Buen teatro hecho buen cine
Adaptar al cine una obra de teatro limita con dos opciones contrarias. La primera es hacer teatro filmado (Marat-Sade, de Peter Brook; Enrique V, de Laurence Olivier) y la segunda volver del rev¨¦s la composici¨®n del drama original y convertirlo en territorio de puro cine con semilla de teatro en ¨¦l: Ordet, de Dreyer; Campanadas a medianoche, de Welles. Saura y Azcona, apoyados en el drama de Sanchis Sinisterra, han seguido el ¨²ltimocamino y abierto en ¨¦l horizontes para una bella pel¨ªcula.Hay dos causas de la bondad del filme. Una es la poderosa reconstrucci¨®n que Saura consigue de un peque?o ¨¢mbito de la guerra civil espa?ola hasta convertirlo en gran espacio metaf¨®rico de aquel pantano de nuestra historia. La confluencia en el filme de pronunciados rasgos de comedia, farsa arrevistada, esperpento, documento y finalmente epopeya tr¨¢gica, se produce sin artificio, con suave y elegante cadencia, de manera que en las violentas transiciones de un estilo a otro no se producen arritmias ni vac¨ªos intermedios, ni nada chirr¨ªa en su engarce rec¨ªproco. Saura da una lecci¨®n de encadenamiento armonioso de elementos dispares y hay desgarro, buenas caricias a la sentimentalidad, radicalidad ¨¦tica, ternura, emoci¨®n en el resultado.El segundo elemento que eleva a la pel¨ªcula por encima de los peligros que le acechan est¨¢ en el notable ejercicio de elaboraci¨®n de ambientes y en la direcci¨®n de los actores. Estos en conjunto actuan con una precisi¨®n y una comodidad envidiables; y cuatro de ellos, Gabino Diego, Miguel Rell¨¢n, Carmen Maura y Andr¨¦s Pajares, con genuinas nobles artes de captura, que nos atrapan literalmente en sus redes. Esto se percibe sobre todo en la composici¨®n de Pajares, tal vez porque su sorprendente dominio de lo indirecto y lo delicado proviene en este caso de quien hasta ahora ha cimentado su celebridad sobre derroches de brocha gorda y grano c¨®mico tosco, sin cribar. Su criba de oro en la ganga es aqu¨ª, como la de Carmen Maura, cosa de maestros de su oficio.
?Ay, Carmela!
Direcci¨®n: Carlos Saura. Gui¨®n: Rafael Azcona y C. Saura, seg¨²n la obra de Sanchis Sinisterra. Fotografia: Alcaine. Montaje: Del Amo. M¨²sica: A. Masso. Espa?a, 1990. Int¨¦rpretes: Carmen Maura, Andr¨¦s Pajares, Gabino Diego, Miguel Rell¨¢n. Estreno: Capitol, Luchana, Carlton, Excelsior, Arag¨®n, Espa?a, Lido, La Vaguada.
El filme discurre sin desequilibrios, pero con una excepci¨®n: laescena del teatro, donde la representaci¨®n de un desorden se convierte en un informe barullo. La escena es compleja, pues requiere la exposici¨®n simult¨¢nea de cuatro elementos que se conjugan sin soluci¨®n de continuidad: los actores en escena y en bambalinas, el patio de butacas lleno de militares nacionalistas y el gallinero ocupado por prisioneros de las brigadas internacionales.
Estos cuatro ¨¢mbitos no est¨¢n bien delimitados ni conjugados y se atropellan unos a otros, hasta el punto de que hay instantes en que espacios, sonidos y tiempos se estorban, se pisan los talones rec¨ªprocamente. Representar en cine un desorden requiere parad¨®jicamente mucho orden y esta escena crucial carece de ¨¦l y se sumerge en un amorfo galimat¨ªas, que es cosa distinta, incluso opuesta al desorden en cuanto materia cinematogr¨¢fica.
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