro presidente". Con estas palabras, un agregado de Prensa llamado Seclaman, conocido por sus v¨ªnculos con la polic¨ªa pol¨ªtica, negaba por primera vez un visado a este corresponsal en la Embajada de Rumania en Viena. Fue en 1984.Desde entonces, los periodistas que pod¨ªan viajar a Bucarest -cada vez eran menos- siempre o¨ªan vituperios sobre la propaganda antirrumana, las supuestas mentiras sistem¨¢ticas y actividades extraperiod¨ªsticas de muchos periodistas vetados por sus informaciones sobre el r¨¦gimen.
El pasado martes, cinco a?os m¨¢s tarde del aviso sobre la ira popular rumana que empezaba a desatarse sobre el periodista por sus intolerables pecados informativos, la totalidad del personal del centro de Prensa dedicado a los corresponsales extranjeros en la agencia Ager Press, recib¨ªa jubiloso a los hasta ahora indeseados. Y eso que 21 personal no ha cambiado.
"Bienvenido a Bucarest; qu¨¦ alegr¨ªa nos da saberle aqu¨ª", dec¨ªan todos al tiempo que abrazaban y besaban en ambas mejillas al visitante. Fuera del monstruoso edificio estalinista donde se alojaba gran parte del aparato de difamaci¨®n real, agitaci¨®n y mentira del decapitado r¨¦gimen de Nicolae Ceaucescu, los carros de combate del Ej¨¦rcito y milicianos de civil armados con fusiles kalashnikov, controlaban exhaustivamente los autom¨®viles que se acercaban y cacheaban a los peatones que pretend¨ªan acercarse a la sede de Ager Press.
J¨®venes estudiantes, con brazaletes con la bandera tricolor rumana hab¨ªan montado un segundo filtro de control apoyados por soldados con ametralladoras y lanzagranadas.
Con el r¨¦gimen de Ceaucescu han ca¨ªdo tambi¨¦n muchas actitudes personales. Nadie puede esperar que las actitudes de todos sus interlocutores sean heroicas, como las de la escritora Doinea Cornea, el diplom¨¢tico Dumitru Mizilou, nuevo vicepresidente del Consejo de Salvaci¨®n Nacional, o el p¨¢rroco Laszlo T?kes. Tampoco es posible buscar en individuos del funcionariado el coraje demostrado por las masas en Timisoara y muchas otras ciudades rumanas que se enfrentaron a una muerte segura por defender la dignidad en la semana tr¨¢gica pero victoriosa.
Muchas lealtades al r¨¦gimen nuevo son m¨¢s que dudosas. La facilidad con que, al nombrar a gente comprometida hasta el tu¨¦tano con el aparato de delaci¨®n y represi¨®n, el observador extranjero se encuentra con la respuesta de que "ahora trabaja para la revoluci¨®n" es m¨¢s que chocante. En las conversaciones con estos funcionarios siempre sale a colaci¨®n el miedo. Claro est¨¢ que el terror fue el fundamento del r¨¦gimen de Ceaucescu.
Sin embargo, algunos excesos de celo son al menos chocantes. No se puede pedir cuentas a quien no pod¨ªa conceder visados o informaci¨®n veraz para no comprometerse. Muchos -en actitud de gran dignidad que les honra- callaban en sus conversaciones con interlocutores extranjeros que criticaban al r¨¦gimen si lograban estar solos un momento. Era una prueba de asentimiento que pod¨ªa costarles cara de estar presente otra persona, casi seguro un agente, o estar en un despacho con toda seguridad provisto de micr¨®fonos.
Ciertos ataques a grandes nombres rumanos, delaciones en espera de ventajas y desinformaciones puntuales sobre actividades de dem¨®cratas o corresponsales extranjeros que llevan muchos a?os denunciando la miseria en que sumi¨® Ceaucescu a Rumania no pueden ahora, ser olvidadas con esta facilidad, dicen los que m¨¢s han arriesgado en su lucha contra el dictador.
Hab¨ªa quien, sin arriesgar la piel, daba datos de inter¨¦s al exterior, en un paseo por el parque de Saint James de Londres o el Museo de Historia del Arte en Viena. Hab¨ªa muchos m¨¢s, sin embargo, que ment¨ªan a¨²n m¨¢s de lo que se esperaba de ellos en Bucarest y denunciaban a compa?eros por no haber hecho lo mismo. El miedo viciaba todas las relaciones.
"Es la primera vez que podemos hablar con usted con sinceridad. Ten¨ªamos que mentir y ten¨ªamos que informar sobre nuestros compa?eros. Nosotros le quer¨ªamos dar la acreditaci¨®n, pero si se la hubi¨¦ramos dado sin tener visado a usted no le habr¨ªa servido y nosotros habr¨ªamos sido sospechosos". Se despiden con abrazos, besos y otro "bienvenido a Bucarest". Las lealtades al conducator y a la revoluci¨®n son volubles.
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