Flaca cooperaci¨®n
SI EL Consejo de Ministros aprueba el Plan Anual de Cooperaci¨®n Internacional (PACI) para 1989, Espa?a dedicar¨¢ este a?o unos 100.000 millones de pesetas a los distintos programas de ayuda al desarrollo del Tercer Mundo que coordina la Secretar¨ªa de Estado dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores. El a?o pasado, un presupuesto oficial de 105.000 millones fue recortado por el Gobierno en 18.000. As¨ª, los 87.000 millones destinados a esos programas supusieron el 0,15% del producto interior bruto (PIB), muy por, debajo del 0,36% que, como media, destinan a tal fin los pa¨ªses miembros del Comit¨¦ de Ayuda al Desarrollo -dependiente de la OCDE-, y a¨²n m¨¢s alejado del objetivo del 0,67%. de su PIB que la ONU considera necesario para los pa¨ªses industrializados.Durante a?os, las ayudas al desarrollo del Tercer Mundo estaban dispersas en distintos departamentos ministeriales. Desde 1987 se unificaron todas esas ayudas en una secretar¨ªa de Estado (la de Cooperaci¨®n Internacional) que es la responsable de preparar el plan anual. En el proyecto para 1990 se prev¨¦ un desembolso de 97.000 millones, que si bien supera en 10.000 millones de pesetas el presupuesto aprobado por el Consejo de Ministros el pasado ejercicio, supone una reducci¨®n respecto al monto de lo inicialmente previsto en el plan anual para ese a?o. Si se confirmasen esas cifras, el importante incremento producido el a?o pasado (30.000 millones) no tendr¨ªa continuidad en 1990, e incluso podr¨ªa producirse un retroceso si el Gobierno aplica al plan una reducci¨®n similar al anterior. Ello contrasta, por ejemplo, con el mantenimiento, aprobado por el Consejo de Ministros de la pasada semana, de las inversiones previstas en armamento, que seguir¨¢n creciendo hasta 1992 a un ritmo del 4,5% anual.
Una encuesta realizada en 1989 por encargo de la coordinadora de organizaciones no gubernamentales para el desarrollo puso de manifiesto que los espa?oles figuran entre los ciudadanos europeos m¨¢s sensibilizados por los problemas del subdesarrollo y con mayor disposici¨®n a cooperar en ese terreno, pero tambi¨¦n entre los menos informados sobre los problemas de los pa¨ªses pobres. La encuesta revel¨®, por otro lado, que ocho de cada 10 espa?oles desconfian del destino real dado a los fondos te¨®ricamente destinados por los Gobiernos a ayudas a los pa¨ªses subdesarrollados. En contraste con esa sensibilizaci¨®n, Espa?a dedica a cooperaci¨®n internacional la d¨¦cima parte que los pa¨ªses n¨®rdicos y menos de un tercio que Estados como Francia, Reino Unido o Italia. Ello es bastante incoherente con la pretensi¨®n espa?ola de ser admitida en el Grupo de los Diez, constituido por los pa¨ªses m¨¢s desarrollados del mundo. Pese a la coordinaci¨®n y a la voluntad de actuar sobre programas concretos y ¨¢reas determinadas -lo que constituye un avance-, todav¨ªa subsiste la idea de la cooperaci¨®n internacional como una rama de la beneficencia, siendo as¨ª que realidades como la de la deuda exterior revelan cada d¨ªa que la salida del subdesarrollo de las zonas m¨¢s pobladas del planeta es una condici¨®n incluso para el desarrollo de los pa¨ªses industrializados.
Con todo, el mayor problema sigue siendo el de la ausencia de control social efectivo de los desembolsos realizados, como se ha puesto de relieve estos ¨²ltimos a?os, por ejemplo, en relaci¨®n con la ayuda a-Guinea. Esa fiscalizaci¨®n la realiza a nivel internacional el Comit¨¦ de Ayuda al Desarrollo de la OCDE, organismo al que Espa?a a¨²n no se ha incorporado. Y como aqu¨ª no existen debates parlamentarios sobre el cumplimiento de las previsiones presupuestarias, la desconfianza sobre el uso dado a esos miles de millones est¨¢ justificada.
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