Irse
El mundo cambia, y nosotros con esos pelos. Mientras las canciller¨ªas de Europa otean el Este, el gran debate de Espa?a sigue siendo Sevilla y la fragancia racial de los chorizos. El chavarrismo period¨ªstico que nos invade no debe ser la ¨²nica causa de esa epopeya de despachos que se llevan los Guerra. La cosa interesa, ya sea para confundir o para que no nos confundan. Ya ser¨ªa hora de hablar menos de los pol¨ªticos y m¨¢s de la pol¨ªtica, no vaya a suceder que los leng¨¹etazos b¨ªfidos de alg¨²n lagarto acaben desprestigiando al conjunto del terrario. A los pol¨ªticos -lo dec¨ªa Bentham- se les ha de dar la m¨¢xima responsabilidad, pero tambi¨¦n la m¨ªnima confianza. Es bueno que el pueblo siempre est¨¦ vigilante ante todos los poderes. Y lo ¨²nico cierto y comprobado es que en este pa¨ªs hay una sospecha de deshonestidad que afecta a los tradicionales abanderados de la honestidad. El mantenimiento de ese equ¨ªvoco nunca est¨¢ justificado, entre otras cosas porque los chanchullos de la derecha s¨®lo vinculan a su autor, pero los chanchullos de la izquierda vinculan a cuantos intentaron que el mundo fuera m¨¢s de todos y menos de los listillos.Ciertos espect¨¢culos recientes basados en la fuga hacia adelante son el resultado de ese turmix verbal que convierte las ideolog¨ªas en una papilla agridulce para millones de electores disfrazados de beb¨¦s. Pero la izquierda nunca acept¨® la prioridad de las personas a costa de la idea. La pol¨ªtica es, efectivamente, ¨²til. Son los pol¨ªticos los que a veces pierden su utilidad y se enfangan en mentiras y omisiones. De ellos se espera entonces la lucidez de los an¨¢lisis y la serenidad de los recesos. Cuando el l¨ªo de uno arrastra el buen hacer de tantos, de entrada hay que irse, y despu¨¦s aclararlo. Felipe Gonz¨¢lez conoce las mieles de la marcha y el retorno. Y el modelo sigue vigente para una izquierda en cuyos actos siempre se espera encontrar todav¨ªa la grandeza de la ejemplaridad y la l¨®gica de la raz¨®n por encima de la chuler¨ªa.
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