Come y calla
La secuencia suele ser m¨¢s o menos as¨ª. En alguno de los valles de la sociedad, alguien, un grupo, un espont¨¢neo, una multitud a veces, ejerce el human¨ªsimo derecho de la protesta. Algo va mal y se exige del poder que act¨²e y que corrija. Aparece entonces el poder y dice: "Est¨¢is equivocados. Lo que ped¨ªs no tiene sentido porque no dispon¨¦is de toda la informaci¨®n". Ante esta curiosa explicaci¨®n, los protestones no dudan ni un momento: "Dadnos la informaci¨®n, pues". Y el poder, remoloneando, balbucea hasta que la protesta se disuelve como azucarillos en un caf¨¦ cansado. Desde la quiebra del antiguo r¨¦gimen cre¨ªamos que para intervenir en el mundo bastaba ser ciudadano. Ahora la intervenci¨®n est¨¢ reservada a los expertos. Solchaga ya ha advertido que la econom¨ªa s¨®lo es para los que saben de econom¨ªa. Los dem¨¢s, a comer y a callar, y el mundo, a gozarlo, pero nunca a transformarlo. Al fin y al cabo, pobres ingenuos, nunca dispondremos de toda la informaci¨®n. Ser¨ªamos -?ah, terror!- demasiado iguales.El poder de todos los colores y en todos los ¨¢mbitos siempre se basa en esa informaci¨®n excedentaria que distingue al jefe del com¨²n de los ciudadanos. Pero lo curioso es la rapidez con que el poder progresista se resiste a distribuir la informaci¨®n. Poseer toda la informaci¨®n significa estar informados tambi¨¦n de los propios l¨ªmites. Es aceptar que son susceptibles de corrupci¨®n, que es imprescindible gustar a los banqueros, que no siempre lo m¨¢s l¨®gico es lo m¨¢s conveniente y que la realidad es m¨¢s importante que la idea. Fueron de los nuestros, pero desde que tienen toda la informaci¨®n ellos son otros, y nosotros, los de siempre. Administran los pros y los contras, pero a nosotros s¨®lo nos autorizan a tener los contras. A veces, cuando el poder tiene toda la informaci¨®n, se da cuenta de que no tiene ning¨²n poder. Siempre, en alg¨²n lugar, habr¨¢ alguien m¨¢s informado para hacer que callen y nos callen.
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