La nueva Ruman¨ªa
La revoluci¨®n ha despertado un ansia de lucha contra la corrupci¨®n
H. T., ENVIADO ESPECIAL, "No aceptamos propinas, trabajamos por el honor nacional y la revoluci¨®n rumana". Esta frase del camarero del hotel Intercontinental es s¨®lo un s¨ªntoma de la nueva Ruman¨ªa. Hace menos de un mes era un pozo de corrupci¨®n en el que los empleados robaban carne en la cocina para cambiarla por cigarrillos Kent, que a su vez serv¨ªan para lograr un trato privilegiado en una gesti¨®n burocr¨¢tica o en un hospital. La raz¨®n de un cambio tan dr¨¢stico no est¨¢ solamente en la muerte de un hombre cuyo nombre ser¨¢ maldito para siempre en el pa¨ªs. Est¨¢ sobre todo en la gran experiencia del triunfo de la voluntad de un pueblo humillado en los ¨²ltimos 20 a?os de forma inconcebible.
Aislados en la miseria, el fr¨ªo y el miedo, los rumanos subsistieron en el lodazal moral instaurado por el r¨¦gimen liderado por un sic¨®pata. Es conmovedor ver hoy c¨®mo en este clima de terror han desarrollado incre¨ªbles recursos para preservar su dignidad humana.No son s¨®lo los actos de hero¨ªsmo que ha vivido Ruman¨ªa desde el d¨ªa 21 de diciembre, cuando decenas de miles de personas de toda edad y condici¨®n se enfrentaron con las manos vac¨ªas a las balas de la polic¨ªa secreta sabiendo que iban a una muerte segura. Muchos polic¨ªas desarmaron a los securistas o murieron en el intento. Hubo m¨¦dicos que se negaron a entregar a esa temida polic¨ªa pol¨ªtica a los heridos en las primeras manifestaciones. Los trabajadores del metro se convirtieron en transportistas de la revoluci¨®n por debajo de las calles de Bucarest, intransitables bajo la vigilancia de los francotiradores de la Securitate.
Vigor y valent¨ªa
Todos los pa¨ªses del Este de Europa en los que Stalin impuso el r¨¦gimen sovietizante han sufrido la represi¨®n, la injusticia, la escasez y la opresi¨®n de un aparato privilegiado. En ninguno, desde la muerte de Stalin se hab¨ªa impuesto un poder tan c¨ªnico y vil en su ejercicio. En ninguno el levantamiento contra la indignidad ha sido tan vigoroso y tan valiente.
Nicolae Ceaucescu y su mujer, Elena, ambos casi analfabetos, sienten igual desprecio por la cultura universal y el humanismo como por los pa¨ªses vecinos y especialmente h¨²ngaros y rusos.
En 1965 llegan al poder absoluto. En 1968 tienen su momento de gran terror cuando ven c¨®mo el intento de Checoslovaquia de crear un socialismo propio es aplastado por los vecinos y aliados. All¨ª est¨¢ el punto de inflexi¨®n en que el matrimonio emprende la carrera hacia su locura y depravaci¨®n y hacia la tragedia de todo este pa¨ªs balc¨¢nico.
En 1970, Ceaucescu viaja a China y vuelve ya con su demencial idea de emular la Gran Revoluci¨®n Cultural. Pronto acaba con los cuadros educados y cosmopolitas que subsist¨ªan en la diplomacia y la cultura. Su obsesi¨®n conspirativa se acent¨²a y con ella su megaloman¨ªa, fomentada por una mujer cuya actuaci¨®n a¨²n ser¨¢ objeto de estudios hist¨®ricos m¨¦dicos.
El pa¨ªs comienza a partir de 1970 a cerrarse r¨¢pidamente a las influencias extranjeras mientras Ceaucescu viaja por el mundo dej¨¢ndose celebrar como gran estadista. Occidente le aplaude como ni?o terrible del Pacto de Varsovia y fuente de problemas de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Para cuando el presidente norteamericano Richard Nixon visita Bucarest y Ceaucescu viaja a Washington, el sistema rumano ha entrado ya de lleno en la pesadilla que concluy¨® entre r¨ªos de sangre el 22 de diciembre.
Ceaucescu comienza sus planes para eternizarse. El culto a su personalidad adquiere tintes enfermizos, con loas al "Tit¨¢n de los titanes", a la "Luz excelsa de los C¨¢rpatos", al "Alejandro Magno del siglo XX". En su desprecio ignorante de toda la cultura del pasado, ordena la destrucci¨®n del centro de Bucarest para construir el pat¨¦tico palacio de la Rep¨²blica y la avenida de la Victoria.
Fallos del pueblo
Ceaucescu sue?a con un gran papel como intermediario entre los mundos. Para ello considera necesario "recuperar la independencia que le arrebat¨® su pol¨ªtica inicial de adquirir cr¨¦ditos para forzar una carrera absurda y ruinosa hacia la industria pesada y petroqu¨ªmica". El conducator lo sab¨ªa todo y nunca se equivocaba. Luego los fallos deb¨ªan proceder del pueblo.
El dictador inicia a principios de esta d¨¦cada el pago de la deuda con la exportaci¨®n de la producci¨®n de alimentos, ya que otros productos del pa¨ªs no eran ya competitivos ni en el Tercer Mundo. Con la salida masiva de los alimentos, llega el hambre.
Deja de emitirse m¨²sica cl¨¢sica, la cultura campesina y las odas a Ceaucescu y coberturas de sus actos ocupan las dos horas escasas de televisi¨®n diaria. La electricidad pasa a ser un lujo y se asigna una bombilla por familia para uso no penalizado. La temperatura en las casas queda decretada en 12 grados y en los ministerios los negociadores comienzan a celebrar las reuniones con guantes y gorra puesta.
Un oscuro poder impon¨ªa a todos la vigilancia sobre los dem¨¢s. El trabajador que intentaba estudiar era inmediatamente sospechoso. Quien mostraba inter¨¦s por libros extranjeros era autom¨¢ticamente subve rsivo, quien intentaba oir m¨²sica cl¨¢sica era tachado de traidor.
Estos d¨ªas se muestran los centros de escucha de la polic¨ªa pol¨ªtica en las f¨¢bricas, hoteles y apartamentos. Orwell se hubiera vuelto loco en la Ruman¨ªa de Ceaucescu.
El miedo lo cubr¨ªa todo, enviciaba las relaciones de amigos, familias y colectivos laborales. Ruman¨ªa entra ahora en el primer a?o de libertad, desde el final de la II Guerra Mundial, liquidado el d¨¦spota y liquidado el r¨¦gimen que lo hizo posible. La agricultura ser¨¢ privatizada, la pena de muerte ha sido abolida, las leyes que hicieron insufrible la vida en el pa¨ªs han ca¨ªdo ya, y, a¨²n bajo direcci¨®n militar en gran medida, la Prensa dice verdades, la gente discute con ansiedad en calles y f¨¢bricas y escucha ya en libertad m¨²sica de Beethoven.
"Estamos sedientos de m¨²sica, sedientos de cultura, de conocer, viajar, saber", dec¨ªa emocionada una joven defensora de la sede de la televisi¨®n con el rostro marcado por muchos d¨ªas sin dormir y una felicidad sin l¨ªmites. Bucarest renace en la dignidad de un pueblo que ha reconquistado su libertad con la sangre de sus hijos.
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