Francisco Nieva: "Con el humor se supera el horror"
El escritor estrena 'El baile de los ardientes' e inaugura una exposici¨®n antol¨®gica de su obra pl¨¢stica
Francisco Nieva, de 63 a?os, escritor, escen¨®grafo, director de escena, ensayista, articulista, acad¨¦mico, figurinista y m¨²sico (en la privacidad de su casa), estrena ma?ana, en el marco del Festival Internacional de Teatro de Madrid, El baile de los ardientes. El estreno coincide, en el teatro Alb¨¦niz, con una exposici¨®n antol¨®gica de su pintura. Nieva, que se considera un marginado de lujo, piensa que "el humor es un modo de superar el horror".
Francisco Nieva, reencarnaci¨®n del humanisrno renacentista, nacido en La Mancha castellana hace 63 a?os, es uno de los ¨²ltimos representantes del intelectual con vocaci¨®n de hombre integral. Su actividad p¨²blica as¨ª lo demuestra. Imbuido y relacionado con los movimientos vanguardistas europeos de la segunda mitad de siglo, dej¨® colgada su brillante carrera internacional para encerrarse en Madrid a escribir y convertirse, "en un marginado de lujo".Su formaci¨®n intelectual le viene de la vehemencia cultural de su padre y del poeta Juan Alcalde, hombre extremadamente culto considerado por Nieva como su maestro. La guerra civil le dio a Nieva una experiencia de vida que le hizo madurar muy aceleradamente. "Soy tr¨¢gico y pesimista, y la manera de superarlo es la comicidad; el humor es un modo de superar el horror, frente a la vida y a la muerte".
Su malestar en una Espa?a en la que todo lo que oliera a cultura era perseguido le empuj¨®, al finalizar la d¨¦cada de los cuarenta, fuera de nuestras fronteras. La oportunidad le vino dada por Milena Milani, entonces amante de Alberto Moravia, quien le consigui¨® una beca para marcharse a Paris. All¨ª fue presentado a hombres como Andr¨¦ Breton y Tristan Tzara, conoce las teor¨ªas de Antonin Artaud. "Era curioso el poco caso que yo les hac¨ªa a todas aquellas personas que hoy est¨¢n en las enciclopedias", dice.
Coquetea con el dada¨ªsmo y con el surrealismo -por el que se siente m¨¢s atra¨ªdo- y figura en exposiciones internacionales. Inicia las primeras escrituras, siempre en secreto, de lo que luego ser¨ªa su teatro furioso, un teatro breve, brillante, antifranquista. "Me ayud¨® mucho m? matrimonio con Genevi¨¨ve Escande, mujer introducida en los c¨ªrculos culturales parisienses, despu¨¦s vino el divorcio y he resistido muy bien varias tentaciones de casarme de nuevo", comenta. A?os despu¨¦s, a trav¨¦s de Octavio Paz, alquila un palacete en Venecia y all¨ª, se da a conocer como escritor con la publicaci¨®n de ensayos diversos. "En Venecia viv¨ª otro tipo de iniciaci¨®n", comenta, "porque ven¨ªa de rodearme de gente muy decente, y la decadencia de la dolce vita, ofrec¨ªa un modus vivendi terriblemente hedonista". All¨ª escribi¨® sus comedias del teatro de farsa y calamidad.
El autor de La carroza de plomo candente termina volviendo a Espa?a. Por aquel entonces su carrera internacional estaba m¨¢s que prestigiada en toda Europa (avalada por premios como el Polignac, que recibe en Par¨ªs, por el conjunto de su obra).
Desde entonces Nieva ha recibido multitud de premios y ha sido elegido miembro de la Real Academia Espa?ola, pero no ha entrado en el circuito del teatro comercial, ni oficialista, ni tampoco ha sido un olvidado e ignorado por los poderosos del teatro: "Durante mucho tiempo he sido el marginado oficial, dec¨ªan 'vamos a elegir un buen marginado' y se recurr¨ªa a m¨ª".
Pas¨® m¨¢s de un lustro sin hacer nada, y en 1986 crea su compa?¨ªa, con la que ma?ana estrena su quinto montaje (primera parte de su esc¨¦nicamente in¨¦dita Trilog¨ªa italiana, compuesta por El baile de los ardientes, Los espa?oles bajo tierra y Salvator Rosa). En El baile de los ardientes, escrita hace casi 20 a?os y publ¨ªcada hace m¨¢s de 10, Francisco Nieva hace una apuesta por la sinceridad, con la homosexualidad como tel¨®n de fondo.
Nieva piensa que la homosexualidad, "que en los tiempos cl¨¢sicos era lo m¨¢s natural de mundo", est¨¢ globalmente aceptada por la sociedad espa?ola: "Lo que s¨ª puede ocurrir es que un padre quiera que en su familia no haya un maric¨®n, pero ¨¦sa es otra historia".
Babelia
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