M¨¢s sobre Benedicto
En relaci¨®n al escrito Antonio Benedicto, ministro de Allende, firmado por Isabel y Gast¨®n Orellana -aparecido en la secci¨®n Cartas al Director de EL PA?S del 7 de noviembre de 1989-, deseo hacer algunas rectificaciones -con el perd¨®n del amigo Orellana- y perfilar un poco m¨¢s la personalidad del que fue un valioso colaborador del Gobierno de Allende. Mi padre.Antonio Benedicto no naci¨® en Zaragoza ni pis¨® tierra espa?ola hasta su madurez, por lo que poco pudo sufrir bajo el r¨¦gimen de Franco. Antonio Benedicto naci¨® en Buenos Aires, Rep¨²blica Argentina.
Quiz¨¢ ¨¦se haya sido su m¨¦rito moral m¨¢s significativo, ya que si gracias a su capacidad intelectual y tes¨®n pudo alcanzar pos¨ªciones de relevancia y responsabilidad pol¨ªtica, nunca dej¨® de ser fiel a su origen proletario.
De su temprana vida pol¨ªtica y gremialista es digno destacar que fue uno de los fundadores de la Asociaci¨®n del Profesorado Orquestal (APO), entidad que a¨²n hoy defiende en Argentina los derechos de autor de los m¨²sicos locales e internacionales.
Luego de haber sido perseguido y torturado por el Gobierno dictatorial de Per¨®n, fue expulsado del pa¨ªs, consiguiendo finalmente asilo en Chile, donde efectivamente conoci¨® a la compa?era de toda su vida (no Inna, como dice Orellana, sino Igna, m¨¢s conocida por Nacha, Nachta para su familia y sus ¨ªntimos).
Desde su modesta y desapercibida llegada al puerto de Valpara¨ªso, pasando por dif¨ªciles a?os de lucha en la austral Punta Arenas, Antonio Benedicto fue escalando posiciones hasta llegar a obtener un destacado lugar en la radiotelefon¨ªa chilena, culminando su carrera profesional y pol¨ªtica cuando el presidente Allende lo llam¨® a su lado en car¨¢cter de ministro sin cartera, ya que en Chile, como en casi todos los pa¨ªses, s¨®lo los ciudadanos nativos pueden ocupar tales cargos. Fue un caso ¨²nico -en la historia pol¨ªtica del pa¨ªs. Antonio, durante todo el per¨ªodo que dur¨® el Gobierno popular, tuvo a su cargo la responsabilidad de dirigir la Prensa y todos los medios audiovisuales del pa¨ªs.
La muerte de Allende lo encuentra en Madrid, en misi¨®n diplom¨¢tica. Ya no regresa a Chile, y Espa?a le concede asilo y nacionalidad.
Dice el amigo Orellana textualmente: "Conoc¨ª a Antonio a prop¨®sito de una llamada desesperada que me hizo...". Estoy seguro de que tal apreciaci¨®n s¨®lo pudo ser el producto de una falla auditiva, porque Antonio Benedicto s¨®lo se desesperaba -y de manera rotunda- ante la mediocridad y la estupidez.
Antonio muri¨® sin deudas, pero sin otro patrimonio que la mesada que como jubilado lleg¨® a percibir, muy lejos de todo lo que fue su lucha y su obra, en la sala de urgencias de la Cruz Roja madrile?a, como buen proletario, reclamando con el ¨²ltimo suspiro la presencia de su compa?era.
Yo estuve presente en el crematorio cuando fue incinerado seg¨²n su voluntad. ?ramos muy pocos: la familia y un solo amigo
(?gracias, Eduardo!). Del partido donde milit¨® con una incorruptibilidad cristalina m¨¢s de 50 a?os no hubo representaci¨®n alguna.Pero no importa, yo s¨¦ que Antonio se hubiese re¨ªdo de eso, nunca busc¨® ni esper¨® reconocimientos; durante toda su vida se limit¨® a cumplir con su misi¨®n y su conciencia. ?Y lo logr¨®! No hay olvido que pueda borrar lo que hizo y lo que fue.- (hijo).
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