Cr¨®nica de una revoluci¨®n
Ruman¨ªa entra lentamente en la normalidad, aunque los carros de combate contin¨²an en sus calles
Bucarest entra lentamente estos d¨ªas en , una normalidad mejor que la habida durante lustros. Los controles de milicianos y del Ej¨¦rcito en las calles han desaparecido, permanecen los carros de combate ante los edificios estrat¨¦gicos, como la televisi¨®n y el Ministerio de Asuntos Exteriores, donde se re¨²ne el nuevo poder. D¨ªas despu¨¦s del triunfo de la revoluci¨®n que acab¨® con la dictadura de Nicolae Ceaucescu, sin embargo, el futuro de Ruman¨ªa es todav¨ªa incierto y queda a¨²n un largo camino por recorrer en el proceso democr¨¢tico.
HERMANN TERTSCH, ENVIADO ESPECIAL
Trabajadores en toda la ciudad se, afanan por sustituir los miles de cristales rotos. Otros da?os ser¨¢n m¨¢s dif¨ªciles de reparar. Decenas de obras de arte han ardido en el Museo Nacional bajo el fuego artillero. Los bellos edificios de la plaza de la Rep¨²blica tambi¨¦n fueron pasto del fuego. Muchas villas que hab¨ªan sobrevivido la depredaci¨®n arquitect¨®nica de los proyectos demenciales del tirano han quedado destrozadas en los combates. Eran en gran parte casas francas de la Securitate, y el Ej¨¦rcito las atac¨® con el fuego de sus carros de combate.Desaparece el terror
Ha desaparecido el terror, y el alivio, lentamente, releva al dolor por tanta sangre derramada. Ahora los rumanos se preguntan c¨®mo ha sido posible la pesadilla del r¨¦gimen de Nicolae Ceaucescu, que ya ha entrado en la historia como uno de los grandes criminales de este siglo que acaba; c¨®mo un ser inculto y demente como Nicolae Ceaucescu pudo montar un. aparato tan cruel como efectivo.y mantener maniatado, hambriento y humillado a un pueblo de 22 millones de habitantes de Europa. "?Por qu¨¦ el general Vasile Milea [ministro de Defensa asesinado] no se rebel¨® antes contra esta locura?", se pregunta estos d¨ªas una articulista rumana.
Incluso para quienes han sufrido bajo otras dictaduras es dif¨ªcil concebir el grado de terror que Ceaucescu hab¨ªa logrado imponer y el absoluto desprecio de su clan y sus sicarios hacia todos los principios de una sociedad civilizada.
La polic¨ªa pol¨ªtica Securitate golpeaba a embajadores extranjeros con la misma facilidad con que hac¨ªa desaparecer para siempre a objetores y cr¨ªticos. La mentira hab¨ªa llegado a niveles delirantes con todos los medios dirigidos por un ministerio de la verdad orwelliano. Todos hab¨ªan de vigilar a todos. La desconfianza, la delaci¨®n, la corrupci¨®n y el miedo eran omnipresentes.
El final de este despotismo asi¨¢tico en los Balcanes lo inici¨® con su coraje uno de los pocos h¨¦roes que se atrevi¨® a luchar en solitario contra la dictadura. El p¨¢rroco Laszlo T?kes hab¨ªa sido objeto pref¨¦rido de las vejaciones, palizas y arrestos de la Securitate en los ¨²ltimos a?os por su denuncia de la inhumanidad del r¨¦gimen. El d¨ªa 15 de diciembre, Laszlo T?kes y su mujer, embarazada, iban a ser desalojados de la parroquia. Durante dos d¨ªas, miembros de la comunidad h¨²ngara de Timisoara rodean su casa en una cadena humana para intentar evitarlo.
Unos encapuchados logran penetrar en la parroquia y dar una paliza al religioso, que, ensangrentado, se asoma a una ventana y pide a sus fieles que se alejen porque corren peligro. Esta escena provoca tal indignaci¨®n que pronto son varios miles de h¨²ngaros, rumanos, alemanes y serbios, que componen la poblaci¨®n de esta ciudad, los que se manifiestan de forma espont¨¢nea en defensa de Tokes. La Securitate abre fuego y mueren-las primeras decenas o centenas de niflos, mujeres y ancianos reunidos, mientras los hombres estaban en sus. trabajos
Cierre de fronteras
Al d¨ªa siguiente, Rumania cierra sus fronteras ante la llegada de las primeras informaciones a Occidente. Nicolae Ceaucescu parte en viaje oficial hacia Ir¨¢n, donde declara que "la situaci¨®n en Ruman¨ªa es estable". El d¨ªa 20, Bucarest aparece fuertemente vigilada por la polic¨ªa, armada con ametralladoras. Un d¨ªa m¨¢s tarde son ya decenas de miles las personas que se concentran y manifiestan en Timisoara en protesta por la matanza del d¨ªa anterior. Sorprendentemente, el Ej¨¦rcito, desplegado en las calles, no interviene.
Ceaucescu vuelve de Ir¨¢n y comete su mayor error, convocar una manifestaci¨®n en su apoyo en la plaza de la Rep¨²blica, en Bucarest, el d¨ªa 21. Con la vigilancia existente en la capital cualquier concentraci¨®n ilegal hubiera sido disuelta antes de contar con un par de decenas de participantes. La convocatoria de la manifestaci¨®n de solidaridad con el dictador abre las puertas a la victoria de la revoluci¨®n en Bucarest.
En su demencia, Ceaucescu difama a los ya por entonces miles de muertos como "agentes extranjeros" y promete aumentos de sueldo, en un necio intento por ganarse apoyos. La masa, llegada con retratos oficiales del dictador, lo calla pronto con gritos de "asesino", "rata", "Jos (abajo) Ceaucescu".
La pat¨¦tica imagen del tirano moviendo los brazos horizontalmeinte en su in¨²til gesticulaci¨®n por acabar con el clamor del pueblo es un documento hist¨®rico de esta revoluci¨®n, s¨®lo superado por el v¨ªdeo del juicio y la ejecuci¨®n del tirano y su m¨¢ximo c¨®mplice y esposa, Elena.
El d¨ªa 22, como en una pel¨ªcula ¨¦pica revolucionaria, los obreros entran en la capital en grandes marchas desde la periferia. La sede del Comit¨¦ Central del partid o comunista es ocupado por las fuerzas directrices del levantamiento y se forma el Frente de Salvaci¨®n Nacional, con el anciano ex ministro de Asuntos Exteriores Corneliu Manescu, a la cabeza. Por primera vez el odiado tirano, tras 24 a?os de poder y un d¨ªa de huida, tiene un contrapoder que le disputa la legitimidad con las armas.
Ese mismo d¨ªa, miles de ciudadanos asaltan el palacio Priinaver¨² y entran en los lujosos salones, llenos de tapices y cuadros del patrimonio nacional, una isla de lujo desaforado y ostentoso en el mar de miseria creado por el tit¨¢n de titanes o gran amo del pa¨ªs.
A las diez de la ma?ana, Nicolae Ceaucescu hab¨ªa cometido otro error., Hab¨ªa ordenado asesinar al ministro de Defensa, Vasile Milea, por negarse ¨¦ste a ordenar a sus tropas que dispararan sobre la multitud que en todo el pa¨ªs. se hab¨ªa levantado. El Ej¨¦rcito se pasa en bloque a las fuerzas revolucionarias
Tomar la televisi¨®n
?stas, encabezadas por Mircea Dinescu, toman la sede de la televisi¨®n. All¨ª se re¨²ne de nuevo el Frente de Salvaci¨®n Nacional y comienza a emitir la Televis"¨®n de la Ruman¨ªa Libre. Las fuerzas de la Securitate lanzan una gran ofensiva en todo el pa¨ªs y el Ej¨¦rcito no est¨¢ lo suficientemente bien adiestrado y armado para hacer frente a estos profesionales del crimen, excelentemente equipados. El Frente de Salvaci¨®n Nacional teme un aplastamiento de la rebeli¨®n.El 23, en una cadena de casualidades ,Ceaucescu y su mujer, Elena, que dejaron abandonados a Emil Bobu y Manea Manescu, dos de sus m¨¢s estrechos colaboradores, porque el helic¨®ptero en el que hu¨ªan no pod¨ªa con todos, son capturados despu¨¦s de vagar por Tirgoviste en busca de refugio.
. Informado el Frente de Salvaci¨®n Nacional, decide el juicio inmediato del dictador. Un recrudecimiento durante Nochebuena y Navidad de los ataques de las fuerzas leales a Ceaucescu y la certeza de que ¨¦stas han localizado al dictador detenido, aceleran la ejecuci¨®n de la pareja.
La revoluci¨®n, hasta este mismo momento amenazada con el fracaso, triunfa en el momento en que se hace p¨²blica la muerte de los Ceaucescu. Son las nueve de la noche del d¨ªa de Navidad de 1989 y ha muerto uno de los reg¨ªmenes m¨¢s odiosos de los muchos que merecen este calificativo en este siglo XX.
Contin¨²an los asesinatos y los enfrentamientos, pero la iniciativa se halla ya definitivamente en manos del Ej¨¦rcito y la revoluci¨®n. Los securistas comienzan a entregarse en grandes grupos. El d¨ªa 26 se forma el Consejo del Frente de Salvaci¨®n Nacional. El
viejo Manescu ha dejado ya la direcci¨®n y emerge al frente Ion Iliescu, un hombre con estrechos v¨ªnculos con Mosc¨². El futuro de Rumania es a¨²n incierto y largo el camino hacia una sociedad de mocr¨¢tica, abierta y realmente libre, pero la pesadilla impuesta por un demente europeo y una camarilla de canallas pertenece ya al pasado. En un r¨ªo, de sangre, entre escenas indescriptibles de hero¨ªsmo y depravaci¨®n asesina, la nueva Ruman¨ªa ha recuperado su dignidad nacional.
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