Se nos va Mary Poppins
Cada d¨ªa y en todo el mundo dimiten aproximadamente un millar de secretarios o asistentes. Pero secretarios como Prenafeta hay muy pocos. De ah¨ª la noticia. Y de ah¨ª tambi¨¦n la inc¨®gnita: ?De qui¨¦n hablamos cuando hablamos de Llu¨ªs Prenaf¨¦ta? ?De un secretario o de un asistente? ?De una persona que guarda y administra celosamente las verdades o de un simple valet de chambre que recoge las confidencias de Pujol cuando el presidente se pone los rulos y se limpia el r¨ªmel de seducir? Tal vez no es ni una cosa ni otra, sino ese personaje universal que la naturaleza ha puesto ah¨ª, cerca del jefe, como profilaxis ante la perfecci¨®n absoluta de los gobernantes o de los mes¨ªas.Prenafeta ha sido durante estos 10 a?os el escudero de un quim¨¦rico Quijote, pero tambi¨¦n el tentetieso de todos los garrotazos de la oposici¨®n, el titiritero de los propagandistas creyentes y el martillo de los periodistas herejes. Prenaf¨¦ta ha hecho de la proximidad fisica una virtud y de la proximidad doctrinal, un accesorio. Creci¨® en el mundo de la empresa pura y desalmada y adapt¨® la pol¨ªtica a las claves del mercado y no a la l¨®gica de las ideolog¨ªas. As¨ª han pasado 10 a?os. El tiempo redondo para que las almohadas se endurezcan y para que el mercado, como el cartero, llame a la puerta de Prenaf¨¦ta por segunda vez. "La pol¨ªtica no es mi mundo, pero a este mundo le he dedicado los mejores a?os de mi vida", dec¨ªa ayer en las pen¨²ltimas copas de la revelaci¨®n y del adi¨®s. Pero, como buen pol¨ªtico, ment¨ªa. Tal vez porque los mejores a?os de Prenafeta est¨¢n todav¨ªa por llegar y ese es, en el fondo, el human¨ªsimo motivo de tanto rompe y rasga. Ese, o los fiscales, que tambi¨¦n son humanos, claro.
Dificilmente sabremos si la pol¨ªtica us¨® a Llu¨ªs Prenafeta o fue Prenaf¨¦ta quien abus¨® de la pol¨ªtica. Pero sobre el terreno ha sido un gran defensa central que deten¨ªa los ataques mientras su cliente arengaba a su p¨²blico. Este se?or peque?ito, del que se dec¨ªa que para ponerse en pie ten¨ªa que bajarse de las sillas, ha tenido el m¨¦rito de barnizar de cierto sentido com¨²n las ensofiaciones a veces incontroladas de su se?orito. Prenafeta entr¨® en la leyenda precisamente por ese sentido del poder que valoraba antes lo ¨²til que lo incondicional y que, contrariamente a Pujol, aspiraba m¨¢s a neutralizar al enemigo que a premiar a los amigos. De ah¨ª los celos inclementes de los propios. En la Verona convergente, Roca y sus Capuletos mantuvieron durante a?os una lucha sorda con los Montescos de Prenafeta, hasta que llegaba Pujol y pasaba una mano sobre el lomo erizado de sus dos mastines y una paz gru?ona ca¨ªa sobre los centuriones.
Como buen vendedor de postales, oblig¨® a su jefe a viajar sin descanso para comprobar que el mundo era redondo y que con una televisi¨®n propia todo cuadraba. Ahora se va, pero Pujol ya est¨¢ domesticado. Prenafeta dijo ser un pol¨ªtico amateur pero quiere enriquecerse como un profesional. Se lleva sus secretos de alcoba y el presidente pierde a su inseparable Mary Poppins. Lleg¨® de institutriz y se va de Maquiavelo. Genial metamorfosis.
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