Enga?o
Sol Fuertes, compa?era en este diario, lo comentaba el otro d¨ªa con buen tino: "?Qu¨¦ tremenda equivocaci¨®n la de los periodistas en Ruman¨ªa!". Se refer¨ªa a los muchos a?os de ignorancia sobre lo que suced¨ªa en ese pa¨ªs, a ese desconocimiento abisal que arrastr¨¢bamos todos. La Prensa occidental presentaba a Ceaucescu con un perfil sandunguero y simp¨¢tico: a fin de cuentas era el l¨ªder heterodoxo, el pol¨ªtico respond¨®n de los pa¨ªses del Este. Y los eurocomunistas, como Carrillo o Marchais, le palmeaban briosamente las espaldas y acud¨ªan cada dos por tres a verle.Pero no fueron s¨®lo ellos. Media Europa ha viajado a Ruman¨ªa, que ha sido, probablemente, el pa¨ªs socialista m¨¢s visitado. Tropeles de orondos y satisfechos turistas han entrado y salido cada a?o de esa tierra que hoy sabemos triste y torturada, y ninguno de ellos atin¨® a ver, o¨ªr ni comprender. La Ruman¨ªa que se trajeron encerrada en los carretes de Sus c¨¢maras de fotos s¨®lo exist¨ªa en la imaginaci¨®n: un paisaje dichoso -pobre pero honrado- y un par de turistas sonrientes,en primer plano. Por no hablar de los muchos periodistas que pasaron por all¨ª sin siquiera intuir lo que ten¨ªan debajo. Era un espejismo colectivo.
S¨ª, ya s¨¦: en Occidente interesaba que Ruman¨ªa tuviera buena imagen, por el aquel de fomentar la disidencia en el Pacto de Varsovia. Porque los espejismos colectivos suelen ser hijos de la manipulaci¨®n y del enga?o. Lo cual no me asombra: es un truco muy viejo. Pero s¨ª me asombra, y me estremece, la facilidad con la que nos dejamos enga?ar. Esa dejaci¨®n pensante, ese talante ab¨²lico con el que bebemos todos de los.m¨¢s torpes t¨®picos. De esas f¨®rmulas ramplonas que pretenden descifrarnos el mundo en c¨®modas dosis y sin esfuerzo alguno, cuando el mundo es, y todos lo sabemos, indescifrable. Me pregunto cu¨¢ntos monstruos de nuestra pereza racional habremos amamantado adem¨¢s de Ceaucescu.
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