Civilizaci¨®n y cultura
Billy, un macaco comedor de cangrejos, fue muerto el pasado 14 de enero en un laboratorio de Silver Spring (Maryland), tras cuatro horas de experimentos neurol¨®gicos. El animal serv¨ªa a la ciencia desde hac¨ªa alg¨²n tiempo, cuando le amputaron las dos extremidades anteriores. Activistas por los derechos animales, indignados por tan inhumanas pr¨¢cticas, hab¨ªan obtenido del juez del distrito una orden que "aplazaba" la ejecuci¨®n. Era el d¨ªa 12 de enero. Pero en la ma?ana del domingo oficiales del NIH (National Institutes of Health) argumentaron que la orden no ten¨ªa. sentido porque Billy estaba a punto de morir de todos modos: "sus m¨²ltiples deformidades y heridas le hab¨ªan hecho perder definitivamente el apetito" (sic, Nature, 25 de enero de 1990). Existen evidencias de que ciertas zonas del cerebro, que han quedado sin funci¨®n por alg¨²n traumatismo con alg¨²n punto del cuerpo, se adaptan para el cumplimiento de otras funciones. Billy hab¨ªa sido elegido para aportar nuevos, datos sobre tal reorganizaci¨®n cerebral con la esperanza de que seres humanos con lesiones similares pudieran llegar a tener algo que agradecerle. Para muchos investigadores, sin embargo, la experiencia ha sido una crueldad absurda e innecesaria, pobremente planteada y con nulo valor cient¨ªfico. La pol¨¦mica est¨¢ servida.Uno de los pilares fundamentales de' m¨¦todo cient¨ªfico es el principio dial¨¦ctico entre teor¨ªa (una representaci¨®n del mundo o de parte del mundo) y experiencia (perturbar e. mundo y tomar buena nota de las consecuencias). La teor¨ªa pertenece al universo de las ideas, es un ejercicio mental. La experiericia no puede obviar el universo de los objetos, es una actividad material. Otro de los pilares del m¨¦todo cient¨ªfico sigue siendo el principlo de objetivizaci¨®n. Debe proocurarse al m¨¢ximo que el mero hecho de observar no altere lo que se pretende observar. La mente se enriquece en su interacci¨®n con la materia, pero desmarc¨¢ndose de ella. S¨®lo hay un problema. La mente tiene a su. vez (por lo menos en este mundo) un soperte hecho de materia. Pero no de cualquier materia: es materia viva. Y no de cualquier materia viva: es materia viva inteligente. Las fronteras que separan lo vivo de lo no vivo o lo inteligente de lo no inteligente son difusas e indefinibles, pero el caso de macaco m¨¢rtir nos conmueve epistemol¨®gicamente porque el macaco est¨¢ hecho, y de ah¨ª su desgracia, de una materia muy pr¨®xima a la que sirve de soporte a las rnentes que lo estudian. Una bacteria es un ancestro biol¨®gico muy cercano. Billy es un pariente biol¨®gico bastante m¨¢s cercano. La mente cient¨ªfica se siente pr¨®xima a, la divinidad en ese preciso instante en el que cree comprender algo del mundo. Pero sabe, por la misma ciencia, que su propia materia (la que le presta existencia en este mundo) procede de otras formas anteriores. (La vieja cuesti¨®n de ?qu¨¦ fue antes, el huevo o la gallina? hace tiempo que tiene respuesta cient¨ªfica. Fue el huevo. Aunque no era de gallina, claro.) ?D¨®nde est¨¢ el problema? Los dos principios del m¨¦todo cient¨ªfico mencionados sirven para garantizar algo muy especial: la universalidad. Ni al conocimiento art¨ªstico ni al conocimiento revelado se le exige tal cosa (en estos casos incluso puede perseguirse lo contrario). La ciencia quiere ser universal, es decir, quiere ser independiente del espacio y del tiempo, de las mentes que la han creado y de las mentes que la aplican y de sus costumbres y de sus tradiciones y de sus creencias. La ciencia desea ser un concepto muy amplio de cultura, tan amplio que incluso cambia de nombre y se llama civilizaci¨®n. Y la verdad es que lo consigue, los resultados de la ciencia son razonablemente universales. Pero en absoluto lo son las emociones y conmociones que aqu¨¦llos generan. Este es el problema. La ciencia ser¨¢ civilizaci¨®n, pero la ¨¦tica es cultura, tradici¨®n y creencia. La separaci¨®n entre mente y materia debe forzars e hasta el l¨ªmite para exprimir, unas gotas de ciencia. Cuanto m¨¢s se parezca la materia que soporta la mente a la materia de la que ¨¦sta intenta separarse, m¨¢s fuerza hay que hacer. Se trata, en cierto modo, de un resorte. La energ¨ªa acumulada para dar paso al m¨¦todo cient¨ªfico se libera luego en forma de particulares cuestiones ¨¦ticas. Los cient¨ªficos trabajan siempre para una misma civilizaci¨®n, pero no siempre pertenecen a una misma cultura.
Por una complicada mezcla de creencias y tradiciones los liaponeses creer que el fin de la vida se indica m¨¢s aceptablemente por el fin de la actividad cardiaca que por el fin de la actividad cerebral. Consecuencia: en Jap¨®n no se hacen trasplantes de coraz¨®n. En este a?o 1990 quiza, cambien las cosas. Aqu¨ª la civilizaci¨®n tira de la cultura. (El aborto en cambio no plantea especial debate moral en el pa¨ªs.) Un poco m¨¢s sobre materia viva: en pa¨ªses como Francia, EE UU y el Reino Unido se ejerce desde hace a?os una fuerte presi¨®n a favor de los derechos de los animales (laboratorios cient¨ªficos han sido incluso asaltados para liberar o para filmar la situaci¨®n de los animales cautIvos); sin embargo, a¨²n no ha progresado del todo una ley o un acuerdo que proteja a la materia viva avanzada de los horrores gratuitos. Pero la presi¨®n contin¨²a ahora con la colaboraci¨®n de buena parte de la comunidad cient¨ªfica. En este caso la cultura tira de la civilizaci¨®n. ?M¨¢s a¨²n sobre materia viva? Pues nada menos que la inquietante posibilidad de inventarla. Se trata de un sue?o lleno de esperanza para muchas cosas, pero tambi¨¦n de una pesadi lla para tantas otras: la ingenier¨ªa gen¨¦tica. Sus universales riesgos y beneficios viven hoy un nervioso tira y afloja en ¨ªbros de distinta cultura.
Cambiar de opini¨®n es tanto m¨¢s f¨¢cil cuanto menos ideolog¨ªa contenga dicha opini¨®n. No hay deshonor en el cambio de la opini¨®n cient¨ªfica.Al contrario. La historia de la ciencia es la historia de los cambiosde opini¨®n cient¨ªfica. El propio m¨¦todo cient¨ªfico alienta el cambio de opini¨®n cient¨ªfica. Cambiar de opini¨®n moral es otra cosa. Cambiar de opini¨®n moral es, en s¨ª mismo, un problema de opini¨®n moral. La sombra del deshonor y de la traici¨®n a nuestros mayores planea sobre todo cambio moral. No hay moral que estimule su prop¨ªa evoluci¨®n. La civilizaci¨®n va aprisa. La cultura va despacio. La civilizaci¨®n tiende a ir demasiado r¨¢pida y la cultura tiende a ir demasiado lenta. Para que la primera no se desboque y la segunda no se quede clavada, convendr¨ªa oue ambas no se perdierar mutuamente de vista. La civilizaci¨®n deber¨ªa servir para refrescar la cultura y la cultura para templar la civilizaci¨®n. La idea es que se apoyen la una en la otra. Porque, aunque de distinto pie, ambas cojean.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.