Antonio Saura y la modernidad
?Cu¨¢ndo empieza y d¨®nde acaba la modernidad? Analizando los textos que sobre la est¨¦tica del arte contempor¨¢neo han escrito los pensadores e historiadores m¨¢s eminentes (entre los que se puede citar a Adorno, Benjam¨ªn, B¨¹rger, Derrida, Dorfles, Dufrenne, Eco, Francastel, Gagnebin, Garc¨ªa Berrio, Goldmann, Luk¨¢cs, Praz o Tatarkiewicz) saltan inmediatamente a la vista las diferencias interpretativas entre unos y otros, a la vez que la imprecisi¨®n, carencias y contradicciones de todos ellos sobre nociones como las de modernidad, vanguardia art¨ªstica y, en particular, posmodernidad, la m¨¢s reciente de todas ellas. De las fluctuaciones de la reflexi¨®n al respecto resulta una inevitable falta de rigor y claridad en la exposici¨®n y definici¨®n de las categor¨ªas que determinan el campo est¨¦tico del arte contempor¨¢neo.Antonio Saura ha sido, y sigue siendo, un ardiente defensor de la modernidad. No por medio de afirmaciones atextuales de orden m¨¢s o menos afectivo o temperamental, lo que resultar¨ªa escasamente relevante, sino a trav¨¦s de abundantes y razonados ensayos, a cuyo conjunto no se le hab¨ªa prestado hasta ahora toda la atenci¨®n que merec¨ªa. De ¨¦l se desprende, en efecto, una l¨²cida y coherente visi¨®n de la creaci¨®n a lo largo del siglo, que le convierte en uno de los te¨®ricos fundamentales de la est¨¦tica de la contemporaneidad.
Pensamiento
Cotejando una m¨ªnima sistematizaci¨®n del pensamiento de Antonio Saura con el de los fil¨®sofos e historiadores m¨¢s arriba citados se llega a esclarecimientos esenciales en cuanto a los conceptos b¨¢sicos que rigen y sustentan la creaci¨®n pl¨¢stica de nuestra ¨¦poca. En el enriquecedor di¨¢logo, la modernidad se revela como noci¨®n de m¨¢ximo poder englobador que, superando los dogm¨¢ticos l¨ªmites de los distintos ismos, va hasta las ra¨ªces de lo que en cada uno de ¨¦stos, o incluso en algunas expresiones m¨¢s personales que los mismos hab¨ªan marginado, constituye la aut¨¦ntica aportaci¨®n, ni ret¨®rica ni exclusivista, del arte contempor¨¢neo. Cubismo, expresionismo alem¨¢n e informalismo marcan los momentos culminantes, hasta hoy, de la modernidad. Y digo hasta hoy porque nada autoriza, en el desarrollo de la creaci¨®n pl¨¢stica m¨¢s actual, a presentir el agotamiento del potencial innovador de la modernidad y el consecuente advenimiento del posmodernismo tan tra¨ªdo y llevado, pero incapaz de definir una peculiaridad est¨¦tica realmente distintiva. En cuando al informalismo, la precisa caracterizaci¨®n de su doble vertiente, abstracta y figurativa, permite poner de relieve su decisiva importancia como la m¨¢s reciente (y no necesariamente la ¨²ltima, repetimos) de las grandes manifestaciones de la modernidad.
El an¨¢lisis cr¨ªtico de las diversas teor¨ªas sobre el arte moderno, completado con los agudos razonamientos y observaciones de Antonio Saura, fundamenta la construcci¨®n de un sistema est¨¦tico de la modernidad, en el que se distingue entre conceptos generales definidores de modernidad (obra de arte, barroquizaci¨®n, bidimensionalidad del espacio moderno) y categor¨ªas est¨¦ticas propiamente dichas (autonom¨ªa de la obra de arte, organicidad e inorganicidad, novedad y originalidad, fealdad, monstruosidad e impureza, autenticidad). La universalidad de las categor¨ªas est¨¦ticas, que debe serles consustancial, no impide que algunas de ellas (como las que acabamos de, ver) adquieran mayor relieve o resulten m¨¢s privilegiadas en unas ¨¦pocas que en otras. Una nueva categor¨ªa, la optimalidad compositiva, adquiere particular importancia en este nuevo intento de sistematizaci¨®n est¨¦tica.
Pero en Antonio Saura la escritura no es ni una actividad complementarla ni un quehacer independiente de su praxis pict¨®rica. Son dos facetas de un pensamiento ¨²nico que se expresa a trav¨¦s de grafolog¨ªas de distinto car¨¢cter comunicativo. En sus aspectos sobresalientes, el estilo literario de Saura se organiza, por ejemplo, de modo an¨¢logo a la estructuraci¨®n de sus composiciones pl¨¢sticas, y viceversa. De ah¨ª que teor¨ªa y praxis se presenten cada una, simult¨¢neamente, como el otro modo, para Antonio Saura, de hacer y de estar inscrito en la modernidad.
En la consideraci¨®n de la obra pintada de Antonio Saura, cuando se la conoce a fondo y se tienen en cuenta los presupuestos te¨®ricos fundamentales, surgen inesperadas sorpresas que nos alejan, por fin, de los tan manidos y temibles t¨®picos que respecto a su obra suelen manejarse. Basten algunos botones de muestra: Saura no es un pintor expresionista, como escasos son los cuadros en que reinan exclusivamente el blanco y negro o la correspondiente gama de grises; es abusiva la referencia mec¨¢nica a un Saura goyesco; es m¨¢s que discutible, o en todo caso hay que matizar much¨ªsimo, el empleo de ese espa?olismo o espa?olidad que tan f¨¢cilmente se le atribuye; la obra pintada de Saura es mucho m¨¢s rica y variada de lo que se pretende (como lo prueba una clasificaci¨®n tem¨¢tica que parta de la distinci¨®n entre estructura modelo, en tanto pattern generativo, y la infinita variedad de temas singulares a los que aqu¨¦lla da lugar); dentro de los, en apariencia, estrechos l¨ªmites de la bidimensionalidad, las soluciones espaciales aportadas por Saura se destacan por su diversidad y singularidad; en la evoluci¨®n de su pintura, El Paso no fue m¨¢s que eso, un paso (podr¨ªamos decir que Saura sal¨ªa ya de El Paso cuando otros empezaban a entrar en ¨¦l), un paso-dado, hoy ya un lejano pasado.
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