EE UU alquila Panam¨¢, pero no paga
El presidente Endara inicia una huelga de hambre atenazado por la decepci¨®n y el descontento
Dos meses despu¨¦s de la invasi¨®n de Panam¨¢, EE UU mantiene un control casi absoluto sobre el pa¨ªs centroamericano. Sin embargo, no conforme con la atenci¨®n que le est¨¢n prestando sus aliados norteamericanos, el presidente Guillermo Endara entra hoy en su tercer d¨ªa de huelga de hambre para protestar por la falta de ayudas econ¨®micas de Washington. No se han cumplido las previsiones que el entorno del actual jefe del Estado paname?o hab¨ªa hecho sobre la eventual lluvia de d¨®lares que se esperaba tras la intervenci¨®n armada que le llev¨® al poder.
La decepci¨®n y el descontento aumentan en un pa¨ªs que tiene que hacer frente a la reconstrucci¨®n y ni siquiera puede contar para ello con los fondos que EE UU retuvo al Gobierno del defenestrado Manuel Antonio Noriega y que a¨²n no han sido desbloqueados.Como respuesta a la huelga de Endara, el presidente George Bush acord¨® el jueves en Washington restablecer el trato preferencial para los productos de Panam¨¢. Un mes despu¨¦s de la invasi¨®n norteamericana del 20 de diciembre, el presidente Bush prometi¨® a Endara que otorgar¨ªa ayuda directa e indirecta a Panam¨¢ por valor de 1.000 millones de d¨®lares para contribuir a la reconstrucci¨®n econ¨®mica de Panam¨¢. Sin embargo, el Congreso todav¨ªa no ha dado luz verde a esa propuesta. Endara, con un peso aproximado de 160 kilos, ya rebaj¨® 20 en septiembre cuando. Protagoniz¨® otra huelga de hambre, pero contra Noriega.
El general Marc Cisneros se re¨²ne todos los s¨¢bados por la ma?ana con Ricardo Arias Calder¨®n, ministro de Gobierno y Justicia. El general norteamericano de origen hispano y el dirigente democristiano estructuran la nueva fuerza p¨²blica que el Comando Sur del Ej¨¦rcito de EE UU est¨¢ organizando a su imagen y semejanza con los restos de las Fuerzas de Defensa de Noriega.
Nacido en Tejas, Marc Cisneros tiene hoy d¨ªa m¨¢s trabajo que antes de la invasi¨®n norteamericana. Aparte de sus responsabilidades como jefe del Ej¨¦rcito Sur, unidad principal del Comando Sur, Cisneros recorre con frecuencia el pa¨ªs del Canal. Ha reemplazado a su ex amigo Noriega en las tareas de seguridad de Panam¨¢.
Hace pocos d¨ªas, en el aeropuerto de la ciudad de David, a 50 kil¨®metros de la frontera con Costa Rica, Cisneros hizo ver al jefe de la fuerza p¨²blica, coronel Eduardo Herrera, que algo estaba mal colocado. Al d¨ªa siguiente, el busto del general Omar Torrijos hab¨ªa sido retirado del lugar. Herrera, que parece estar a gusto con sus jefes norteamericanos, cay¨® en desgracia cuando particip¨® desde Israel (donde era embajador) en el fallido golpe contra Noriega del 16 de marzo de 1988.
Megrath y la liberaci¨®n
La mayor¨ªa de los paname?os aprueba esta nueva situaci¨®n, y m¨¢s de una muchacha ha ofrecido su cuerpo a los marines -30.000 aproximadamente- que protagonizaron la invasi¨®n. El propio arzobispo de Panam¨¢, Marcos Gregorio Mcgrath, ha pedido a la poblaci¨®n, cat¨®lica en un 95%, que no hable de invasi¨®n, sino de "liberaci¨®n".
"?se es el precio que hab¨ªa que pagar" es una frase ya com¨²n entre los que justifican y califican de moral la acci¨®n decidida por el presidente George Bush, entre otras cosas para defenestrar a Noriega, destruir a las Fuerzas de Defensa y devolver la democracia. Por esa raz¨®n, poca gente presta importancia a Pedro (el mec¨¢nico de autobuses viejos), a Burt Lancaster, a Porky, a Platero, a la sorda o a la abuelita que viv¨ªa sola -todos residentes en el barrio de El Chorrillo-, o a los otros 2.000 muertos como consecuencia de la invasi¨®n. M¨¢s preocupados est¨¢n en EE UU los editorialistas de The New York Times, molestos porque las tropas de ocupaci¨®n allanaron las sedes y decomisaron los archivos de la mayor¨ªa de los partidos, entre ellos el Revolucionario Democr¨¢tico (PRD).
Las tropas norteamericanas, por el contrario, son aclamadas en las calles, y grupos ultraderechistas muy pr¨®ximos al Gobierno de Endara han escrito a Bush pidi¨¦ndole que no se lleve a los marines. "?Qui¨¦n nos va a proteger entonces?", se preguntaba un poderoso empresario. Oficiales del Comando Sur han expresado en forma privada su descontento porque los vecinos han resuelto l¨ªos personales llamando a los marines con la acusaci¨®n de que en determinadas residencias hab¨ªa armamento. "No sab¨ªamos que hab¨ªa tanto sapo (delator) en este pa¨ªs", dijo un coronel norteamericano.
A estas voces se unen otras que, con todo desparpajo, solicitan que siga la ocupaci¨®n, y se molestan porque desde pa¨ªses latinoamericanos se pida el fin de la misma. No se fian para nada de la nueva fuerza p¨²blica, y temen que, una vez que las tropas de ocupaci¨®n vuelvan a sus bases, concentradas en las riberas del Canal, entonces las calles sean escenario de atentados y de desorden social.
Aunque las tropas de refuerzo para la invasi¨®n han regresado en su mayor¨ªa a Estados Unidos, los aproximadamente 13.000 hombres que integran el Comando Sur se pasean por todo el pa¨ªs. Antes de la invasi¨®n, y seg¨²n los tratados Torrijos-Carter, esas tropas ten¨ªan un ¨¢rea restringida.
Los l¨ªderes del nuevo Gobierno -que en la oposici¨®n triunfaron en forma abrumadora el 7 de mayo de 1989 frente a los candidatos de Noriega- han firmado con la Casa Blanca un siniestro trueque: se acaba la dictadura militar a cambio de un protectorado. Seg¨²n los historiadores, el nuevo Gobierno se asemeja al que surgi¨® en 1903, cuando EE UU independiz¨® a Panam¨¢ de Colombia para terminar de construir el Canal, proyecto en el que hab¨ªan fracasado los franceses. Quince d¨ªas despu¨¦s de la independencia, las autoridades de entonces, a trav¨¦s del franc¨¦s Phillipe Buneau Varilla, cedieron "a perpetuidad" 2.000 kil¨®metros cuadrados para que fuera construida la gran zanja interoce¨¢nica.
Los pelos de punta
A los l¨ªderes del nuevo Gobierno se les ponen los pelos de punta cuando escuchan la palabra ej¨¦rcito. Quieren m¨¢s bien crear una polic¨ªa sobre la que puedan tener control en todo momento. Sin embargo, en ning¨²n momento se han planteado la retirada completa del Ej¨¦rcito de EE UU, cuyo Comando Sur permanece en Panam¨¢ desde 1917. Unos 200 consejeros norteamericanos, principalmente oficiales retirados, participan en todas las tareas de gobierno. Un coronel retirado expres¨® recientemente su malestar porque la influyente C¨¢mara de Comercio de Panam¨¢ le propuso construir un gran centro comercial en El Chorrillo, barrio contiguo al cuartel general de Noriega que fue arrasado por la invasi¨®n. En El Chorrillo resid¨ªan, entre la pobreza y la miseria, unas 25.000 personas.
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