Capitalismo comunista
La crisis pol¨ªtica y econ¨®mica del socialismo real (SR) era evidente desde hace mucho tiempo. Lo ¨²nico nuevo es que los dirigentes del SR se han visto obligados desde hace algunos a?os a reconocer esta crisis y a abrir las esclusas de la reforma. Esta circunstancia proporciona a los dirigentes de las democracias capitalistas de Europa occidental (DCEO) un inesperado apoyo de autojustificaci¨®n. La alegr¨ªa del mal ajeno, la complacencia de s¨ª mismo y las emociones causadas por los hermanos del otro lado corroboran la seguridad de los occidentales de estar viviendo en el mejor de los mundos posibles. La cr¨ªtica socialista a las instituciones de este mundo parece que ha quedado en rid¨ªculo de forma definitiva e irrefutable. Paro vamos por partes. Hasta ahora no hay ninguna se?al en Europa oriental de que se est¨¦ produciendo algo as¨ª como una conversi¨®n arrepentida del socialismo real al modelo de las democracias capitalistas de Europa occidental. Adem¨¢s, est¨¢n ah¨ª patentes; las debilidades y deficiencias de las DCEO, a las que la observaci¨®n de las dificultades en que se debaten las sociedades del SR no puede en absoluto pasar por alto. La b¨²squeda de las debilidades pr¨¢cticas de cada una de las dos sociedades conduce en un paralelismo de los sistemas a una serie de "rimas dobles con met¨¢tesis". As¨ª suenan algunas de ellas:En las DCEO se une la mieropianificaci¨®n. t¨¦cnica con la macroanarqu¨ªa econ¨®mico-pol¨ªtica, mientras que la macroplanificaci¨®n realsocialista es incapaz de controlar la microanarqu¨ªa t¨¦cnica. Las consecuencias son: aqu¨ª, problemas sociales de gobierno pendientes de soluci¨®n; all¨ª, retrasos de producci¨®n con onerosas cargas.
En las DCEO se puede decir lo que se quiere, pero nadie escucha con atenci¨®n. En el SR no se puede decir lo que se quiere, pero esta circunstancia ha agudizado particularmente el o¨ªdo de la gente (?y no s¨®lo de la gente del Stasi!, la polic¨ªa pol¨ªtica). Quiz¨¢ se deba a esto que desde hace tiempo una buena parte de la literatura y del teatro germano occidental hunda sus ra¨ªces en el terreno social y cultural de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana.
En las DCEO se forman las colas ante las oficinas de trabajo; en el SR, ante las carnicer¨ªas. Aqu¨ª hay un ej¨¦rcito-reserva de obreros que esperan trabajo (as¨ª como un ej¨¦rcito-reserva de art¨ªculos que esperan compradores); all¨ª los gerentes esperan a los empleados, y ¨¦stos, a las mercanc¨ªas.
El resultado de esta formaci¨®n de colas de espera en ambos sistemas es que los pocos pa¨ªses que no conocen la pobreza como fen¨®meno de masas son en su totalidad pa¨ªses capitalistas, y al mismo tiempo, que el capitalismo es incapaz de acercarse econ¨®mica y pol¨ªticamente, pese a su gran desarrollo tecnol¨®gico, a una posible superaci¨®n de la pobreza a escala mundial.
El principio de organizaci¨®n del capitalismo se basa en que los hechos econ¨®micos son independientes de las necesidades y de la aprobaci¨®n p¨²blica de los ciudadanos; sin embargo, esta aprobaci¨®n es muy frecuente. Por el contrario, las sociedades del SR, si quieren funcionar medianamente, han de estar en dependencia del hombre socialista, que trabaja consciente y activamente por el provecho com¨²n. Precisamente a este hombre y a su participaci¨®n activa en el proceso social de producci¨®n las sociedades del SR no s¨®lo no lo han desarrollado, sino que lo han abatido.
En las sociedades de las DCEO no hay un fin social, pero existe un cambio din¨¢mico; en las sociedades del SR existe el fin oficial de desarrollo del comunismo, pero en realidad lo que hay es estancamiento; en todo caso, no hay ning¨²n movimiento en direcci¨®n a ese fin. El SR, podr¨ªa afirmarse hoy, como opini¨®n general sobre el sistema, no es un medio apropiado de transporte para acercarse a los fines comunistas. Sencillamente, la idea de querer realizar con los medios institucionales del SR los fines emancipatorios del comunismo no es (ya) de ning¨²n modo una idea prometedora.
Este descubrimiento no dice nada contra los fines comunistas en s¨ª mismos, ni tampoco contra la conveniencia y posibilidad de caminos no realsocialistas hacia ese fin. ?A qui¨¦n no le gustar¨ªa vivir en una sociedad comunista? Dando por supuesto que bajo esos t¨¦rminos se entiende una sociedad en la que el "sometimiento esclavizador de los individuos bajo la divisi¨®n del trabajo" est¨¢ superado, que Ia historia est¨¢ totalmente transformada en historia universal", que el poder del Estado est¨¢ devuelto a la sociedad y, por consiguiente, extinguido, que se trata de una sociedad en la que no s¨®lo unos pocos tienen acceso a un reino de libertad m¨¢s all¨¢ del trabajo adquisitivo y en la que est¨¢ superado aquello que Marx expresa as¨ª: el "establecimiento de la actividad social, la consolidaci¨®n de nuestro propio producto en un poder real sobre nosotros que se emancipa de nuestro control".
Estas definiciones cl¨¢sicas marxianas del comunismo son, como se ve, casi literalmente id¨¦nticas a lo que se le ocurrir¨ªa (y de hecho se le ocurre) hoy a cualquiera que intentara trazar fines y dar sentido al ciego acontecer evolutivo de las sociedades del SR. Cuanto m¨¢s triste y desoladora aparece la imagen del socialismo real, tanto m¨¢s nos volve mos todos comunistas, no permitiendo que nos arrebaten totalmente la preocupaci¨®n por los asuntos p¨²blicos y el horror ante posibles fallos catastr¨®ficos en el desarrollo de la sociedad global. Toda transformaci¨®n cual¨ªtativa y contenci¨®n cuantitativa del trabajo adquisitivo que persigue convertir de hecho el trabajo en la "primera necesidad de vida"; todo programa de humanizaci¨®n y toda huelga en favor de la semana de 35 horas; toda reivindicaci¨®n sociopol¨ªtica de seguridad e ingresos b¨¢sicos; todo movimiento ciudadano que paraliza y deja sin vida partes del despotismo estatal..., todo esto lleva consigo en germen m¨¢s impulsos comunistas que el pensamiento y af¨¢n de todos los partidos comunistas del comit¨¦ central. M¨¢s a¨²n: las perspectivas de imponer y a?adir al respectivo sistema real elementos del comunismo, que implican oposici¨®n, resistencia y verdadera incompatibilidad, son m¨¢s prometedoras hoy en las sociedades de las DCEO que en la mayor¨ªa de las sociedades del SR. El hecho de que el resultado no puede ser ni en el mejor de los casos un sistema social nuevo, regionalmente articulado, y hecho "de una pieza", sino una simple ensambladura de permanentes tensiones y conflictos no resta a dichas perspectivas nada de su atractivo.
Los protagonistas pol¨ªticos de las sociedades de las DCEO sentir¨¢n adem¨¢s la ausencia del rival desaparecido, contra el que tan f¨¢cil era mostrarse superior. Estas sociedades tienen que dar prueba ahora de que son sociedades buenas, no simplemente mejores. La agon¨ªa del SR s¨®lo puede conducir a que la actual competencia de los sistemas sea sustituida por una competencia dentro de cada una de las sociedades de las DCEO, una lucha por encontrar halag¨¹e?os caminos capitalistas hacia una meta m¨¢s comunista.
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