La experiencia vallecana
En unas salas completamente remozadas para la ocasi¨®n, el Centro Cultural de la Villa ha inaugurado una amplia y ambiciosa exposici¨®n sobre la Escuela de Vallecas, ese interesante episodio de la vanguardia art¨ªstica espa?ola de antes y de despu¨¦s de la guerra civil, as¨ª como sobre la nueva visi¨®n del paisaje que se gener¨® posteriormente bajo la influencia de esa experiencia vallecana. Contando con la participaci¨®n de los principales represetantes de ambos momentos hist¨®ricos, el primero de los cuales se desarroll¨® entre 1927 y 1942, con la l¨®gica interrupci¨®n intermedia de los tres a?os del conflicto b¨¦lico, y prolong¨¢ndose el segundo de manera m¨¢s difusa a partir de la d¨¦cada de los cuarenta, la muestra que comentamos ha reunido la obra de casi una veintena de artistas.De esta manera, junto a los representantes hist¨®ricos de la Escuela de Vallecas, con Alberto S¨¢nchez y Benjam¨ªn Palencia a la cabeza, pero tambi¨¦n con Maruja Mallo, J. M. Caneja, Luis Castellanos, Alvaro Delgado, Francisco San Jos¨¦, Carlos Pascual de Lara y Gregorio del Olmo, podemos tambi¨¦n con templar la pintura de otros importantes paisajistas posteriores, como R. Zabaleta, Vaquero Palacios, Ortega Mu?oz, A. Redondela, F. Arias, J. Guillermo, Garc¨ªa Ochoa, Menchu Gal, Mart¨ªnez Novillo y F. Lozano Todos ellos, salvo el exiliado Alberto S¨¢nchez, continuaron o comenzaron su obra en la Espa?a de la posguerra, superando con dignidad las dificultades materiales y morales que entonces se padec¨ªan en un pa¨ªs casi completamente destruido.
Las cosas circunstancialmente se olvidan, incluso cuando son relevantes, a favor de la corriente hist¨®rica, que es una corriente extraordinariamente voraz cuando se trata del arte moderno. As¨ª ha ocurrido con el paisaje espa?ol de posguerra, que, tras llenar toda una etapa de nuestro arte, qued¨® arrinconado. No puede haber, sin embargo, olvidos cr¨®nicos, so pena de quedar cercenada la memoria hist¨®rica, que es la que sostiene nuestra identidad. Por eso, esta reconstrucci¨®n constituye una experiencia interesante que no debe ser desaprovechada. Ya a finales de 1984, con motivo de la inauguraci¨®n del Centro Cultural Alberto S¨¢nchez, situado en el barrio de Vallecas, se llev¨® a cabo una exposici¨®n homenaje consistente en una selecci¨®n de 53 obras de los representantes hist¨®ricos de las dos etapas de la Escuela de Vallecas. Fue una muestra ciertamente muy digna y bien documentada, pero ni los escasos medios puestos entonces en juego ni la ubicaci¨®n autorizaban a dejar zanjada la cuesti¨®n.
Evoluci¨®n
La exposici¨®n actual cuadruplica el n¨²mero de obras y extiende generosamente, como ya se ha se?alado, los l¨ªmites cronol¨®gicos y conceptuales de la anterior. Adem¨¢s, no se limita a la mera reconstrucci¨®n arqueol¨®gica de los momentos originales, sino que abarca asimismo la evoluci¨®n ulterior de algunos de sus m¨¢s conspicuos representantes. Y aunque a veces la selecci¨®n de la obra no est¨¦ cuantitativa o cualitativamente equilibrada, y aunque en otras tampoco est¨¦ lo suficientemente clara la raz¨®n de ciertas inclusiones y exclusiones, sobre todo en el apartado concerniente a la nueva visi¨®n del paisaje, nadie podr¨¢ dudar de que no haya material suficiente para hacerse una idea precisa de lo ocurrido y de su significaci¨®n.
El protagonista absoluto es Benjam¨ªn Palencia, que no s¨®lo ocupa un tercio de la muestra, sino que tambi¨¦n ense?orea su primac¨ªa est¨¦tica. Muchas de las obras aqu¨ª recogidas son simples dibujos, bocetos y figurines, lo que podr¨ªamos considerar trabajos menores, pero es precisamente en ellos, y en especial los que est¨¢n fechados en los a?os veinte y treinta, donde est¨¢ el mejor Benjam¨ªn Palencia. El resto de los participantes, aunque con muchas menos obras, no est¨¢n, sin embargo, mal representados, pues se ha suplido la cantidad con una selecci¨®n en la mayor¨ªa de los casos esmerada. ?sta es la raz¨®n por la que abundan pinturas de calidad.
Por lo dem¨¢s, el paisaje espa?ol de este momento refleja el esfuerzo por dotar la vanguardia de un acento local. En este mismo intento de nacionalizar la vanguardia han estado otros muchos artistas espa?oles contempor¨¢neos, obsesionados por la cuesti¨®n de las se?as de identidad y su representaci¨®n a trav¨¦s del paisaje. La mayor¨ªa de ellos se dedic¨® a pintar los arrabales madrile?os o los secos campos castellanos con una t¨¦cnica pict¨®rica en la l¨ªnea de la Escuela de Par¨ªs. Sus b¨²squedas, dudas, experimentos y, c¨®mo no, sus hallazgos y aciertos saltan ahora a la vista, desde una perspectiva hist¨®rica como la actual, que debe ya aprender a pensar el pasado sin exclusiones, como una experiencia completa.
Babelia
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