Multar para sobrevivir
LOS CONDUCTORES que ayer, hoy y en los d¨ªas que siguen se dispongan masivamente a transitar por las carreteras espa?olas pueden a?adir un nuevo motivo de temor a sus viajes: desde el mi¨¦rcoles pasado se encuentra en vigor la nueva ley de seguridad vial, caracterizada por la tremenda talla de las sanciones. El conductor se enfrenta a multas de dif¨ªcil clasificaci¨®n, salvo la de supersanciones, que en algunos casos, como es el de conducir sin permiso, multiplican por 10 el castigo econ¨®mico (hasta 250.000 pesetas), y en otros, como infringir los l¨ªmites de velocidad, incrementan la penitencia desde el l¨ªmite de las 8.000 hasta las 50.000 pesetas.La ley introduce, adem¨¢s del monto represor, novedades cualitativas. Obliga a someterse a los controles de alcoholemia y de cualquier otra droga bajo la amenaza de que la negativa se tipifica como desobediencia a la autoridad, contemplada en el C¨®digo Penal; proh¨ªbe conducir con auriculares eonectados a radios o magnet¨®fonos, y determina, entre otras normas, que el responsable de las infracciones es el conductor del veh¨ªculo, al que el propietario deber¨¢ ?dent icar cuando se le solicite si desea evitar incurrir en una falta grave, penalizada con 100.000 pesetas.
Todo el articulado de la ley est¨¢ guiado porun esp¨ªritu de rigor y ferocidad, al que no le falta, sin embargo, fundamento. Espa?a es pr¨¢cticarnente el pa¨ªs de la Comunidad Europea con el ¨ªndice m¨¢s elevado en accidentes de tr¨¢fico, y la proporci¨®n de sus tragedias no ha cesado de crecer. A lo largo del a?o pasado, el n¨²mero de v¨ªctimas mortales se elev¨® a cerca de 6.500, con un aumento espectacular sobre el a?o anterior. Ni las medidas, cada vez m¨¢s prolijas y con mayor aparato cuantitativo de medios y agentes, en las operaciones de salida y retorno pudieron lograr con su relativa eficacia que el saldo total disminuyera.
Conviene se?alar, no obstante, que la opci¨®n escogida por las autoridades -el amedrentamiento de los conductores- va a ponerse en pr¨¢ctica cuando las carreteras todav¨ªa se encuentran en condiciones discutibles, cuando los camiones siguen constituyendo un peligro evidente y cuando no se encuentra resuelto el transporte ferroviario de mercanc¨ªas. Son datos objetivos a tener en cuenta, por m¨¢s que, probablemente, no exista otra alternativa a corto plazo que la del endurecimiento del castigo. Se ha reaccionado muy tarde a la necesidad de comunicaciones que exige el desarrollo de un pa¨ªs, y parte de sus costes se viene cifrando en muertes y lesiones de sus ciudadanos. En Francia, del total de accidentes mortales de tr¨¢fico s¨®lo el 30% ocurre en las carreteras. En Espa?a constituye el 70%. He aqu¨ª un reflejo elocuente de la responsabilidad que corresponde a la red.
?Qu¨¦ decir en este panorama de la imprudencia de los conductores? Pues que, efectivamente, la imprudencia tambi¨¦n existe. En 1988, la Guardia Civil de Tr¨¢fico control¨® por radar la velocidad de 25 millones de veh¨ªculos, y un 5% de ellos, m¨¢s de un mill¨®n, resultaron infractores. Exactamente una cuarta parte de los accidentes mortales se imputa al exceso de veloc¨ªdad. Atendiendo a esta correlaci¨®n, la nueva ley fija l¨ªmites de 130, 120 y 90 kil¨®metros para las autopistas, las autov¨ªas y dem¨¢s carreteras, respectivamente, y proh¨ªbe la publicidad que utilice como atractivo para la compra de un veh¨ªculo la incitaci¨®n a la velocidad, causa indirecta de no pocos comportamientos temerarios.
Con toda probabilidad, las nuevas sanciones que acaban de entrar en vigor no gustan a nadie, pero no es imprevisible que se acepten con la l¨®gica del sentido com¨²n y el reconocimiento del mal menor. Lo que interesa ahora comprobar es su eficacia. La fecha en que ha entrado en vigencia la ley se relaciona con el riesgo m¨¢s grave que constituyen a?o tras a?o las grandes peregrinaciones automovil¨ªsticas de la Semana Santa. Estos d¨ªas se convertir¨¢n, por tanto, en su primera prueba. En la Semana Santa de 1988 fallecieron en total 196 personas en 160 accidentes. En la misma ocasi¨®n de 1989 fueron 176 los muertos en 150 siniestros. S¨ª el precio que pueden pagar algunos por sus infracciones evita el precio que habr¨ªan pagado otros con su vida, la bondad del furor sancionador quedar¨¢ suficientemente justificada.
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