Instinto de muerte
EL MISMO d¨ªa, tal vez en el mismo momento en que algunos dirigentes de Herri Batasuna volv¨ªan a ahuecar la voz para alardear de su deseo sincero de paz, manos an¨®nimas realizaban el gesto banal de depositar en un buz¨®n -en varios buzones, a¨²n no se sabe en cu¨¢ntos- sobres destinados a asesinar o mutilar a seres humanos. A magistrados o a empleados de Correos, a un teniente en la reserva o al vecino de un polic¨ªa. Los de la voz hueca han vuelto a cubrirse de rid¨ªculo, pero no se atrever¨¢n a levantarla ante quienes los han colocado en esa posici¨®n. Quien manda, manda. Podr¨ªa pensarse que no es congruente reclamar una negociaci¨®n y simult¨¢neamente sembrar los buzones de cartas explosivas. As¨ª es, excepto si se considera que lo que se persigue con la apelaci¨®n a la negociaci¨®n es justamente hallar nuevas coartadas para seguir matando. Desde hace bastantes a?os, la b¨²squeda de esas coartadas es la principal actuaci¨®n en el terreno, digamos intelectual, de los jefes de ETA. Tambi¨¦n de algunas personas que han hecho de su adhesi¨®n a lo que esas siglas representan una forma de vida.Si hubiera paz, ?a qu¨¦ se dedicar¨ªan esas personas? Si se lograse un acuerdo que permitiera la reinserci¨®n social de todos los activistas, ?c¨®mo ser¨ªa recibido en su pueblo el que orden¨® matar a Yoyes? La incongruencia de ETA y de sus amigos no depende de una insuficiencia cerebral, o no s¨®lo de eso. Tambi¨¦n influye la naturaleza contradictoria de los sentimientos que la perspectiva de paz suscita en los terroristas. En general, los que est¨¢n en la c¨¢rcel sin verse libres de esa contradicci¨®n tienden a tomarse en serio la posibilidad de una salida negociada. Pero otros muchos, y no s¨®lo entre los que personalmente matan o mandan matar, experimentan el v¨¦rtigo de una situaci¨®n en la que ellos dejasen de ser un factor de alarma social. Un factor capaz de producir miedo. En ning¨²n documento, p¨²blico o interno, ha afirmado nunca ETA su intenci¨®n de dejar las armas definitivamente. De lo que se habla en ellos es de la conquista, mediante la negociaci¨®n, de posiciones m¨¢s ventajosas para el desarrollo cualitativo de la violencia revolucionaria. De ah¨ª que los discursos del terrorismo sobre la negociaci¨®n incluyan siempre condicionantes que la hagan imposible. Pero los l¨ªmites de lo posible fueron n¨ªtidamente marcados hace dos a?os por los partidos democr¨¢ticos vascos al negar a ETA cualquier representatividad para hablar en nombre de los ciudadanos vascos. Entonces, el papel de la consigna de la negociaci¨®n pol¨ªtica en la estrategia de ETA es el de fijar objetivos que por una parte justifiquen retrospectivamente el recurso a la violencia y por otra renueven indefinidamente la necesidad de seguir en la brecha.
Con todo, la comisi¨®n de expertos que por encargo del Gobierno vasco investig¨® hace algunos a?os el problema de la violencia pol¨ªtica en Euskadi recomend¨® no excluir nunca expl¨ªcitamente la perspectiva de la negociaci¨®n. Ello parece razonable, porque ciertamente no es una cuesti¨®n que afecte unicamente a unas decenas de activistas. Sin alguna forma de negociaci¨®n que permita a los presos y militantes clandestinos regresar a sus casas ser¨ªa imposible la reconciliaci¨®n, sin la que, a su vez, no habr¨ªa paz en Euskadi. Pero la experiencia ha demostrado que ETA s¨®lo aceptar¨¢ una negociaci¨®n viable si se encuentra muy debilitada. Una negociaci¨®n viable: en los t¨¦rminos fijados en el Pacto de Ajuria Enea. Muy debilitada: tanto, que la presi¨®n de los presos y la de los sectores menos fanatizados de HB venza las resistencias de los partidarios de morir matando. Dicho de otra manera: cuando el instinto de vida venza en la conciencia de los jefes de ETA a la fascinaci¨®n por la muerte. Pero no sabemos cu¨¢ndo llegar¨¢ ese momento. Peri¨®dicamente conviene hacer un sondeo, sin que quepa acusar de irresponsabilidad a quienes, dentro de los l¨ªmites marcados en Ajuria Enea, adelanten iniciativas en tal sentido. Porque no por dejar de hacerlo dejar¨ªa ETA de matar. Aunque parece claro que el momento no ha llegado todav¨ªa.
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