Nicaragua como una oportunidad democr¨¢tica
El 23 de febrero de 1985 publiqu¨¦ un art¨ªculo en EL PA?S con este mismo t¨ªtulo, afirmando, entre otras cosas, que en el Gobierno sandinista y en el cuerpo de funcionarios hab¨ªa muchos cat¨®licos practicantes y marxistas no ortodoxos, y que la econom¨ªa mixta inclu¨ªa grandes sectores privados y cooperativas, especialmente en la agricultura y en la industria alimentaria. Los d¨ªas 2, 3 y 4 del mismo a?o, en el mismo peri¨®dico, despu¨¦s de una visita de dos semanas a Nicaragua, escrib¨ª que en las calles de Managua y en las sedes de varios partidos pol¨ªticos de la oposici¨®n hab¨ªa o¨ªdo todas las cr¨ªticas negativas, pol¨ªticas y econ¨®micas que hab¨ªa le¨ªdo previamente en la Prensa mundial. Estuve de acuerdo con los cr¨ªticos del r¨¦gimen en que los resultados oficiales de las elecciones de 1984 hab¨ªan exagerado el margen de la victoria sandinista y en que en las atestadas prisiones se violaban espor¨¢dicamente los derechos humanos. No obstante, como resultado de mis observaciones, estaba convencido tambi¨¦n de que Nicaragua no era en modo alguno una dictadura totalitaria comparable a las dictaduras contempor¨¢neas de la Europa del Este o con las muchas dictaduras de derechas del siglo XX en Latinoam¨¦rica.En este art¨ªculo desear¨ªa comentar la nueva situaci¨®n y las perspectivas que se ofrecen con la victoria electoral de la coalici¨®n antisandinista el 25 de febrero. Nadie duda de la honestidad de las elecciones ni del car¨¢cter tajante de los resultados. Sin embargo, me parece que tanto los vencedores conservadores como los perdedores, conmocionados psicol¨®gicamente, han ofrecido interpretaciones exageradas del significado de estos resultados. El 55% de los votos de Violeta Chamorro no eran ni una confirmaci¨®n de la contra y de los millonarios exiliados en Miami ni un repudio de las reformas sociales revolucionarias en sanidad y educaci¨®n de los sandinistas.
Ante una coalici¨®n de 14 peque?os partidos, cuyos programas son mutuamente contradictorios y gran parte de sus l¨ªderes son muy poco conocidos, la mayor¨ªa nicarag¨¹ense no estaba votando un programa, sino a una persona y lo que esa persona simboliza. Violeta Chamorro es la viuda de un director de Prensa liberal asesinado por el r¨¦gimen de Somoza. Tiene cuatro hijos mayores, dos de los cuales son sandinistas, y los otros dos, contrarios al r¨¦gimen sandinista. En los discursos de su campana y en sus primeras declaraciones despu¨¦s de la victoria, firmes pero conciliadoras, ha demostrado de firma convincente su confianza en la democracia pol¨ªtica y su deseo de instaurar la paz y la reconciliaci¨®n nacional en el pueblo de Nicaragua despu¨¦s de a?os de sufrimiento. Desde un punto de vista positivo, el voto de la mayor¨ªa se ha decidido por esa imagen y esa esperanza.
No obstante, como es l¨®gico, despu¨¦s de 10 a?os de continuas guerras y de boicoteo econ¨®mico por parte de la mayor¨ªa de las naciones m¨¢s poderosas de la Tierra, la gente ha votado contra la guerra, contra la penuria, contra las cartillas de racionamiento, contra la burocracia y contra la perspectiva de m¨¢s a?os de servicio militar. Ha votado a una candidata que cuenta con el apoyo de las potencias exteriores y que en el mejor de los casos ser¨¢ capaz de lograr un alivio econ¨®mico dentro de un marco pol¨ªtico democr¨¢tico. Los abatidos sandinistas tienen que recordar que uno de los estadistas m¨¢s admirados del mundo democr¨¢tico, Winston Churchill, fue derrotado en las elecciones de 1945 por una mayor¨ªa que estaba cansada de cinco a?os de guerra, penuria, cartillas de racionamiento, y que pensaba que alguien que no hubiese sido su l¨ªder en tiempos de guerra podr¨ªa estar mejor preparado para lograr la recuperaci¨®n econ¨®mica y las reformas sociales necesarias.
Las equivocaciones de las organizaciones electorales, tanto de los sandinistas como de los antisandinistas, demostraron algo que hab¨ªa sido olvidado con demasiada frecuencia por los fan¨¢ticos de la derecha y de la izquierda. Las elecciones funcionan bien en un pa¨ªs totalmente democr¨¢tico cuando la gente no teme decir lo que realmente piensa. Bajo una dictadura estalinista o bajo infames dictaduras de derecha, como aquellas de los generales argentinos o del general Stroessner en Paraguay, Somoza en Nicaragua y un largo etc¨¦tera de dictadores asi¨¢ticos, africanos y latinoamericanos, las elecciones son totalmente in¨²tiles. Tambi¨¦n llevan a enga?o en un r¨¦gimen revolucionario populista cuando, incluso si la gente no est¨¢ bajo el terror fascista o estalinista, est¨¢ sujeta a muchas presiones muy sutiles de comit¨¦s vecinales, oficiales de polic¨ªa amigos, etc¨¦tera.
La honestidad de la elecci¨®n es una confirmaci¨®n de la honradez de los sandinistas, que ganaron unas elecciones menos ejemplares, pero todav¨ªa bastante honestas, en 1984, y que desde entonces se han comprometido en todos los foros internacionales a celebrar unas elecciones decorosas en 1990. El importante papel de los observadores internacionales ha sentado tambi¨¦n un precedente que esperamos deber¨ªa aplicarse en muchos pa¨ªses. Al igual que las tres d¨¦cadas de actividades de Amnist¨ªa Internacional y otras organizaciones de derechos humanos han logrado un conocimiento de los derechos humanos a nivel internacional y considerables mejoras en el destino de los prisioneros de conciencia en muchos pa¨ªses con reg¨ªmenes no democr¨¢ticos, la aceptada supervisi¨®n internacional de las elecciones podr¨ªa contribuir en gran medida a la ampliaci¨®n de democracias pol¨ªticas a pa¨ªses que nunca antes han conocido un escrutinio honesto de los votos.
Volviendo a la situaci¨®n interna de Nicaragua, indudablemente habr¨¢ algunos problemas dif¨ªciles en relaci¨®n con el futuro del Ej¨¦rcito sandinista, las fuerzas de la polic¨ªa y el funcionariado. El problema es lo contrario a la situaci¨®n normal en la experiencia latinoamericana. Docenas de Gobiernos de izquierdas fueron elegidos democr¨¢ticamente en el pasado siglo y la mitad de ellos se encontraron paralizados por el hecho de que las fuerzas armadas y el funcionariado estaban dominados no por oficiales patri¨®ticos dispuestos a servir lealmente bajo el nuevo Gobierno, sino por reaccionarios cuyo fin inmediato era sabotear dichos Gobiernos democr¨¢ticos (¨¦sta fue la situaci¨®n de la Rep¨²blica Espa?ola de 1931 y de la Rep¨²blica de Weimar en Alemania despu¨¦s de la I Guerra Mundial). En el caso de Nicaragua, el Ej¨¦rcito y el funcionariado est¨¢n dominados por la izquierda. Pero, una vez m¨¢s, esta izquierda no es una mafia estalinista geri¨¢trica, sino una coalici¨®n flexible de marxistas-leninistas, marxistas no ortodoxos, liberales y cat¨®licos. Los cambios revolucionarios en el este de Europa y en la URSS garantizan que el componente marxista-leninista ser¨¢ menos influyente en el futuro. El ejemplo de Costa Rica puede conducir al nuevo Gobierno a reducir dr¨¢sticamente o quiz¨¢ a disolver por completo el Ej¨¦rcito existente. Con la buena voluntad y los movimientos conciliadores que han caracterizado tanto a la presidenta electa como al l¨ªder sandinista ser¨ªa posible, sin duda, convertir a las fuerzas armadas actuales y a los funcionarios en unas fuerzas de polic¨ªa y un funcionariado no partidista. El importante poder residual, y profundamente leg¨ªtimo, de los sandinistas es su 40? de los votos y el gran n¨²mero de diputados que les proporcionan esos votos en la legislatura. Una vez m¨¢s, al igual que en 1985, creo que Nicaragua ofrece excelentes posibilidades para la consolidaci¨®n de una democracia pol¨ªtica y un m¨ªnimo de justicia social en un pa¨ªs peque?o y econ¨®micamente subdesarrollado.
Gabriel Jackson es historiador.
Traducci¨®n: Esther Rinc¨®n.
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