La soledad de Am¨¦rica Latina
Ni europeos, ni indios, ni negros, sino todo lo contrario. Es decir, los latinoamericanos -Hispanoam¨¦rica, Iberoam¨¦rica, Indoam¨¦rica, qu¨¦ m¨¢s da c¨®mo quieran llamarnos- somos ya un viejo mestizaje de 500 a?os. Europeos por la procedencia, Espa?a es el origen com¨²n para las 18 Rep¨²blicas, m¨¢s Puerto Rico; 263 millones de habitantes, juntamente con Brasil, nacido de Portugal, 141 millones de seres humanos, de Europa tenemos la lengua, y con la lengua, la manera de ser. La pol¨ªtica, la moral, la filosof¨ªa de los latinoamericanos es grecolatina.Ya don Am¨¦rico Castro, en brava y f¨¦rtil pelea con don Claudio S¨¢nchez Albornoz, penetraron en los socavones del alma hispana en su historia para demostrar que jud¨ªos, moros y cristianos formaron la cultura espa?ola tambi¨¦n en un proceso de mestizaje que dur¨® 800 a?os.
Sobre esos mestizos espa?oles se realiz¨® y realiza la ingenier¨ªa social latinoamericana. Para comprender bien esta agitada historia de Am¨¦rica Latina es necesario tener en cuenta la Historia de Espa?a que dise?¨® don Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal (s¨®lo se han publicado 17 tomos de los 40 que la formar¨¢n), la Historia general de ?frica (dos vol¨²menes han sido editados por la Unesco) y la Historia general de Am¨¦rica (20 vol¨²menes de los 36 que la integran tengo ya en circulaci¨®n). Porque nuestra historia es la confluencia, repetici¨®n y resumen de toda esa enorme heredad, ya hecha una sola cultura con ingredientes que le son propios y dan fisonom¨ªa. Por todo cuanto ha ocurrido en estos 500 a?os de andadura hist¨®rica, Am¨¦rica Latina se ha quedado sola entre los b¨¢rbaros, como la Grecia de Herodoto.
Por supuesto que as¨ª como a Europa la forman los pueblos y Estados m¨¢s diversos en idiomas e identidades -?en qu¨¦ se parecen los brit¨¢nicos a los espa?oles, o a los alemanes, a los italianos, como no sea en la asimilaci¨®n de ideolog¨ªas pol¨ªticas heredadas de Roma?-, a la Am¨¦rica Latina le sirven de plataforma Hispanoam¨¦rica, la m¨¢s extensa y antigua, la lengua que llamamos castellano o espa?ol, indistintamente; Brasil, con lengua prima-hermana doble, y el Caribe, con tres idiomas europeos m¨¢s. Ahora, cuando finaliza el siglo, la unidad de Am¨¦rica Latina est¨¢ s¨®lo en las carencias y en la ret¨®rica. Las carencias se resumen en el desolador panorama de la marginalidad, tal vez el 80% de una poblaci¨®n de 404 millones (en 1987).
Muy bien, pero esa densa, conjunta y dram¨¢tica presencia humana no est¨¢ muerta, est¨¢ viva y lucha todos los d¨ªas y todas las noches. Es una civilizaci¨®n, es una cultura donde predomina la profunda herencia europea. Todav¨ªa hay indios y todav¨ªa hay negros. Sus culturas pertenecen a nuestro modo de ser hombres. Estar¨¢n siempre. No ha habido nunca, ni en el siglo XVI ni en el siglo XX, una pol¨ªtica de Estado dirigida al genocidio. Todo lo contrario. Do?a Isabel, aquella gran reina nuestra llamada por antonomasia Isabel la Cat¨®lica, rega?¨® al Almirante: "?Qui¨¦n os autoriz¨® para esclavizar a mis vasallos?".
La soledad de Am¨¦rica Latina es de condici¨®n interior. Est¨¢n solas, en forma empedernida, las Rep¨²blicas. ?Sab¨ªa usted que las Rep¨²blicas latinoamericanas son las primeras, las m¨¢s antiguas, del universo mundo? Se empe?an en ese aislamiento, en esa patri¨®tica y absurda soledad. Est¨¢n solos los presidentes, encerrados en los idealismos, encerrados en el poder, duros de pelar los dictadores, inal.canzables de vanidad los dem¨®cratas. Hay un gran desierto de estadistas. S¨®lo existen dirigentes, h¨¢biles en la profesi¨®n pol¨ªtica. La carencia de grairides conductores es tambi¨¦ri una soledad. Los pol¨ªticos latinoamericanos, de cualquier pelambre socialdem¨®crata, socialcristiana, liberales o conservadores, saben ganar elecciones. Pero no saben qu¨¦ hacer con el poder. No oyen, no ven, no sienten. Se hacen solitarios. Est¨¢n solos los pueblos, aislados por fronteras artificiales, y endurecidas. No hay paso franco para los ciudadanos, metidos en la camisa de fuerza del nacionalismo. Dan ganas de a?orar las libertades de don Felipe II.
La soledad de Am¨¦rica Latina es exterior. En los organismos internacionales cada pa¨ªs anda por su lado. En la ONU y en la OEA, como en la OPEP y en la Unesco, los latinoamericanos forman un saco de gatos. Por eso Estados Unidos invade Panam¨¢ e invadir¨¢n otros lugares estrat¨¦gicos. Por eso Europa no escucha los planteamientos sobre el presente y sobre el porvenir. Por la soledad exterior de Am¨¦rica Latina, Espa?a apenas se ocupa de la ret¨®rica en relaci¨®n con los 500 a?os del Descubrimiento, pero no va a colocar ni una peseta de las muchas que le sobran, convertidas en d¨®lares, en ning¨²n banco latinoamericano.
Am¨¦rica Latina se empe?a en ser un conjunto de naciones, Estados, patrias, presidentes y pueblos aislados, solitarios, encontrados. En lugar de recuperar la unidad que fuimos. No m¨¢s una comunidad de naciones, sino una comunidad de ciudadanos. ?Sab¨ªa usted que el pueblo latinoamericano, heredero de Europa (Grecia, Roma, Espa?a), es el m¨¢s antiguo y culto del continente? La tecnolog¨ªa es norteamericana, la cultura es latinoamericana.
Para dejar de estar solos habr¨¢ que comenzar por la unidad. Primero, la unidad de cada pa¨ªs, m¨¢s profunda la democracia, m¨¢s fuerte la educaci¨®n b¨¢sica, m¨¢s ¨¢gil y abierta la econom¨ªa. Para dejar de estar solos habr¨¢ que realizar el gran esfuerzo de la unidad frente a los grandes polos nucleares de la actual civilizaci¨®n global, Estados Unidos de Norteam¨¦rica y Canad¨¢, la Comunidad Econ¨®mica Europea y Jap¨®n. China tendr¨¢ su interlocutor apropiado en la Am¨¦rica Latina de mediados del siglo XXI.
Los latinoamericanos son la alternativa para los europeos. Pero si Am¨¦rica Latina conoce a Europa -es heredera de su cultura-, la Europa de hoy se niega a conocer a la Am¨¦rica Latina. Nuestro aislamiento, nuestra soledad interior y exterior, comenzar¨ªa a convertirse en cooperaci¨®n y complemento si Europa -Espa?a, la primera- conociera adecuadamente d¨®nde est¨¢n las reservas de esta civilizaci¨®n occidental y cristiana, es decir, greco-latina, es decir, europea. Porque Estados Unidos s¨®lo tiene inter¨¦s en la destrucci¨®n de esa reserva de la humanidad que es Am¨¦rica Latina.,
Sin Am¨¦rica Latina, Europa se queda corta. Sin Europa, Am¨¦rica Latina tendr¨¢ una larga soledad.
Ahora bien, as¨ª planteado el asunto principal de la comunidad latinoamericana, ?cu¨¢l podr¨ªa ser su destino, si es que ha de haber alguno? Por de pronto, las tres porciones en que se divide este hemisferio social, Hispanoam¨¦rica y Brasil, que conforman a Iberoam¨¦rica, un solo gran bloque conectado por el parentesco de las lenguas y la similitud de usos y costumbres, y el Caribe, deben ser identificadas a plenitud por los propios latinoamericanos. En un profundo conocimiento de s¨ª mismos, en cada naci¨®n, se fundamenta la Comunidad Europea. Por otra parte, un proceso de crecimiento dentro de cada pa¨ªs, en cada Rep¨²blica, se hace individualmente el esfuerzo nacional, dirigido a lograr el ascenso necesario de los marginados -ya no del todo analfabetas como antes, en el rural siglo XIX.
Ese ascenso se detuvo en la d¨¦cada de los ochenta, pero comienza a vislumbrarse de nuevo en algunos lugares. En todo caso, la marginalidad es el gran peso de toda la comunidad; la deuda externa, la rapacidad tecnol¨®gica, la voracidad financiera, el mal h¨¢bito de las invasiones norteamericanas, son poderosas fuerzas que tienden un c¨ªrculo de hierro y candela a los 400 millones de latinoamericanos. La incapacidad para gobernar a cada pa¨ªs; las guerras de Centroam¨¦rica, Colombia, Per¨²; los h¨¢bitos del despilfarro heredados de nuestros abuelos espa?oles y portugueses del siglo XVI; la indisciplina personal y colectiva son los principales defectos comunes a la sociedad latinoamericana.
Todo eso significa que ahora, cuando los latinoamericanos cumplen 500 a?os de edad hist¨®rica, es cuando se requiere por parte de los dirigentes pol¨ªticos, sociales, econ¨®micos y culturales el m¨¢s grande esfuerzo con objeto de identificar, ascender y proyectar al pueblo com¨²n -m¨¢s de 400 millones- hacia la historia compartida.
La educaci¨®n, todo el sistema, desde la primaria a la universitaria, se estableci¨® en Am¨¦rica por nosotros, los iberoamericanos. La construcci¨®n de las grandes ciudades, ahora inmensos centros de actividad (M¨¦xico, Caracas, Buenos Aires, Sao Paulo), es obra iberoamericana. El enorme ejercicio de creaci¨®n de la cultura y del Estado de derecho del siglo XVI, conquistadores, fundadores, gobernadores, universitarios, misioneros, padres de la patria antigua, produjo la planta civilizadora de mayor grandeza geogr¨¢fica y de m¨¢s honda sensibilidad humana. El Cid Campeador se queda chiquito frente a mil se?ores fundadores de Am¨¦rica. Las palabras claves de la tradici¨®n human¨ªstica espa?ola, la nuestra, esto es, justicia y libertad, se hicieron cuerpo en los procesos independentistas. Todav¨ªa est¨¢ vivo Jos¨¦ Mart¨ª.
?Por qu¨¦, pues, la soledad de Am¨¦rica Latina? Porque la palabra fraternidad y la palabra unidad son todav¨ªa repertorio de los demagogos, de los sofistas y de los ret¨®ricos. La soledad no es mala si se aprende a vivir, creativamente, con ella. Para salir de la soledad, Am¨¦rica Latina debe abrazarla, hacerla suya con humildad, con activa y disciplinada humildad, dedicada a la disciplina en el trabajo personal y en el trabajo colectivo. Tenemos quinientos a?os de experiencia.
Ahora me voy a conversar con mi amigo Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez sobre La Carta del Descubrimiento, voz de Am¨¦rica Latina para empezar a no estar en soledad.
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