El sentido de "Esperando a Godot'
Seg¨²n un juicio un¨¢nime, Esperando a Godot es la m¨¢s importante creaci¨®n del teatro del absurdo. Cuando Samuel Beckett ha resuelto por s¨ª mismo el problema de si tiene o no tiene sentido para el hombre esperar a Godot, tal vez no sea inoportuno reflexionar seriamente sobre su archifamosa tragicomedia.I. Esperan a Godot VIadimiro y Estrag¨®n. Pero VIadimiro y Estrag¨®n no est¨¢n solos; junto a elllos est¨¢n, al menos ocasionalmente, Pozzo y Lucky.
?Qu¨¦ son Pozzo y Lucky? Desde luego, un se?or y un siervo, los dos personajes que para Hegel representan el modo b¨¢sico de la relaci¨®n interhumana. Se?or es el hombre que prefiere la libertad a la vida; siervo, el que prefiere la vida a la libertad. La superioridad del se?or sobre el siervo ser¨ªa en cierto modo esencial; as¨ª la de Pozzo sobre Lucky. "Por lo que veo -dice aqu¨¦l a VIadimiro y Estrag¨®n-, son ustedes seres humanos. De la misma especie que yo. ?De origen divino!". De la misma especie que Pozzo, no de la misma que Lucky; el siervo no tendr¨ªa derecho a ser plenamente persona. La relaci¨®n se?or-siervo, ?acabar¨¢ resolvi¨¦ndose, en este caso, seg¨²n la optimista esperanza de Hegel y Marx?
VIadimiro y Estrag¨®n, ?qu¨¦ son en realidad, bajo su inmediata apariencia de payasos circenses? Yo los veo como un subproducto grotesco de la pareja Don Quijote-Sancho: la complementaria oposici¨®n entre la conducta seg¨²n la inteligencia y el ideal y la conducta seg¨²n los sentidos y la realidad. Entre Pozzo y Lucky hay una relaci¨®n de utilizaci¨®n y dominio; entre VIadimiro y Estrag¨®n, una relaci¨®n de complemento y educaci¨®n. Un VIadimiro educador y un Estrag¨®n vIadimirizado son los que esperan a Godot. Juntas las dos parejas, la humanidad entera. Estrag¨®n inventa el truco de ir llamando a Pozzo con distintos nombres. IliAbel! ?Abel!", y Pozzo responde: "?Aqu¨ª estoy!". Y luego: "?Ca¨ªn! ?Ca¨ªn!". La misma respuesta: "?Aqu¨ª estoy!". Comenta Estrag¨®n: "La humanidad entera".
El hombre actual
Mas no la humanidad en abstracto, sino la que vive en la segunda mitad del siglo XX. El hombre actual, raz¨®n a quien nada dicen las creencias de anta?o, criatura que sin saber por qu¨¦ se siente arrojada al mundo, es el personaje total del drama que Beckett escenifica. Las alusiones de Estrag¨®n a la Biblia y a Tierra Santa, la descoyuntada descripci¨®n que de los dos ladrones del G¨®lgota hace VIadimiro, el largo parlamento de Lucky sobre el Dios personal, muestran con evidencia la ¨ªndole y la radicalidad. del desvalido desenga?o en que viven. Beckett dice a sus espectadores: "Sois vosotros los que esper¨¢is a Godot".
II. A todo esto, ?qui¨¦n es Godot? VIadimiro y Estrag¨®n esperan, ah¨ª es nada, la felicidad salvadora y plenaria, la resoluci¨®n de todos los reales y posibles problemas de su existencia. Pero quien debe salvarles y hacerles felices es Godot, ese personaje que siempre esperan y que nunca aparece. La felicidad salvadora ha de d¨¢rsela alguien cuyo nombre es una deliberada deformaci¨®n grotesca de God, Dios -Godot: "diosote"-; el buenDios del que en su infancia dublinesa hab¨ªan hablado a Samuel Beckett.
III. Ya sabemos qui¨¦nes son VIadimiro y Estrag¨®n y qu¨¦ esperan. Falta saber c¨®mo VIadimiro y Estrag¨®n esperan a Godot.
Tres notas veo yo en su modo de esperar: la indefinici¨®n temporal, la gratuidad y la inactividad. Esperan sin poner l¨ªmite al plazo de su espera; esperan sin el menor indicio de la razonabilidad de su confianza en la llegada de Godot, s¨®lo porque ¨¦ste, no se sabe c¨®mo, les ha hecho creer que vendr¨¢; esperan, en fin, sin hacer absolutamente nada por conseguir el t¨¦rmino de su esperanza. "?Nuestro papel? El del suplicante", dice VIadimiro.
Hace a?os distingu¨ª en el modo de esperar dos actitudes radicales: la esperanza mosa¨ªca, s¨®lo basada en la confianza en la promesa, y la esperanza hesi¨®dica, fundada sobre la confianza en el trabajo. No se trata de actitudes pret¨¦ritas. Quienes en nuestros d¨ªas ven en el trabajo el recurso supremo de la humanidad para alcanzar la m¨¢xima felicidad posible, esperanza hesi¨®dica confiesan. Y quienes viven confiados en la ben¨¦fica providencia del Welfare-State -la realizaci¨®n hist¨®rica de la promesa de bienestar que anim¨® a los hombres del siglo pasado-, ?no son acaso representantes secularizados de una esperanza mosa¨ªca? No contando, por obvia, la de los miles y miles de hebreos que religiosamente viven, como dir¨ªa San Pablo, in spe contra spem.
A la vez secularizados y ambiciosos -ellos no se contentan con el menguado bienestar del Weffare-State-; de manera puramente mosa¨ªca viven su esperanza VIadimiro y Estrag¨®n. Ni la menor alusi¨®n al trabajo hay en la letra de Esperando a Godot
IV. Godot no llega, y VIadimiro y Estrag¨®n se ven en la necesidad de optar entre la desesperaci¨®n, la renuncia y la espera indefinida. Por ¨¦sta se deciden. Sin moverse, dicen en la escena final: "?Qu¨¦, nos vamos?.-Vamos". Y quedan inm¨®viles.
Conclusi¨®n: la vida humana es la suma de una espera y una esperanza, aqu¨¦lla real (la continua espera a Godot), ¨¦sta absurda (la infundada, desesperanzada confianza en que Godot llegar¨¢). Y como es absurda esa esperanza, absurda es tambi¨¦n la vida del hombre.
Absurdo y mito
?Es as¨ª la realidad de la existencia humana? Vivir humanamente, ?ser¨¢ por necesidad el resultado de optar entre la deiesperanza y el autoenga?o, entre la aceptaci¨®n del absurdo,y la entrega al mito?
Planteadas las cosas como Beckett las plantea, as¨ª es. El salvador Godot que VIadimiro y Estrag¨®n esperan -el Godot de barba blanca y manos llenas de que les habla el muchacho cabrero, el Dios de la tradicional iconografia cristiana-, ¨¦se no llegar¨¢. Ni viene a la Tierra un Dios que concede la felicidad, ni parece cre¨ªble la llegada de la humanidad a un estado final de la historia en el que sean definitivamente remediadas todas nuestras necesidades y flaquezas.
V. Pero la constataci¨®n de ese hecho y esta increencia no impiden, m¨¢s bien exigen la formulaci¨®n de un par de graves preguntas:
1?. ?Y si fuese cre¨ªble y pensable -en definitiva, posible- que un Godot absolutamente inimaginable llegue despu¨¦s de la muerte y despu¨¦s de la historia a quienes rectamente le esperan? En una o en otra forma, en esta posibilidad creen los fieles de todas las religiones positivas.
Uno de los nervios m¨¢s centrales de la din¨¢mica de nuestra existencia consiste en la irreductible contraposici¨®n de estas dos limitaciones: para la mente humana, lo cierto siempre ser¨¢ pen¨²ltimo, y lo ¨²ltimo siempre ser¨¢ incierto. Es cierto, por ejemplo, el car¨¢cter el¨ªptico de la ¨®rbita de los planetas, pero nunca dejar¨¢ de ser incierta -hasta para Santo Tom¨¢s de Aquino lo era- la realidad de un Dios creador, sustentador y salvador. As¨ª considerado, lo ¨²ltimo no es absurdo, sino misterioso. Algo en lo cual nunca pensaron Vladimiro y Estrag¨®n. Y si Beckett lleg¨® a pensarlo, no obr¨® en consecuencia.
2?. ?Y si resultase que, bien mirada la existencia humana, Godot llega de hecho -sin barba blanca, claro- a la vida del hombre, aunque su llegada no sea plenaria y definitiva?
Puede llegar Godot, en efecto, a trav¨¦s del trabajo. Cuando es vocacionalmente cumplido, el trabajo -componer un poema, una sonata o un cuadro, buscar y encontrar la demostraci¨®n de un teorema, realizar con ¨¦xito una acci¨®n social- conduce en ocasiones a una, bien que fugaz, gozosa plenitud de la existencia; ese "regusto, como estelar, de eternidad" que Ortega ve¨ªa en el cabal cumplimiento ocasional de la vocaci¨®n.
Fugaz plenitud; pronto no satisface la obra lograda, aunque ¨¦sta sea el Mois¨¦s de Miguel Angel, la Cr¨ªtica de la raz¨®n pura o la teor¨ªa de la neurona. Mientras dura la vida del hombre es una melod¨ªa sin fin, tanto para los geniales como para los adocenados. Pero cuando es vocacional y satisfactorio el t¨¦rmino de uno de sus proyectos, de alg¨²n modo llega Godot.
Puede asimismo llegar a trav¨¦s de la comuni¨®n interpersonal, cuando ¨¦sta es verdaderamente amorosa y el yo aislado se convierte en un t¨²-y-yo unitario. Algunos poetas -Goethe, Elizabeth Barrett-Browning, Rilke, Antonio Machado- y los analistas de la existencia humana realmente atenidos a la totalidad de ella -Jaspers, Bollnow, Binswanger- han sabido decir con palabra po¨¦tica o con palabra filos¨®fica lo que vivencialmente es esa experiencia. Pero acaso la comedia de Beckett nos ayude a expresar metaf¨®ricamente lo que ella es en realidad: una fugaz llegada de Godot.
La belleza
An¨¢loga posibilidad brinda en ocasiones la contemplaci¨®n del mundo; Godot llega entonces a trav¨¦s de la experiencia de la belleza. As¨ª lo muestra la poes¨ªa de Jorge Guill¨¦n. Receptor de Godot era este gran poeta en los momentos estelares de su personal creaci¨®n; no s¨®lo porque todo logro vocacional lo lleva consigo, tambi¨¦n por ser el bello orden del mundo -su condici¨®n de kosmos, dir¨ªa un griego antiguo- la realidad que esa creaci¨®n literaria manifiesta y canta: "Oh, t¨², realidad / real en su aparici¨®n. / ?Qu¨¦ universo me nace / sin velar a su Dios?".
M¨¢s a¨²n: tambi¨¦n a trav¨¦s del dolor puede llegar Godot a la existencia del hombre. Cuando el dolor es vivido como sacrificio por el doliente, cuando la persona realiza su m¨¢s profunda autenticidad desde la indigencia y a trav¨¦s del conflicto -Indigencia y conflicto: dos momentos esenciales de la estructura del dolor-, y cuando se vive tan penoso hecho viendo en ¨¦l un posible sentido, dolorosamente llega Godot. El gozo no es la ¨²nica v¨ªa de su advenimiento.
Bajo formas diversas, todas esas fugaces ocasiones de la vida son en ella "instantes eminentes", "presentes eternos" y "grandes mediod¨ªas", para decirlo castellanizando expresiones de Jaspers y Nietzsche. Pero en su verdadera realidad, ?qu¨¦ son? ?Trampa que nos tiende lo absurdo de nuestra existencia? ?Prenda de la posibilidad de que Godot realmente llegue? Una parte de ella a la primera, otra parte a la segunda, a las dos preguntas responde afirmativamente la humanidad actual.
Tengo por seguro que Samuel Beckett, afortunado creador de ficciones, aunque ¨¦stas tuviesen como meta mostrar al p¨²blico el car¨¢cter absurdo de la existencia humana, alguna vez sentir¨ªa en su alma esa fugaz plenitud gozosa que en ocasiones regala el trabajo vocacional. A la vida de VIadimiro y Estrag¨®n nunca llegar¨¢ Godot. Muy cierto. Pero, aunque ¨¦l no le diera este nombre, dentro de s¨ª lo tuvo en ocas¨ªones el genial dramaturgo que supo crearlos.
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