Chopin, por Weissenberg

El regreso a Madrid de Alexis Weissenberg, un pianista que nuestro p¨²blico considera como algo suyo convoc¨® gran cantidad de p¨²blico en la sala grande del Auditorio Nacional.Chopin, el fabuloso inventor instrumental, arm¨®nico y mel¨®dico, nos reserva siempre sorpresas sin l¨ªmite. Estos autores de larga e intensa perdurabilidad permiten a cada generaci¨®n, incluso a cada int¨¦rprete, el desarrollo de puntos de vista que, con frecuencia, resultan enormemente diversos entre s¨ª. El de Weissenberg se aleja de toda tentaci¨®n sensual para sumergirse en la m¨¢s rigurosa emoci¨®n est¨¦tica que emana de las propuestas chopinianas. Recordar ahora su ¨²ltima mazurca del viernes, su largo de la sonata, no es sino proporcionar referencias a la memoria. El gran pianista b¨²lgaro-franc¨¦s estaba inc¨®modo -por el exceso de calor, seg¨²n declar¨® al p¨²blico-, acusaba una falta de sosiego que perturb¨® en parte la belleza y perfecci¨®n que acreditan su personalidad. No todos los d¨ªas se toca igual, ni siquiera se escucha del mismo modo. Lo contrario, m¨¢s que raro, resultar¨ªa inhumano.

Con todo, all¨ª estaba Weissenberg para asombrarnos a cada paso con la simultaneidad y variedad de sus ataques, la calibrada continuidad de su canto, el fulgor y la fortaleza constructiva de sus formas y, en un d¨ªa adverso, la admirable lucha para sobreponerse y transmitirnos muchas cosas v¨¢lidas e importantes. El p¨²blico rode¨® al artista de constantes muestras de entusiasmo y afecto; vivi¨®, paso a paso, el combate de Alcides contra un Geri¨®n no de tres, sino de muchas m¨¢s cabezas, ocultas unas y evidentes otras. Todos esperamos la pr¨®xima cita con nuestro Alexis Weissenberg. Ojal¨¢ no se demore.