Ovaciones y piropos para la Scotto
Teatro L¨ªrico Nacional
Recital por Renata Scotto, soprano, y Robert de Ceunynck, pianista. Obras de Verdi, Donizzetti y Massenet. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 19 de marzo.
Tras Teresa Berganza, Renata Scotto y, el mes que viene, Pilar Lorengar. As¨ª, el Teatro L¨ªrico Nacional, aposentado hoy en La Zarzuela, como durante la Rep¨²blica estuvo en el Calder¨®n, junta al repertorio oper¨ªstico la actuaci¨®n de cantantes que, desde hace mucho tiempo, gozan de pretigio y pueden ser incluidas en el apartado dedicado al divismo. ?Qu¨¦ cosa decide el que una garganta privilegiada ascienda desde el prestigio m¨¢ximo a la condici¨®n divista? Es bien sencillo e inexplicable: un certo no so ch¨¦.
Renata Scotto, de Savona, nacida en 1933, seg¨²n unos, y el a?o siguiente, seg¨²n otros, es una de las grandes disc¨ªpulas de la espa?ola, establecida en Mil¨¢n, Mercedes Llopart, maestra, entre otros, de Kraus. No puede discut¨ªrsele la posesi¨®n de ese cierto no s¨¦ qu¨¦, gracias al cual, junto con sus m¨¦ritos objetivos, se mete al p¨²blico en el bolsillo. Scotto es, como fue Callas, una personalidad sustantivamente teatral. Saluda, anda, gesticula, alza un brazo, sonr¨ªe, dramatiza, con tanto talento que, hasta en recital, su musicalidad refinada resultar¨ªa inexplicable sin la suma de su temple dramat¨²rgico.
Muchas veces, como a tantas otras, no se le entiende el texto, pero se comprende cuanto expresa. En cuanto a sabidur¨ªa de cantante, Scotto la posee toda. Por eso se defiende tan bien en los momentos de peligro y salva los agudos, explota esos interminables plan¨ªsimos, resbala por encima de las palabras si ello conviene a la entonaci¨®n y el fraseo, distribuye magistralmente las respiraciones y encanta a su audiencia.
Nos dio una serie de melod¨ªas de Verdi raramente escuchadas, aunque en muchos casos el t¨¦rmino de in¨¦ditas no resulta exacto. Las 11 p¨¢ginas escuchadas nos dan una medida suplementaria del compositor, muy pegada, sin duda, al genio de la invenci¨®n oper¨ªstica. Dos arias de Un ballo in maschera y de I mesnadieri sirvieron para mostrar el gran aliento de la int¨¦rprete, que hizo de manera deliciosa un fragmento de La fille du r¨¦giment, de Donizzeti, para internarse despu¨¦s por el mundo tenuemente po¨¦tico de Massenet (Herodiade, Don Quijote, El Cid) con calidades verdaderamente krausistas. Y en alarde de superaci¨®n, al conceder los bises, tras la melod¨ªa pre-Boh¨¦me de Puccini, dijo un grupo de temas espa?oles como pocas int¨¦rpretes, incluso espa?olas, saben hacerlo. Desde El cabello m¨¢s sutil al ayear jondo, la gran Renata luci¨® su conocida versatilidad y dio lecciones de arte y t¨¦cnica. Es curioso: se calde¨® el ambiente con la m¨²sica francesa de Massenet y ardi¨® con las canciones popularizantes de Espa?a. Entonces los enamorados de la Scotto unieron a sus bravos los piropos. Un estent¨®reo ?guapa!, emitido con fervor, cruz¨® de parte a parte la sala de la calle de Jovellanos.
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