La contagiosa vitalidad de Yehudi Menuhin

Menuhin eligi¨® para sus actuaciones madrile?as un programa de enorme atractivo con obras de Brahms, Haydn y Vaughan Willimas, que repetir¨¢ hoy en su segunda actuaci¨®n. Vi¨¦ndole dirigir a sus 73 a?os, sorprende su vitalidad, su br¨ªo. Su simpat¨ªa es contagiosa, su fuerza arrastra la orquesta, a veces hasta en exceso. Con una cuidada planificaci¨®n y una especial atenci¨®n a aspectos r¨ªtmicos y de b¨²squeda de equilibrio entre las familias sonoras, logr¨® momentos brillantes (segundo scherzo de la Serenata n? 1 de Brahms) o llenos de humor e impulso juvenil (su versi¨®n de las Sinfon¨ªa 82 de Haydn).La orquesta, que respondi¨® con entusiasmo, adoleci¨® de transparencia en la Fantas¨ªa sobre un tema Thomas Tallis, de Vaughan Williams, fundamentalmente en los violines cuyo sonido fue ¨¢spero. Mejoraron mucho en la obra de Brahms donde realizaron un fraseo hermoso y c¨¢lido. Dio preferencia Menuhin a resaltar los aspectos sinf¨®nicos frente a los camer¨ªsticos. Tendi¨® a una din¨¢mica estrecha de mezzoforte a forte.

En todo momento dio la sensaci¨®n que el director se divert¨ªa con las obras que estaba realizando. Su concepto de las mismas, el ideal que pretend¨ªa, era claro. La ejecuci¨®n, dentro de una t¨®nica de efectividad, tuvo desigualdades. Suele suceder. La compenetraci¨®n entre director y orquesta, entre planteamientos te¨®ricos y resultados ac¨²sticos, es dif¨ªcil cuando se trata de una visita espor¨¢dica. Menuhin transmiti¨® una enorme comunicatividad, una alegr¨ªa de hacer m¨²sica. Fue preciso en el desarrollo estructural. En su enfoque quedaban en esta ocasi¨®n relegados a un segundo plano los aspectos t¨ªmbricos y de refinamiento. Lo cual no impidi¨® que fuera un concierto de gran inter¨¦s.