Mon¨®logo en im¨¢genes

Shirley Valentine procede del teatro y los autores de la pel¨ªcula no se han esforzado mucho en disftazar este origen. Hay que agradec¨¦rselo.As¨ª, con esta explicitud de por medio, se entienden mejor las muchas limitaciones del filme y algunos de sus no menos numerosos artificios, destinados a dar por decreto en im¨¢genes a lo que en su origen era s¨®lo un rosario de palabras sin soporte visual espec¨ªfico. Para mayor evidencia, el autor de la obra teatral, Willy Russell, es tambien el autor del gui¨®n de la pel¨ªcula: teatro filmado con todas las de la ley, por consiguiente.

Shirley Valentine, aun teniendo despuntes de riqueza -sobre todo en los vivos dialogos y en la meticulosa y agil¨ªsima composici¨®n del personaje protagonista, casi el ¨²nico personaje con verdadera entidad, pues el resto le sirven a ¨¦l, o m¨¢s exactamente a ella, de muletas para autodefinirse- tiene este irremediable vicio de fondo.

Se puede ver y efectivamente se ve con agrado esta interesante pel¨ªcula, pese a que lleva dentro algunos rasgos bulones un poco sombr¨ªos. Pero lo cierto es que nada m¨¢s ni nada mejor hay que deducir de ella. Es parte del nutrido cap¨ªtulo del cine de segunda o tercera clase. No pasar¨¢, aunque le caiga de rebote alg¨²n oscar dentro de unas semanas, a la historia de cine, pero tampoco ser¨¢ en ella un mal borr¨®n que haya que extirpar u olvidar. Letra menuda, casi invisible, de esa historia.

Por ello Pauline Collins merece estar, como efectivamente est¨¢, entre las candidatas feneninas a un oscar de interpretaci¨®n. La capacidad de engatusamiento que tiene esta expert¨ªsima comedianta brit¨¢nica es m¨¢s que considerable y s¨®lo por verle actuar merece la pena transitar sobre la epidermis -es lo ¨²nico que contiene- de esta pel¨ªcula de producci¨®n estadounidense y trasfondo brit¨¢nico, que el realizador

Lewis Gilbert, -recordemos de ¨¦l su curiosa Affle y alg¨²n mediocre 007 de la zona tard¨ªa de la serie- sostiene con mucha habilidad y muy escaso talento.