Por amor al arte

J. M. Los viajes de grandes obras de arte como las que la pr¨®xima semana se van a reunir en el Museo del Prado tienen detalles que rozan la escenograf¨ªa de una novela policiaca. Secretos, cautelas, horas intempestivas..., y sobre todo parecen generar el mismo suspense, la misma emoci¨®n. La presencia de La Venus del espejo en Madrid fue duda hasta el ¨²ltimo instante; los vuelos en los que esta y otras obras se cambian en el ¨²ltimo momento; el despliegue policial es m¨¢s notorio que el que protege a, un jefe de Estado, y adem¨¢s todo ello se envuelve en una m¨¢gica cifra de dinero -algo parecido a un rescate- que se pagar¨ªa en caso de que la novela terminara mal. Cuarenta mil millones de pesetas fue la cifra que asegur¨® los cuadros viajeros de la exposici¨®n de Nueva York.

Michael Halston, conservador de la National Gallery y cuidador de La Venus en su traslado, no se separ¨® un solo instante de su pupila hasta dejarla en la silenciosa -y profunda- seguridad de los dep¨®sitos del Prado.

Cuando se desembal¨® La fragua de Vulcano en la rotonda de esculturas se estaba celebrando un final feliz. Los operarios, con las manos enguantadas en blanco como pulcros cirujanos de la sensibilidad, proced¨ªan como en un ritual. Cuando finalmente las transparencias y la cicl¨®pea presencia de la obra estuvieron al descubierto, periodistas y responsables de la escena sintieron haber asistido al momento de su creaci¨®n. Un sentimiento falso, como una novela, pero que forma parte de la cultura de nuestro tiempo. Tiene su rollo.