Una amenaza de guerra
LAS AMENAZAS intercambiadas entre los Gobiernos de la India y de Pakist¨¢n no deben ser tomadas a la ligera. Puede surgir un foco de guerra muy peligroso si se sigue agravando la situaci¨®n en Cachemira. Se trata de un conflicto que divide a ambos pa¨ªses desde hace m¨¢s de 40 a?os y que se ha agudizado en los ¨²ltimos meses. En enero se produjo un levantamiento de masas de la poblaci¨®n musulmana en la parte de Cachemira incorporada a la India. La polic¨ªa caus¨® m¨¢s de 50 muertos en las calles de Srinagar en la sola jornada del 20 de enero. Desde entonces se mantiene, casi sin interrupci¨®n, el toque de queda. Por otra parte, se multiplican las acciones terroristas del Frente de Liberaci¨®n de Cachemira con tomas de rehenes y ejecuciones de personalidades indias. La violencia se ha extendido a. otras zonas, con atentados de grupos proindios contra los musulmanes. La divisi¨®n religiosa entre hind¨²es y musulmanes se mezcla -como tantas veces desde el nacimiento de los Estados de la India y Pakist¨¢n- con los conflictos de frontera.El problema de fondo es que el estatuto de Cachemira jam¨¢s ha sido fijado de manera definitiva. Est¨¢ dividido en dos partes despu¨¦s de dos guerras (en 1948 y 1965) entre la India y Pakist¨¢n, y la l¨ªnea es vigilada por observadores de las Naciones Unidas. Su poblaci¨®n es musulmana en su inmensa mayor¨ªa, lo que la acerca a Pakist¨¢n. Por otra parte, la idea de que Cachemira es parte de la India es consustancial con el sentir nacional de muchos indios. En un plano m¨¢s general, no se puede cerrar los ojos ante el papel que el fundamentalismo isl¨¢mico desempe?a como uno de los detonantes de la actual rebeld¨ªa masiva en Cachemira. Y cabe emparentar este nuevo brote de fundamentalismo con el peso que tiene en la resistencia afgana y con la agitaci¨®n en Xinjiang, zona musulmana de China cercana a Pakist¨¢n.
No obstante, el conflicto de Cachemira tiene ra¨ªces internas que requieren soluciones preparadas en el marco de las Naciones Unidas. En los momentos actuales, la relativa debilidad de los Gobiernos, tanto en Nueva Delhi como en Islamabad, constituye una dificultad a?adida. Es alarmante que la interpretaci¨®n de lo que sucede en Cachemira sea radicalmente distinta en las dos capitales. Para los indios, todo se explica por la perversa acci¨®n paquistan¨ª que crea y sostiene la agitaci¨®n. No es pura fantas¨ªa: no cabe duda de que tal es la pol¨ªtica de sectores del Ej¨¦rcito y del Estado paquistan¨ªes, en cuyo seno el fundamentalismo es fuerte. Con todo, las declaraciones apaciguadoras de Benazir Bhutto permiten albergar esperanzas en el inicio de un proceso de di¨¢logo.
Pakist¨¢n se considera la v¨ªctima en el tema de Cachemira. Su Gobierno est¨¢ convencido de que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, en un refer¨¦ndum, se pronunciar¨ªa a su favor. El nuevo Gobierno indio, que encabeza V. P. Singh con una coalici¨®n abigarrada, atraviesa un mal momento. La empresa militar en Sri Lanka ha terminado mal. Al tomar el poder, Singh se comprometi¨® a normalizar la situaci¨®n de Cachemira y el Punjab sin recurrir a la fuerza. Ha fracasado en ambos casos. Todo ello dificulta que pueda hoy, en una eventual negociaci¨®n, hacer concesiones generosas que le enfrentar¨ªan con amplios sectores del pa¨ªs.
Pero el problema urgente -incluso si hace falta posponer la b¨²squeda de una soluci¨®n estable- es crear puentes que alejen la amenaza del choque armado. En ese orden, la noticia de que se van a encontrar en Nueva York los ministros de Exteriores indio y paquistan¨ª es positiva. Convendr¨ªa asimismo que la ONU, que garantiza ya la l¨ªnea divisoria de Cachemira, tomase iniciativas para que las diferencias existentes se discutan en una mesa. Y no descarrilen, por tercera vez, hacia una guerra indo-paquistan¨ª.
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