Quino
La mirada inteligente del pisoteado
Joaqu¨ªn Lavado, Quino, hizo un cesto con Mafalda; y ahora lleva unos a?os dedicado a demostrar que tambi¨¦n puede hacer ciento. Potentes, prepotentes e impotentes, el libro que present¨® ayer en Madrid, constituye una prueba m¨¢s de que quien sabe ali?ar la mimbrera, preparar la devanadera y dejar lista una fuerte urdimbre es capaz tambi¨¦n de repetirlo cien veces.Quino, nacido en Argentina hace 57 a?os, hijo de andaluces de Fuengirola, se ha nacionalizado espa?ol oficialmente -"siempre dije que soy espa?ol", recuerda- hace apenas un mes. Acaba de llegar a Madrid para instalarse en la capital espa?ola, y durante estos d¨ªas intenta principalmente orientarse por sus calles. "Ya conozco m¨¢s o menos las zonas", explica, "pero no sus ideolog¨ªas".
En Espa?a tiene muchos amigos que le orientar¨¢n, entre ellos Alberto Cortez y Joan Manuel Serrat. Y ahora est¨¢ deseando conocer a Antonio Gades, quien le emocion¨® hace unos meses cuando bailaba en la televisi¨®n argentina con Manuel de Falla a la partitura.
Este dibujante, conocido internacionalmente gracias a su Mafalda, dej¨® a aquella ni?a sabia y sus amiguetes en 1973, cansado del esfuerzo por no repetirse. Desde entonces se repite a s¨ª mismo sin repetir sus ideas.
El humor c¨¢ustico de las tiras con Guille, Manolito, Felipe y el resto de la cuadrilla aparece tambi¨¦n en este nuevo libro.
Los personajes no tienen nombre ahora, pero cada cual puede bautizarlos a su gusto con alguno conocido. El estilo de denuncia tan claro en Quino se enfrenta aqu¨ª -como en libros anteriores despu¨¦s de la etapa de Mafalda- a los prepotentes y a los potentes en defensa de los impotentes.
El l¨¢piz de Quino destroza, dibujo a dibujo, a todos los poderosos, pero con los propios argumentos que ellos utilizan, mientras que en tama?o menor resplandece la mirada inteligente del pisoteado.
En la mayor¨ªa de las vi?etas de este libro -110 chistes en 110 p¨¢ginas, editado por Lumen y vendido al precio de 1.500 pesetas- no predomina el di¨¢logo, sino el dibujo mismo convertido en met¨¢fora. Y muchas veces la combinaci¨®n de estas dos posibilidades.
Normalmente, Quino no arranca una simple sonrisa, sino que a menudo el lector puede tropezarse por sorpresa con el sonido de su propia carcajada. Conviene, por tanto, mirarlo en solitario para no despertar la curiosidad de los dem¨¢s pasajeros del autob¨²s, del resto de la concurrencia en la sala de espera, de los compa?eros de la oficina o de la azafata del puente a¨¦reo. Porque entonces meter¨¢n la nariz, se lo quitar¨¢n de las manos y se acab¨® la gracia.
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