Prisioneros del imperio
A. C. "!Ret¨ªrense, ret¨ªrense! !No est¨¢ permitida la Prensa", advierte una oficial norteamericana que vigila a varias decenas de prisioneros en el solar de la aduana de Panam¨¢. Unos se encuentran bajo tiendas de campa?a, otros permanecen con las manos atadas y rodeados por alambre de espino.
Las autoridades norteamericanas no facilitan informaci¨®n alguna sobre el destino o el tratamiento de los presos. Tampoco la Prensa de Estados Unidos ha demostrado hasta ahora demasiado inter¨¦s en este tema. La aduana no es el principal Iugar de concentraci¨®n de prisioneros.
Las tropas norteamericanas han habilitado dos campos especialmente en las afueras, de la ciudad, cerca de la base a¨¦rea de Howard. Son los campamentos de Nuevo Emperador y Cocol¨ª, donde, seg¨²n cifras oficiales norteamericanas, hay alrededor de 5.000 persona.
Los detenidos de mayor relieve son trasladados a dependencias militares norteamericanas. Entre los ¨²ltimos capturados se encuentra la amante de Manuel Antonio Noriega, Vicky Amado, que estuvo junto al general depuesto durante muchos a?os, y el ex ministro de Relaciones Exteriores Leonardo Kam. Los norteamericanos han asegurado que no tienen nada contra la esposa de Noriega, Felicidad Siero, ni contra el resto de su familia. El ex presidente Francisco Rodr¨ªguez se ha librado del arresto con una declaraci¨®n de reconocimiento del nuevo Gobierno.
Seg¨²n testigos presenciales, Vicky Amado fue sacada de su casa en la madrugada del mi¨¦rcoles por soldados norteamericanos, que la ataron y la amordazaron. Por solicitud de su madre, que se encontraba junto a ella en el momento de la detenci¨®n, Amado, una mujer joven y muy atractiva, pudo evitar que SC la llevasen en camis¨®n.
Paradero desconocido
Los familiares de otros presos menos ilustres tienen dificultades para averiguar el destino de sus parientes. En la entrada de la aduana varias personas preguntan diariamente qu¨¦ se sabe de sus familias.
La esposa de Roger Herrera, un sargento de 31 a?os detenido en su casa hace tres d¨ªas, pide a los norteamericanos con los Ojos h¨²medos que suelten a su, marido, que ¨¦l no ha hecho nada malo. Le acaban de informar que se encuentra en Cocol¨ª. Detr¨¢s de ella preguntan la hermana y la madre de Jorge Enrique S¨¢nchez, un joven de 22 a?os que formaba parte de los Batallones de la Dignidad. La mujer dice que su hijo sufre ataques epil¨¦pticos y trastornos mentales; que ya le hab¨ªa advertido que no se metiese en eso, pero que no le hac¨ªa caso. Los familiares confiesan su rechazo al r¨¦gimen del general Noriega y piden un castigo ejemplar para ¨¦l. De ninguno de ellos es posible arrancar una cr¨ªtica a la invasi¨®n.
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