El sabor de la derrota
Alejandro G¨¢ndara publica su tercera novela, 'La sombra del arquero'
Alejandro G¨¢ndara guarda una gran semejanza f¨ªsica con Faulkner, coincidencia que le produce, me parece, una satisfacci¨®n no confesada. Por lo dem¨¢s, aparenta mayor edad de los 33 a?os que tiene, y posee ese aspecto denso, algo esquinado y enigm¨¢tico, de los que conviven con un viejo dolor o arrastran un terrible secreto. Por decirlo brevemente, en cuanto se le ve se advierte que es un hombre provisto de pasado. Es como el callado e inquietante forastero que acaba de llegar a un pueblo fronterizo del turbulento Oeste; y ¨¦ste es un s¨ªmil, por cierto, muy apropiado, porque G¨¢ndara adora los westerns y se sabe parlamentos enteros de algunas pel¨ªculas.
Y es que, adem¨¢s de acarrear con su pasado, Alejandro G¨¢ndara tambi¨¦n lleva consigo el ni?o que un d¨ªa fue. De modo que tiene algo de ni?o perpetuo. Y casi de ni?o prodigio. Cuando su primera novela, La media distancia, apareci¨®, hace seis o siete anos, la cr¨ªtica exquisita le puso por las nubes, admirada de la madurez y el vigor de una obra tan joven. Inmediatamente despu¨¦s se public¨® Punto de fuga, y ahora, tras tres a?os de sequ¨ªa narrativa y uno de trabajo furioso, acaba de salir en Debate La sombra del arquero. "El t¨ªtulo se refiere a la sombra de la amenaza", explica G¨¢ndara. "Es la presencia constante de una amenaza no definida que siempre est¨¢ ah¨ª, acech¨¢ndote, de modo que tienes que vivir con ella. Y es la sombra lo que hace da?o. La sombra, la amenaza, es m¨¢s dura que la propia flecha".La sombra del arquero sucede toda en un pantano. Es un pantano de ir¨¢s y no volver¨¢s, un rinc¨®n ¨²ltimo en el que los que lo han perdido casi todo pueden enterrar sus ¨²ltimos alientos. Son El Rubio, El Mercenario, El Vaquero, La Sopa... Han llegado hasta aqu¨ª contratados como obreros. Y ah¨ª, en esa realidad extrema, se escapan los demonios exteriores y estallan los conflictos. "Conozco el medio: estuve seis meses trabajando en un empleo semejante, aislado en un pantano. Fue una de esas situaciones de las que uno sale, pero de la que podr¨ªa no haber salido. Lo que he hecho con La sombra del arquero ha sido desarrollar la historia que podr¨ªa haber sucedido si no hubiera sido capaz de salir. O, para ser m¨¢s exactos, si no me hubieran sacado de all¨ª. ?Que qui¨¦n me sac¨®? Bueno... A m¨ª siempre me han salvado las mujeres".
Por entonces -era 1976- G¨¢ndara ten¨ªa 20 a?os. Su pantano, el real, se extiende entre Bilbao y Santander, y el trabajo para el que fue contratado consist¨ªa en meter el cable coaxial de la Telef¨®nica que une ambas ciudades. "Viv¨ªamos en un territorio que se hund¨ªa constantemente y que ocasion¨® algunas v¨ªctimas. Yo, con 20 a?os, no me enteraba mucho, pero viv¨ª algunas experiencias terribles. Por ejemplo, hubo un hombre que me persigui¨® con un hierro para matarme y consegu¨ª escapar s¨®lo porque corr¨ªa m¨¢s que ¨¦l...". Y corr¨ªa m¨¢s porque, antes de llegar al pantano, G¨¢ndara fue fondista, un atleta que gan¨® carreras y campeonatos nacionales. Un mundo, el de las competiciones, que reflej¨® en La media distancia.
"?Que por qu¨¦ fui al pantano? Pues porque quer¨ªa dejar la universidad. Todav¨ªa no pensaba en escribir y me parec¨ªa que yo ten¨ªa que vivir aventuras".
G¨¢ndara piensa ahora que, en realidad, fue al pantano "escapando del mundo, del esfuerzo, de la dificultad, del miedo a perder". Dicho de otro modo, en el pantano no pod¨ªa fracasar y en la universidad s¨ª: "S¨ª, la sombra del arquero, esa amenaza constante, es la sombra del fracaso. Y el temor a rebelarse".
La novela de G¨¢ndara es, en su apariencia, un trepidante y turbio relato de aventuras. Pero en el fondo se enrosca una representaci¨®n global del mundo y la tr¨¢gica lucha del ser humano para escapar de la derrota. "?Y en qu¨¦ consiste el fracaso? Pues consiste en no desearte a ti mismo, y por tanto pensar que los otros no te van a desear. En creer que no tienes nada que ofrecer, en tener la sensaci¨®n de que nadie te va a abrazar". G¨¢ndara, que volvi¨® a la universidad e incluso fue profesor durante cinco a?os en la Complutense; que est¨¢ casado y tiene cuatro hijos; que ha llevado el suplemento de Libros de EL PA?S y ahora acaba de dejar el peri¨®dico para dedicarse a dirigir -de nuevo la docencia- la Escuela de Letras, parece haber atesorado varios triunfos en su vida. Pero, como todo aquel que no es un imb¨¦cil, conoce el sabor de la derrota, "porque te han dejado mucho; porque te quisieron mal; porque no te quisieron cuando y como t¨² quer¨ªas que te quisieran. Porque en el fondo estamos solos, en el sentido de que no nos entendemos. Y porque cuando el mundo se derrumba nunca hay brazos".
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