'La ronda nocturna', de Rembrandt, no ser¨¢ protegida por ning¨²n cristal
Los responsables del Museo Nacional de Amsterdam no piensan colocar ante el cuadro de Rembrandt La ronda nocturna un cristal similar al que protege a¨²n al Guernica de Picasso porque "el arte debe ser contemplado sin impedimentos y su seguridad puede garantizarse entrenando a los vigilantes". El cuadro, al que un joven arroj¨® ¨¢cido sulf¨²rico el pasado viernes, regresar¨¢ a la sala de honor del Museo Nacional de Amsterdan (Rijksmuseum) dentro de pocas semanas.
"Estoy bajo los efectos de fuertes medicamentos", grit¨® P. G., un joven de 31 a?os de La Haya, antes de lanzar ¨¢cido sulf¨²rico contra el cuadro de Rembrandt La ronda nocturna (1642) el pasado viernes. P. G. ha sido puesto en libertad provisional y seg¨²n los psiquiatras holandeses necesita atenci¨®n m¨¦dica pero su perturbaci¨®n no requiere el internamiento en un centro especial. El cuadro, que no sufri¨® da?os irreparables, est¨¢ siendo restaurado ahora y regresar¨¢ a la sala de honor del museo en breve.P. G. dijo a la polic¨ªa que se considera un amante de las obras de arte. Aunque ya estuvo internado antes, los m¨¦dicos que le examinaron aseguran que su desequilibrio mental no requiere un nuevo encierro. Seg¨²n ellos, es posible que la medicaci¨®n que est¨¢ tomando ahora le produzca estados de enajenaci¨®n.
Segundos despu¨¦s de lanzar el ¨¢cido contra el cuadro, P. G. fue reducido por los agentes que vigilan el lienzo de forma permanente. Luego, ellos mismos tomaron la manguera contra incendios y remojaron la mancha de 20 por 30 cent¨ªmetros situada en la parte superior izquierda de la tela. Su gesto espant¨® a un matrimonio de turistas norteamericanos. Sin embargo, forma parte del dispositivo de seguridad montado por el museo.
En efecto, para evitar la protecci¨®n excesiva de obras maestras muy visitadas, este centro ha entrenado a sus empleados para que sepan contrarrestar de forma inmediata los efectos de un ataque as¨ª.
La decisi¨®n de no proteger con un cristal el cuadro puede parecer arriesgada, pero los directores de los museos holandeses no quieren ni o¨ªr hablar de transformar sus salas en fortalezas donde admirar un cuadro suponga una aventura seguida por agentes y entorpecida por cristales.
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