Fellini: "Yo la vida me la he inventado"
El realizador italiano estrenar¨¢ su ¨²ltima pel¨ªcula, 'La voce della luna'
Fellini se ha ejercitado tanto en la reconstrucci¨®n de las memorias, de sus propias memorias inventadas, que ha terminado por hacernos creer que toda su filmograf¨ªa es autobiogr¨¢fica. Pero el creador de Amarcord no ve fronteras entre fantas¨ªa y realidad.Pregunta. Fellini, dentro de unos d¨ªas cumplir¨¢ sus 70 a?os.
Respuesta. Confesar¨¦ que siempre me pareci¨® tener 70 a?os.
P. ?Es una broma?
R. No. Quiero decir que incluso yo, que en el fondo tengo muy poca inclinaci¨®n a d¨¢rmelas de pensador que dice cosas adultas, maduras, sabias, al referirme a los 70 a?os creo tener la impresi¨®n de haberlos tenido siempre.
P. ?De qu¨¦ depender¨¢?
R. Necesariamente del hecho de que sigo haciendo lo mismo que he hecho siempre, durante m¨¢s de medio siglo.
P. ?Y las famosas huellas de la edad?
R. Haciendo todos los debidos conjuros, acuso s¨®lo la agudizaci¨®n de cierto insomnio un poco fastidioso, con el cual convivo, sin embargo, desde hace mucho tiempo. Ya estoy habituado.
P. ?Las noches que no duerme, qu¨¦ hace?
R. Tengo libros, tomo apuntes, me levanto y voy a mirarme largo rato en el espejo para ver la cara que se me ha puesto.
P. ?Otras huellas?
R. Pens¨¢ndolo bien, ya que me presiona, tal vez una menor disponibilidad. Por la ma?ana, por ejemplo, estoy siempre igual a m¨ª mismo como cuando ten¨ªa 38 a?os o 45. Me digo que, hacia el atardecer, me quiero hacer un bonito regalo. Pero llegado el mediod¨ªa telefoneo para desdecirme, y as¨ª el peque?o regalo queda aplazado.
Fantas¨ªa, realidad
P. ?Exactamente de qu¨¦ regalo habla usted?
R. Querido Augias, como dec¨ªa Simenon, el verdadero regalo est toujours le m¨ºme. ?l contaba una historia escandalosa. A las seis de la tarde, cuando terminaba de escribir, Simenon entraba al cuarto de vestir, se lavaba, comenzaba a vestirse y, mientras hac¨ªa todo esto, hablaba solo, llam¨¢ndose incluso por su nombre: "Eh, Georges, ?qu¨¦ hacemos ahora?".
P. ?Y qu¨¦ hac¨ªa?
R. Eleg¨ªa el abrigo, el sombrero, atravesaba el parque, llegaba a la calle, se adentraba en esa hermosa campi?a suiza, vac¨ªa, pulcra, silenciosa. Lejos, muy lejos, comenzaba a entrever algo. Se preguntaba: "?Qu¨¦ es aquello de all¨¢ abajo, Georges? ?Es un Rolls? Pues s¨ª, es realmente un Rolls". Se acercaba y ve¨ªa que era realmente un Rolls Royce. Negro, brillante, todo iluminado por dentro como un sal¨®n en medio de la noche. Entonces se preguntaba: "?Qui¨¦n estar¨¢ dentro de ese Rolls, Georges?". Abr¨ªa las puertas y adentro hab¨ªa tres o cuatro prostitutas desnudas que lo recib¨ªan gritando: ?Georges, por fin has llegado!".
P. ?Todos los d¨ªas?
R. No todos los d¨ªas, pero a menudo. Su ch¨®fer ten¨ªa el preciso encargo de ir a recoger a las muchachas, aparcarlas cerca de la casa y alejarse a fumar.
P. Volviendo a usted, Rolls Royce aparte...
R. Como tercer s¨ªntoma, mencionar¨ªa quiz¨¢ una mayor irritabilidad, t¨ªpica probablemente. Pero vea, todo esto se explica f¨¢cilmente. Cualquiera que viva haciendo un trabajo que le gusta vive en una especie de c¨²pula o de escaf¨¢ndra.
P. ?Y si mira dentro de s¨ª, qu¨¦ ve, qu¨¦ recuerda?
R. Entonces me parece haber nacido a los 22 a?os. De todo lo anterior no recuerdo casi nada, fragmentos; lo sustancial me lo he inventado todo. Despu¨¦s he realizado un trabajo que ha especulado tanto con esta memoria inventada que hasta mis padres, en R¨ªmini, no s¨¦ si ser¨¢n ya capaces de distinguir... Quien tiene un trabajo como el m¨ªo, a veces es llevado a pensar que la vida le fue dada para contarla.
P. ?Qu¨¦ sucede entonces?
R. Sucede que el tiempo se cierra, la vida transcurre como una serie de im¨¢genes, porque la operaci¨®n de traducir cada emoci¨®n en colores y formas termina por hacer parecer que la expresi¨®n es el ¨²nico fin posible.
P. ?Qu¨¦ es lo que recuerda con mayor frecuencia?
R. No lo s¨¦ bien. Recuerdo tener a mis espaldas mucha oscuridad, y sobre m¨ª una gran luz que, naturalmente, no es la iluminaci¨®n de san Pablo, sino s¨®lo reflectores; tener cerca el material humano con el que hablo, haber tenido siempre un meg¨¢fono en la mano. Una inmov¨ªlidad trastornante; es por eso que digo que siempre he tenido 70 a?os.
P. Debe admitir que si no se est¨¢ obsesionado con las memor¨ªas no se hace un filme como Amarcord.
R. No es la memoria lo que domina en mis pel¨ªculas. Decir que mis pel¨ªculas son autobiogr¨¢ficas es una clasificaci¨®n apresurada. A m¨ª me da la impresi¨®n de hab¨¦rmelo inventado todo: infancia, personalidad, nostalgias, recuerdos, por el placer de poder contarlos. En el sentido de la an¨¦cdota, no hay nada autobiogr¨¢fico en mis pel¨ªculas. Es cierto que he visto el mar de invierno y la niebla invadir las calles y borrarlas. Pero la historia y los personajes, la nostalgia, los presentimientos, pertenecen a la invenci¨®n. Algunos ambientes que he reconstruido en el estudio, baldosa por baldosa, eligiendo color por color, los he habitado de manera mucho m¨¢s participativa, m¨¢s vital, m¨¢s real que otros en los que he vivido personalmente.
P. El artesano Fellin¨ª, el trabajador del espect¨¢culo, ?qu¨¦ cualidad se reconoce?
R. Una cierta constancia, una el¨¢stica tendencia al perfeccionismo, una paciencia de constructor de diques. Mis colaboradores, los amigos, dicen que la impaciencia es una nota fundamental de mi car¨¢cter, pero yo no estoy de acuerdo, y cuando lo dicen me impaciento de inmediato. No se podr¨ªa desempe?ar un trabajo como el m¨ªo sin estar dotado de una paciencia de faquir.
P. ?Qu¨¦ es lo que m¨¢s le fatiga?
R. Hacer revivir todas las ma?anas una especie de hechizo, de embrujada seducci¨®n, en base al cual se logra tener unida a la heterog¨¦nea pandilla que forma una troupe cinematogr¨¢fica. Una especie de c¨ªrculo m¨¢gico en base al cual doscientas o trescientas personas, m¨¢s o menos de buena gana, aceptan participar en ese juego, en ese delirio que es el cine. La gran fatiga consiste en impedir que esta capa magn¨¦tica se rompa. Si aflojo la tension por un instante, aunque s¨®lo sea con un suspiro o con un momento de cansancio, me doy cuenta de que, de improviso, todos hablan en voz alta, ninguno hace ya nada, la jornada est¨¢ naufragando.
P. ?C¨®mo est¨¢ el cine hoy?
R. Me parece que ha perdido fascinaci¨®n, prestigio, autoridad.
P. ?De qu¨¦ depende?
R. De que el cine viv¨ªa del aspecto desconocido, ex¨®tico, del planeta. Ahora, hasta la familia m¨¢s modesta se va de vacaciones a Hawai y esto se paga, obviamente, en t¨¦rminos de lo imaginario. Despu¨¦s est¨¢ el mito de la mujer, la vamp, que era otra de las grandes fuerzas del cine. Tambi¨¦n esto se ha empobrecido mucho, terminado, reducido a lo cotidiano. Cuando nosotros ve¨ªamos a Jean Harlow o a Mae West, nos invad¨ªan emociones inmensas. ?D¨®nde est¨¢ hoy la platea que puede ser encantada por el cuerpo de una mujer, por la malicia de una sonrisa? La imagen ha perdido su fuerza de seducci¨®n on¨ªrica, de sue?o. Hoy se escupen im¨¢genes todo el d¨ªa. Luego est¨¢ el ritual perdido, porque para ir al cine se sal¨ªa de casa, la sala, las luces que se apagan, la oscuridad, la espera, las proporciones gigantescas de las im¨¢genes, de los cuerpos sobre la pantalla. Hoy la televisi¨®n lo miniaturiza todo, las dimensiones filsicas de la representaci¨®n y el sentido de lo que se ve.
Fascismo
P. El fascismo aparece con frecuencia en sus pel¨ªculas. ?Qu¨¦ sentimiento le produce?
R. Ha formado parte de mi panorama, desde luego. Con todas las dem¨¢s imposiciones, el pap¨¢, la mam¨¢, el sacerdote, que era tambi¨¦n el jerarca. Por otra parte, en aquella provincia romana algo est¨²pida y oscura, ?qui¨¦n pod¨ªa imaginar que se pudiera vivir de otra manera? Am¨¦rica, la democracia, para m¨ª eran Fred Astaire, que bailaba sobre las terrazas con fondo de rascacielos, o Greta Garbo, que nos miraba con aquel aire f¨²nebre, de directora. No exist¨ªa la posibilidad de imaginar que Nenni estaba en el exilio y Gramsci en la c¨¢rcel. Sobre la c¨¢tedra estaba esa especie de espantajo con la cacerola en la cabeza, y en la otra parte el Rey con un penacho de plumas, en medio el Papa, y debajo, peque?o, peque?o, el crucifijo. ?sta era toda la realidad. Pol¨ªtica y metaffisica.
P. Volvamos al motivo de esta entrevista. Feliz cumplea?os y nuestros buenos deseos de parte de todos nosotros, del mercurio. Usted, ?qu¨¦ desea para s¨ª en esta ocasi¨®n?
R. ?Qu¨¦ me dese¨¦ cuando ten¨ªa 59 o 40 a?os? Desde ni?o siempre tuve la tentaci¨®n de escabullirme los d¨ªas de las fiestas obligadas, de los aniversarios. ?Presunci¨®n? ?Narcisismo? ?C¨®mo se puede contestar? ?Y adem¨¢s, gratis?
Copyright La Repubblica / EL PA?S. Traducci¨®n: Jorge Onetti.
Las voces del campo
Pregunta. Est¨¢ por salir su ¨²ltimo filme, La voce della luna, ambientada en una regi¨®n ficticia emiliana muy real, Reggiolo. Esta pel¨ªcula, por primera vez desde Satyricon, nace de un libro, Il poema del lunatici, de Ermanno Cavazzoni.Respuesta. Cavazzoni es un gran profesor bolo?¨¦s de filosof¨ªa. El libro fue el. punto de partida, el pretexto, aunque despu¨¦s el desarrollo de la pel¨ªcula no ha tenido mucho que ver con el Ebro. Esa lectura hizo resonar dentro de m¨ª antiguas atm¨®sferas, asomos, veleidades, intenciones, personajes, situaciones f¨ªlmicas que nunca hab¨ªa plasmado y que yacen ah¨ª desde hace una cantidad de a?os, sepultados a cierta profundidad desde la cual siguen irradiando, haci¨¦ndose sentir.
P. ?Cu¨¢l fue el comienzo de esta historia?
R. Entre las cosas iniciales estuvo la fascinaci¨®n por el campo. Cuando era ni?o, en verano iba por un par de meses a Gambettola, un pueblo vecino de R¨ªmini. El campo fue para m¨ª un descubrimiento extraordinario, un escenario fabuloso, un poco m¨¢gico: los animales, los ¨¢rboles, los temporales, las estaciones, las relaciones de los campesinos con las bestias, el r¨ªo que, nosotros ve¨ªamos como un arroyuelo, el Marecchia.
P. ?Quien estaba en Gambettola?
R. Estaba la abuela Fraschina, que parec¨ªa la abuela de las f¨¢bulas, con la cara toda arrugada, el cuerpo delgado pero todo cubierto de ropas, siempre vestida de oscuro. Para castigarnos, con una ramita verde muy el¨¢stica nos daba algunos ligeros azotes, que nosotros recib¨ªamos aullando de manera desgarradora.
P. Al principio de la pel¨ªcula era el campo. ?Y despu¨¦s?
R. No lo s¨¦. Tal vez el campo y basta. Una historia entre p¨¢nica y m¨¢gica. Pero despu¨¦s ya no es para nada as¨ª. Porque el libro de Cavazzoni en realidad ha sacado a flote otra vieja idea m¨ªa, contar la historia del libro de Tobino Le libere donne di Magliano, esto es, el hospital psiqui¨¢trico, la locura, los delirios, las persecuciones. En definitiva, s¨®lo quer¨ªa hacer algo que no se pareciera a las pel¨ªculas que ya he hecho.
P. ?Y la historia? ?Lo que vulgarmente se llama la trama?
R. No hay.
P. ?Es una de sus habituales mentiras?
R. No, incluso le dir¨¦ m¨¢s. En este absoluto vac¨ªo narrativo inicial me ha dado fe, quiz¨¢ deber¨ªa decir que me ha proporcionado el descanso, la experiencia de la pel¨ªcul¨¢ anterior, Intervista. Con esa pel¨ªcula me pareci¨® haber comprendido que no ten¨ªa necesidad de historias ni de ideas. Que me bastaba con estar sentado junto a una m¨¢quina de tomas, en un puesto donde se pudiera encender alguna l¨¢mpara, rodeado de un equipo de caras confiadas y con ganas de partir de viaje... En suma, he dicho alguna vez, con un chiste al, estilo de las agencias de prensa, que Intervista es una pel¨ªcula que se ha hecho sola.
P. Esa pel¨ªcula, sin embargo, hablaba de esas cosas, del cine; as¨ª quiz¨¢ era m¨¢s f¨¢cil construir.
R. Yo no pensaba en absoluto que la manera de filmar pudiera convertirse en un sistema. En cambio, con algo de petulancia o irresponsabilidad he descubierto que ese modo de charlar, de hacer garabatos, pod¨ªa convertirse en un sistema. Esta vez lo he aplicado a una pel¨ªcula verdadera, con actores verdaderos, no s¨®lo a una charla m¨¢s o menos complaciente sobre mi trabajo de director.
P. Una pel¨ªcula con actores. Y actores c¨®micos: Benigni y Villaggio
R. Precisamente porque he tenido a estos dos actores que encarnan ambos el arquetipo de los actores c¨®micos, incluso en el sentido de callejeros, vagabundos; he podido, junto con ellos, formar un terceto que me ha permitido adentrarme con m¨¢s seguridad en una pel¨ªcula inventada d¨ªa a d¨ªa. Estoy de veras agradecido a Benigni y a Villaggio por la total espontaneidad, por la fe con que se adhirieron a la instituci¨®n de un itinerario que part¨ªa de lo oscuro y se adentraba en lo oscuro. Nunca tuvieron una marcaci¨®n clara, por decir algo. Llegaban al maquillaje con un trocito de papel que la tarde anterior yo hab¨ªa garabateado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.