Viejo y nuevo
El cine africano es m¨¢s el resultado de un buen deseo que una realidad indiscutible. Los j¨®venes cineastas, frecuentemente formados en otros pa¨ªses, demuestran una terquedad encomiable para hacer pel¨ªculas en sus pa¨ªses, venciendo obst¨¢culos inauditos, el mayor de los cuales es la ausencia de una industria propia.Los africanos tienen una cultura riqu¨ªsima que nada tiene que envidiar -quiz¨¢ lo contrario- a la de los pa¨ªses occidentales-, pero no existe, en cambio, la costumbre de trasladar los hechos, las figuras y las creaciones de esas civilizaciones concretas al lenguaje de la c¨¢mara. Esto supone que las dific¨²ltades a las que debe enfrentarse cualquier cineasta africano aumentan hasta l¨ªmites disparatados cuando tiene que formar adem¨¢s a la mayor¨ªa de sus colaboradores, t¨¦cnicos, escritores e int¨¦rpretes antes de empezar a trabajar y dirigirlos de acuerdo con las exigencias de un medio como el cine, ajeno a todos esos presupuestos antropol¨®gicos.Testimonio
Yaaba (La abuela)
Direcci¨®n y gui¨®n: Idrissa Quedraogo. Fotograf¨ªa: Mathias Kalin. M¨²sica: Francis Bebey. Suiza-Francia-Burkina Faso, 1989. Int¨¦rpretes: Fatimata Sanga, Novfov Quedraogo, Rokietou Barry, Adama Quedraogo. Estreno: cine Renoir.
?frica es un inmenso continente, sin embargo, y los mismos inconvenientes no se dan en todos los territorios con la misma intensidad, porque las antiguas colonias que han logrado la independenc¨ªa hace tiempo y cuya lengua es la de sus dominadores no tienen id¨¦nticos problemas que Burkina Fasso, pongo por caso. Y sin embargo, contra viento y marea, Idrissa Quedraogo, nativo de este pa¨ªs, ha sabido esquivar los tremendos obst¨¢culos que se ha encontrado en su camino hasta realizar un proyecto semejante. Esta pel¨ªcula nos ofrece, sobre todo, el testimonio de una cornun¨ªdad inocente que se deja captar por la c¨¢mara con un asombro enternecedor.
Quedraogo ha optado sabiamente por la sencillez, evitando la menos complicaci¨®n, y mediante la relaci¨®n entre un ni?o de 12 a?os y una anciana solitaria nos cuenta c¨®mo es su pueblo, subrayando los rasgos de una cultura familiar-en la que el pulso biol¨®gico de la naturaleza se remansa en la relaci¨®n de dos generaciones separadas por muchos a?os y unidas por los lazos de la transmisi¨®n del conocimiento y el sentido de los valores fundamentales de la existencia.
La historia es sorprendente -especialmente por su brutal contraste con nuestra vida urbana occidental, menos l¨®gica y serena que la de esos personajes aparentemente ex¨®ticos- y nos conmueve porque no es frecuente encontrar en una pantalla esta mirada tierna y sin pretensiones. Ojal¨¢ los intentos fragmentarios de cine africano que han aparecido hasta ahora lleguen a consolidarse, sin perder,la fuerza aut¨®ctona, para que esas historias nos lleguen con m¨¢s regularidad y fortuna, y as¨ª aprendamos que hay otras muchas formas de vivir y amar, que pueden caber en la ventana cinematogr¨¢fica.
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