Lujo y miseria en Hait¨ª
La presidenta Trouillot prepara las primeras elecciones democr¨¢ticas del pa¨ªs car¨ªbe?o
Tras el derrocamiento del general Prosper Avril, Hertha Pascal Trouillot, de 46 a?os, magistrada del Tribunal Supremo y presidenta en funciones de la naci¨®n m¨¢s pobre de Am¨¦rica Central, ha aceptado la complicada tarea de preparar las primeras elecciones democr¨¢ticas de un pa¨ªs escarnecido por la historia y por el subdesarrollo. Despu¨¦s de una salvaje dictadura familiar de casi tres d¨¦cadas y cuatro golpes de Estado, comienza en el Hait¨ª negro y mulato un nuevo per¨ªodo de esperanza e incertidumbre pol¨ªticas.
El hedor de los desag¨¹es y la fetidez de los basureros no llegan hasta las alturas de P¨¦tion Ville. Tampoco los efluvios de las fritangas callejeras, ni las negras con la coronilla acolchada para soportar el peso de ocho canastas de mimbre y un cesto de pl¨¢tanos. Llegan hasta all¨ª arom¨¢ticas esencias de Europa y los Mercedes de las familias m¨¢s acaudaladas de Hait¨ª. Desde los miradores de este complejo, sus residentes pueden admirar el Caribe azul y la miseria de la capital: Puerto Pr¨ªncipe.El padre Jean Bertrand Aristide dice que "mucha gente en Hait¨ª y en el extranjero est¨¢ contenta porque el ch¨®fer se ha ido, sin darse cuenta de que su veh¨ªculo y amigos permanecen aqu¨ª con armas y dispuestos a hacer correr la sangre".El sacerdote, propuesto como jefe de un Gobierno de transici¨®n por el izquierdista Frente Com¨²n contra la Represi¨®n, pidi¨® que la "desmacutizaci¨®n" del pa¨ªs preceda a los comicios. El 7 de febrero de 1986 Jean-Claude Duvalier y su familia huyeron a Francia, pero qued¨® sin desmontar la mayor parte de una poderosa guardia pretoriana de 40.000 hombres, los tontons-macoutes, c¨¦lebres por sus excesos y brutal represi¨®n de cualquier discrepancia. Muchos de ellos todav¨ªa a?oran sus pasados privilegios.
Democracia
Todas las fuerzas pol¨ªticas expresaron su compromiso por la democracia, y el general Herard Abraham, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, secund¨® la sustituci¨®n de su compa?ero de armas, desprestigiado, sin apoyos sociales y sentenciado por EE UU.Antoine Charlier escribi¨® en el peri¨®dico Hait¨ª en marche que "por el momento, la Embajada de EE UU, ayudada por numerosas agencias, delegaciones, asociaciones e iglesias, es el verdadero Gobierno de Hait¨ª". "?C¨®mo puede ser independiente un Gobierno que no puede pagar el salarlo de los empleados p¨²blicos, y un pueblo que come gracias a los cr¨¦ditos y a la ayuda alimenticia exterior, un pa¨ªs con un permanente d¨¦ficit presupuestarlo y en el que los oponentes pol¨ªticos prefieren el apoyo del Congreso norteamericano al de su propio pueblo?". En la ex colonia francesa, seg¨²n el soci¨®logo haitiano Laennec Hurbon, 4.000 familias ingresan m¨¢s de 90.000 d¨®lares al a?o, y el 61%, de la poblaci¨®n total -seis millones de personas- no llega a los 100. Consecuencia directa de la pobreza, la desocupaci¨®n y la necesidad es el ¨¦xodo masivo hacia pa¨ªses con m¨¢s futuro. Aunque EE UU es el destino preferido, con cerca de 100.000 (boat people) recalando en las costas de Miami, la Rep¨²blica Dominicana, con cerca de medio mill¨®n de inmigrantes, ha sido el principal mercado receptor de estos braceros haitianos, baratos y dispuestos a sufrir sin desmayos el agotador macheteo de las zafras azucareras.
Una pol¨ªtica econ¨®mica sin norte y una corrupci¨®n rampante han abortado cualquier proyecto de desarrollo. En los ¨²ltimos diez anos, peque?as industrias de nueva creaci¨®n apenas si generaron 60.000 empleos. Las corruptelas empiezan en el propio aeropuerto internacional, donde los aduaneros hacen de las suyas.
Mientras revisa la maleta, uno de ellos, uniformado, pregunta a este enviado si piensa permanecer muchos d¨ªas en Hait¨ª. Sin levantar la vista del equipaje, que ha revuelto sin compasi¨®n, y con dos cajas de puros en la mano, advierte: "Si usted no quiere pasarse uno de los dos d¨ªas en la terminal reclam¨¢ndolas, deje 40 d¨®lares encima de esa camiseta". El peaje qued¨® finalmente en diez d¨®lares.
Un zoco inmenso
Desconvocadas las movilizaciones y protestas que aceleraron la ca¨ªda del Gobierno Avrll, Puerto Pr¨ªncipe, con m¨¢s de un mill¨®n de habitantes, vuelve a ser el zoco inmenso y cochambroso donde miles y miles de vendedores luchan por la sobrevivenc¨ªa diaria.La mercader¨ªa de las desdichadas lonjas es variada: cangrejos gigantes embalsamados con llanas, sobres, morcilla frita, v¨ªsceras cocidas, brebajes de color azul, carb¨®n, calzoncillos, cometas, zapatos rotos, televisores en color, ajos, estampas de la Virgen Mar¨ªa, gallinas... Cualquier cosa, hasta pelucas negras con el pelo liso en un pa¨ªs de rizos. Las abigarradas alh¨®ndigas, llenas de color y griter¨ªa, son atendidas mayoritariamente por mujeres y ocupan casi toda la capital.
En la calle de Los Milagros, los limpiabotas llaman con campanillas a una clientela que parece no existir y grupos de adolescentes sacan brillo a los coches que se detienen en los sem¨¢foros. No importa que se trate de un polvoriento Fiat de los a?os 60 desahuciado o un Toyota nuevo de la barriada Pakko donde vive la clase acomodada.
Todos buscan alg¨²n ingreso en esta ciudad y en este pa¨ªs que cambia de gobernantes y mantiene inalterables las estructuras de un Estado que han permitido la interminable postraci¨®n de todo un pueblo.
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