La 'Casa de mu?ecas' de Bergman
El montaje del cineasta y director teatral sueco se presentar¨¢ en Madrid
La compa?¨ªa Dramaten, de Estocolmo, que dirige el cineasta y director teatral Ingmar Bergman, volver¨¢ a actuar en Espa?a, dentro del X Festival Internacional de Teatro de Madrid. Presentar¨¢, del 14 al 17 de marzo, en el teatro Espa?ol, el montaje dirigido por Bergman de Casa de mu?ecas, del autor noruego Henrik Ibsen. El periodista sueco Leif Zern analiza en el siguiente art¨ªculo el montaje de Dramaten que se ver¨¢ en Madrid.
El tel¨®n se levanta con rapidez y de la c¨¢mara oscura surge una imagen gen¨¦rica de principios de siglo. En el sof¨¢, una madre lee para su peque?a hija un libro de cuentos infantiles; lo hace en un registro apenas audible, que acaba por confundirse con una pieza de piano.En torno reina -corno tantas veces en Bergman- una oscuridad ampulosa, s¨®lo que aqu¨ª tiene paredes. El cuarto diminuto -el hogar- est¨¢ ubicado en un espacio mayor, la sociedad, y con el correr de la noche se transforma en un universo, un cosmos humano. Un hogar en la Tierra. Las escenas en las que participan Nora, Torvald, el doctor Rank, la se?ora Linde y Krogstad, ocurren sobre una plataforma que se eleve sobre el centro del escenario. Fuera de este cuadril¨¢tero hay sillas alineadas, y detr¨¢s de estas sillas abandonadas a la oscuridad aparecen apenas visibles las paredes parcamente iluminadas por la luz que se filtra entre las ventanas enrejadas.
La escenograf¨ªa de Gunilla Palmstierna-Weiss resulta tan gemal como la lectura que Bergman hizo de la obra de Ibsen. Derriba el espacio naturalista, renueva el estereotipo temporal y abre el escenario a posibilidades nuevas y espectaculares.
Las primeras sensaciones tienen que ver con la totalidad de la obra. Los actores aguardan hacer su entrada entre los corredores de la escena y la oscuridad c¨®smica que los rodea, sentados o de pie, siempre alertas, imbuidos en sus papeles a la vez que absorbidos por s¨ª mismos, por todo lo que se juega sobre el escenario.
El efecto es inmediato: no s¨®lo aparece respetado el drama de un matrimonio y algunas significaciones de importancia, sino que a partir de los personajes perif¨¦ricos se materializa una estructura similar a la que mantienen ciertas m¨²sicas de c¨¢mara, en este caso con cinco tonos equivalentes. Las voces que callan al abandonar la escena perduran en ella: siguen vibrando.
La Nora compuesta por Pernilla Oestergren es, por supuesto, la solista, pero en todo momento se ve relacionada tanto con el Torvald de Per Mattsson como tambi¨¦n -y mucho- con la se?ora Linde de Marie Richardson, el doctor Rank de Erland Joseplison y el Krogstad de Bj?n Granath. Esta simetr¨ªa modifica por completo la ambiciosa pol¨¦mica sobre el teatro contempor¨¢neo en un juego de vidas (quiz¨¢ no un juego de ensue?os). Como un recuerdo que se va decolorando lentamente, la vida se presenta bajo la forma de una totalidad de relaciones entrelazadas y destinos paralelos. Entre acto y acto, el living que se proyecta fotogr¨¢ficamiente sobre una pantalla se toma m¨¢s y m¨¢s amarillo. El gran angular de la c¨¢mara abarca tanto al presente como al pasado. Los personajes secundarios abandonan sus existencias sombr¨ªas, crecen en formato y terminan por atrapar con sus vidas las ra¨ªces del coraz¨®n dram¨¢tico.
Cinco tragedias
Ingmar Bergman es el primero en descubrir que Casa de mu?ecas es, en realidad, cinco tragedias. La ¨²nica ocasi¨®n en la que me sent¨ª levemente inquieto fue cuando la primaveral Nora y la luctuosa se?ora Linde se reconcil¨ªan en el primer acto, sentadas sobre el sof¨¢ de felpa. La joven, plet¨®rica de alegr¨ªa, es una esposa adolescente que no puede estarse quieta; se arrefiana arrojando una pierna sobre la otra, permitiendo a las trabillas de sus zapatos bambolearse como un ave de paso que acaba por aterrizar sobre su rama. Junto a ella, la amiga de visita luce p¨¢lida, un color ratonil, tiesa como una estaca helada, sofocada por continuos ataques de tos que ahogan su pecho reseco; su deseo de la vida aparece tiznado por tristeza y pesadumbre.El contraste entre ambas parece un poco pedag¨®gico, pero se trata de un acorde fundamental que gana s¨²bitamente en complejidad. De las cenizas de Marie Richardson surge una presencia poderosa, sobre todo cuando entra en combinaci¨®n con el Krogstad de Bj?rn Granath, que en una suerte de efecto especular extrae de ella la energ¨ªa de su actuaci¨®n. De improviso se encuentran all¨ª como dos abrias gemelas, ella envuelta en su capa negra; ¨¦l, en su negra chaqueta. Si bien es cierto que sus tr¨¢gicos destinos ya se encuentran entrelazados en el original de lbsen -la viuda y el usurero-, Bergman, en su particular lectura, no los ubica en el abismo, sino en un desarraigo compartido, pleno de nostalgia y dolor.
El retrato del matrimonio se ve as¨ª enriquecido por aquellos milagrosos caminos que se hallan en la periferia, por las experiencias de los otros. La Nora de Pernilla Oestengren y el Torvald de Per Mattsson viven un amor que no es m¨¢s que la c¨¢scara que recubre un vac¨ªo infinito. No solamente debido a que ella es inmadura y quebradiza, en tanto que ¨¦l semeja una suerte de marioneta, algo alocado con su espalda erecta y su sonrisa estudiadamente militar. Cuando ella le informa que no le ama, que lo que existe entre ellos no es amor, la puesta en escena ya le ha dado la raz¨®n. A su matrimonio le falta sobre todo aquello que yo supongo tanto Berginan como lbsen consideran como la base existencial misma del amor: la aceptaci¨®n de las debilidades del otro.
La puesta en escena de Casa de mu?ecas por Ingiriar Berginan trata s¨®lo en una escala menor las presiones y la lucha sexual que se dan en el seno de una pareja. Antes bien, prefui¨® dar rienda suelta a cinco papeles abocados en la b¨²squeda de una verdad com¨²n, y a mi entender, en esta b¨²squeda incluy¨® al p¨²blico. En mi caso personal, me vi movido y conmovido, prendido y comprendido.
es redactor jefe de la secci¨®n de Cultura del diario sueco Expressen.
Traducci¨®n: Christian Kupchik.
Babelia
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