Cuando el pasado nos alcanza
La historia de las ciudades es una historia tambi¨¦n de libertades. Dentro de sus muros, el hombre, aunque parezca contradictorio, busc¨® la libertad y la justicia. Podr¨ªa decirse por ello que es el resumen del progreso humano. Un progreso salpicado de contradicciones, de batallas, de miserias y de grandezas.Vivimos ahora un fen¨®meno de crecimiento de las ciudades. En los ¨²ltimos 35 a?os el n¨²mero de urbes con m¨¢s de un mill¨®n de habitantes se ha triplicado, y se calcula que dentro de otros 35 a?os un tercio de la poblaci¨®n mundial va a vivir en metr¨®pol¨ªs de m¨¢s de cuatro millones de habitantes. Todo ello no s¨®lo ha supuesto un cambio cultural y social, sino que ha abierto un proceso de transformaci¨®n continua dif¨ªcil de evaluar. Asistimos hoy al desarrollo de una cultura urbana que no siempre se caracteriza por su aportaci¨®n al humanismo y a la civilizaci¨®n. Por el contrario, las grandes concentraciones humanas est¨¢n generando formas de vida que se distinguen sobre todo por su capacidad para introducir crispaci¨®n y agresividad, dureza e insolaridad en las relaciones del hombre.
Madrid es un buen ejemplo de esa ciudad que se ha visto obligada a desarrollarse de forma an¨¢rquica y desordenada, con toda la miseria y grandeza que ello lleva consigo. Con una gran tradici¨®n de cultura urbana, tolerante y libre, nuestra capital, humillada durante tanto tiempo, ha sabido recuperar en los ¨²ltimos a?os su verdadero esp¨ªritu. Ese crecimiento, esa capacidad de absorber y asimilar todo lo que ha venido a dar contra su rompeolas, han hecho este Madrid en el que conviven la miseria y la riqueza, el yuppy y el parado, Azca y San Blas. Y esa coexistencia ha provocado tensiones e injusticias dif¨ªciles de erradicar. Para su desgracia, Madrid no ha tenido en demasiadas ocasiones una respuesta municipal a esta situaci¨®n: el crecimiento demogr¨¢fico y econ¨®mico de los a?os sesenta y primeros de los setenta no estuvo acompa?ado de las necesarias infraestructuras y servicios. Y Madrid se vio privada en unos a?os, claves para su futuro, de las carreteras, los transportes, las zonas verdes o los equipamientos que demandaba una ciudad que ostentaba la capitalidad del Estado.
Los ayuntamientos democr¨¢ticos hubieron de abordar problemas que ten¨ªan sobre s¨ª la carga de un pasado en el que la ciudad y los ciudadanos s¨®lo eran conceptos asimilables a especulaci¨®n o explotaci¨®n. Y a esos problemas, que ven¨ªan arrastr¨¢ndose desde hac¨ªa m¨¢s de 40 a?os, vino a sumarse el gran envite de una crisis econ¨®mica que Espa?a sufr¨ªa con un gran retraso respecto a Europa.
Fue el primer gran reto que el Ayuntamiento de Madrid, recuperado su car¨¢cter democr¨¢tico, hubo de asumir. Posiblemente ahora sea muy f¨¢cil analizar y criticar las actuaciones de aquella corporaci¨®n. Pero en 1979, con una hacienda municipal t¨¦cnicamente en bancarrota, el futuro no estaba, desde luego, al alcance de la mano. Y la experiencia que entonces se iniciaba tampoco recorr¨ªa un camino de rosas. Todo esto ha tenido un coste: m¨¢s de 100.000 millones en pesetas corrientes hubo que invertir en Madrid en s¨®lo nueve a?os. Cien mil millones para dotar a la ciudad de cuanto hubiera debido tener previamente. No est¨¢ de m¨¢s recordar que en esos nueve a?os se han abierto 34 centros culturales, 12 polideportivos, 26 centros de tercera edad, siete centros de salud y 17 centros de servicios sociales. Y viene bien recordar que en apenas una d¨¦cada se han creado cuatro millones de metros cuadrados de zonas verdes y se han cubierto 500.000 metros cuadrados de nuevas calzadas y aceras.
Era, sin duda, una inversi¨®n necesaria. Creo que se trataba de una exigencia democr¨¢tica, de solidaridad.
Hoy Madrid se enfrenta a otros problemas. Solucionados los heredados (o al menos en proceso de soluci¨®n) y asumidos los generados por la crisis econ¨®mica, nuestra ciudad se enfrenta a cuestiones que aunque tengan sus ra¨ªces en el pasado es ahora cuando adquieren mayor virulencia: la vivienda y el tr¨¢fico. Se trata tambi¨¦n de dilemas que son comunes a otras grandes metr¨®polis, y cuya soluci¨®n no es f¨¢cil. Y son problemas, adem¨¢s, que afectan directamente al ciudadano, a su calidad de vida, y que hacen o no a una ciudad habitable, humana y, en definitiva, libre.
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