Atados y bien atados
La campa?a contra la supuesta pornograf¨ªa, que ya ha alcanzado sus metas en lo que a medios de comunicaci¨®n se refiere, se centra ahora en los museos y las galer¨ªas de arte. El modo de ejercer la censura es aqu¨ª m¨¢s sutil: se trata de retirar las subvenciones, lo que desbarata los presupuestos de las instituciones art¨ªsticas.?ste fue el caso de la Corcoran Gallery de Washington, que suspendi¨® la exposici¨®n de Mapplethorpe que ahora provoca manifestaciones en Cincinati. Claro que luego el museo tuvo que enfrentarse a la dimisi¨®n del 10% de sus miembros, a la retirada de numerosas donaciones y a la negativa de varios artistas a exponer all¨ª su obra.
En Nueva York se le retir¨® al subvenci¨®n a la galer¨ªa Artists Space por una muestra sobre el SIDA y en Chicago se acus¨® al pintor Eric Fischl de promover pr¨¢cticas sexuales con menores por presentar un cuadro en el que un ni?o vestido observa a un jugador de b¨¦isbol desnudo.
Un ide¨®logo de este movimiento conservador, el columnista Patrick Buchanan del Washington Times, escribe: "En la d¨¦cada de los ochenta se produjo una explosi¨®n del arte anticristiano y antiamericano. Los museos programan exposiciones que podr¨ªan calificarse de basura cultural. Hay que limpiar la cultura si no queremos presenciar la destrucci¨®n del alma de nuestra naci¨®n". El novelista Hunter S. Thompson, notable representante del nuevo periodismo, declar¨® en Boston: "Cuando todo el mundo va adelante, nosotros hacia atr¨¢s. Somos comparables a Sur¨¢frica".
Pedro Almod¨®var puede quejarse del efecto que la X tendr¨¢ en la difusi¨®n de su obra, y debiera hacerlo ruidosamente, pues el hecho no ha tenido mucho eco por ahora en EE. UU. El norteamericano medio es v¨ªctima de estas formas de censura, pero en los c¨ªrculos cultos una X puede crear prestigio. Al poder econ¨®mico conservador los artistas replican con la indignaci¨®n, y la mayor parte de los peri¨®dicos recogen sus protestas.
Estos episodios de censura son cada vez m¨¢s frecuente , y puede que por ello dejen de ser noticia. Los predicadores negros y sus seguidores queman los anuncios de alcohol o tabaco arguyendo que la raza dominante quiere aplacar a la dominada a trav¨¦s de estos opios del pueblo. La intolerancia se mimetiza e invade todos los sectores. No se trata de pintar un panorama demasiado siniestro, pero tampoco hay, s¨ªntomas de una reacci¨®n robusta contra atropellos hechos en nombre de la moral, jud¨ªa o protestante, evangelista o cat¨®lica. Los norteamericanos no necesitan gritar "??tame!". Est¨¢n atados y bien atados.
Babelia
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