Una sola superpotencia
La invasi¨®n norteamericana de Panam¨¢ llega pocos d¨ªas despu¨¦s de la cumbre de Malta entre George Bush y Mijail Gorbachov y viene a reflejar algo que muchos sospechaban ya desde hace varios meses: s¨®lo hay una superpotencia, Estados Unidos. La URSS, aquejada de males end¨¦micos de dif¨ªcil soluci¨®n, parece replega sobre s¨ª misma, e incluso algunos analistas piensan que lo que opine Mosc¨² sobre los acontecimientos en Europa es ya irrelevante. Todo ello a pesar de la a¨²n gigantesca fuerza militar sovi¨¦tica, que de momento de poco le vale ya.
La intervenci¨®n en Panam¨¢ no viene a fortalecer a Gorbachov. Por el contrario, puede resultar contraproducente para la perestroika, al reforzar a los conservadores que han criticado al dirigente sovi¨¦tico la cesi¨®n de poder por parte de la URSS.
Frente a la intervenci¨®n de EE UU en Panam¨¢, los europeos han reaccionado con suma discreci¨®n, con temor se puede incluso decir. Margaret Thatcher la apoy¨® desde un primer momento, intentando as¨ª recomponer los platos rotos de la relaci¨®n especial entre Londres y Washington. Francia, como para justificar la intervenci¨®n norteamericana, apoy¨® en esos d¨ªas la idea de una intervenci¨®n sovi¨¦tica en Ruman¨ªa para derrocar el r¨¦gimen de Ceaucescu. Pocos son los que en Europa han hecho gala de expresiones condenatorias de la acci¨®n norteamericana. Espa?a es una excepci¨®n. Relativa. Pero lo significativo es que todos los s¨²bditos han bajado la cabeza ante la ¨²nica superpotencia que queda. Pocos d¨ªas antes, el secretario de Estado norteamericano, James Baker, hab¨ªa expuesto un plan para que EE UU quede asociado de alguna manera a las decisiones de la Comunidad Europea, y que las competencias de la OTAN se ampliasen para incluir, entre otras cosas, las relaciones econ¨®micas o las acciones fuera de zona (para las que los europeos pueden quedar maniatados).
La URSS y Alemania
Muchos europeos tienen adem¨¢s miedo a una aut¨¦ntica retirada norteamericana de Europa que les dejara solos frente al doble problema del gigantismo sovi¨¦tico y (le la reunificaci¨®n alemana. Temen tambi¨¦n un mayor acercamiento comercial entre Estados Unidos y Jap¨®n. Por ello, en estos momentos no hay que irritar a la superpotencia, especialmente cuando crecen las tentaciones de Washington de replegarse: sobre s¨ª mismo, o sobre su continente, y dedicarse a actuar como gendarme en el mundo, con unas fuerzas armadas reducidas pero mucho m¨¢s capaces de llevar a cabo intervenciones r¨¢pidas y quir¨²rgicas.
Contrasta la intervenci¨®n estadounidense con el repliegue sovi¨¦tico de Afganist¨¢n o los acontecimientos en Europa del Este, con la muerte de la doctrina Breznev. Sale la doctrina Breznev, renace la doctrina Monroe. Y a¨²n quedan zonas por limpiar del continente americano, cuya Yalta lleve quiz¨¢ el nombre de Malta.
La guerra fr¨ªa actuaba de tapadera de la olla a presi¨®n del Tercer Mundo. Los conflictos pueden resurgir. El Tercer Mundo, adem¨¢s, est¨¢ entregado. Entregado, porque las nuevas relaciones Este-Oeste har¨¢n pasar a estos pa¨ªses a un plano trasero. Ya no habr¨¢ peleas entre los grandes de uno y otro campo para ver qui¨¦n ayuda m¨¢s. Entregado, porque es m¨¢s dependiente que nunca de la ayuda norteamericana. As¨ª EE UU ha podido frenar las actitudes de otros pa¨ªses latinoamericanos en su condena de Panam¨¢. Pues ser una superpotencia no es s¨®lo cuesti¨®n de fuerza militar, es a¨²n m¨¢s en nuestros d¨ªas una cuesti¨®n de poder¨ªo econ¨®mico y cultural.
S¨®lo queda ya una superpotencia. Antes cre¨ªamos que hab¨ªa dos, pues la URSS lo era en t¨¦rminos militares. Finalmente nos hemos dado cuenta de que para alcanzar la categor¨ªa de superpotencia no s¨®lo basta lo militar, aunque este componente resulta imprescindible. Ahora s¨ª que ha llegado el momento de eso que Raymond Aron llamaba la Rep¨²blica imperial. Y sobre esta base se va a fraguar el nuevo mundo.
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