Trompeta azul
Wallace Roney Cuarteto
Caf¨¦ Central. Madrid. Hasta el 25 de febrero.
Lejos del aparato propagand¨ªstico que envuelve la acci¨®n de Wynton Marsalis, el trompetista Wallace Roney est¨¢ construyendo su carrera paso a paso en v¨ªas de sustantividad. En estos d¨ªas ha podido desplegar parte de sus destrezas, desde el vigor en los registros altos hasta el sereno transcurrir de su trompeta en un plano bien cercano a Miles Davis. En cada uno de sus solos hay construcci¨®n y solidez, con un certero sentido de la tensi¨®n que hace que cada nota sea necesaria y deseable. Fuera de los ecos del aprendizaje -Miles Davis, Lee Morgan, Clifford Brown, pero tambi¨¦n la cita de Louis Armstrong de West End blues-, Roney es percibible ya como una nueva voz personal. As¨ª es valorado en la escena neoyorquina y as¨ª consta en su hoja de servicios: del descubrimiento por Art Blakey a la titularidad en el quinteto de Tony Williams, su trabajo como l¨ªder y sus prestaciones junto a m¨²sicos como Kenny Barron, Marvin Smith y Kenny Garrett. Roney es ya un joven primer espada all¨¢ en el santuario neoyorquino.En estos d¨ªas, el trompetista comparece con una secci¨®n r¨ªtmica nacional, habitual formaci¨®n del guitarrista Ximo Tebar, con el que han sido reconocidos en el ¨¢mbito de nuestra escena, siendo el grupo vencedor de la ¨²ltima edici¨®n del Concurso Nacional de Jazz para J¨®venes Int¨¦rpretes (Ibiza, 1989). Su encuentro en el escenario con una figura internacional lleva a plantear el estado de la cuesti¨®n de un jazz hecho en Espa?a que va venciendo pasos adelante -y as¨ª se ha escrito repetidamente en estas p¨¢ginas-, pero que a¨²n est¨¢ pendiente de una posible homologaci¨®n internacional.
Mejor¨ªa
Nuestro jazz mejora, pero tambi¨¦n parece cierto que hay un jazz de club de Nueva York y un jazz de club de Madrid, y no tienen por qu¨¦ ser los m¨²sicos los ¨²ltimos en saber las lagunas que habr¨¢ que cubrir para saltar el oc¨¦ano, mediante. En estas noches han trabajado sobre est¨¢ndares -muchos de ellos temario habitual del quinteto de Miles Davis de los a?os cincuenta: Bye bye, blackbird, I could write a book, Oleo..-, y la secci¨®n r¨ªtmica formada por Ricardo Belda (piano), Llu¨ªs Llario (contrabajo) y Jeff Jerolamon (bater¨ªa) ha presentado un trabajo honesto, con una cohesi¨®n apreciable y sin patinazos. Pero en el momento en que la trompeta azul de Roney emprende el vuelo, no se crea la din¨¢mica que ¨¦sta exige.
El jazz no es un arte de ejecuci¨®n, sino una m¨²sica que respira, que avanza en el continuo in tercambio de las voces, que s¨®lo se produce entre iguales. La sec ci¨®n ha mejorado de la inhibici¨®n del primer d¨ªa a noches sucesivas, pero tambi¨¦n han avanzado en la generosidad que conceden a sus propios solos (y su meta tal vez deba ser, en esta convocato ria, prosperar en la capacidad de servicio). Quedan noches, y voluntad y posibilidad de mejorarlas.
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