A la contra
LA GUERRILLA antisandinista -la contra- est¨¢ creando graves dificultades en la transici¨®n pol¨ªtica pac¨ªfica en Nicaragua. Quedan pocos d¨ªas para que se produzca el traspaso de poderes de la Junta sandinista presidida por Daniel Ortega a la presidenta Violeta Chamorro, triunfadora en las elecciones, sin que haya tenido efecto la prometida desmovilizaci¨®n de los guerrilleros de la resistencia. El desarme de las facciones nicarag¨¹enses es la condici¨®n indispensable para la normalizaci¨®n de la vida en el pa¨ªs. Es dificilmente comprensible el que mientras Violeta Chamorro accede al poder para superar una situaci¨®n pr¨¢ctica de guerra civil, se disponga a controlar al Ej¨¦rcito sandinista sin que los enemigos de ¨¦ste -y aliados naturales de la nueva presidenta- hayan depuesto las armas.El pasado 23 de marzo, la contra se comprometi¨® en Toncont¨ªn (Honduras) ante los representantes de Chamorro a desmovilizarse, contando con las garant¨ªas que le prestaran los cascos azules. Menos de una semana despu¨¦s, sandinistas y delegados de la UNO (coalici¨®n partidaria que apoy¨® a la nueva presidenta) acordaron la fecha de la toma de posesi¨®n de Violeta Chamorro -25 de abril- y los t¨¦rminos de la desmovilizaci¨®n parcial de la guerrilla nicarag¨¹ense. La transici¨®n pac¨ªfica parec¨ªa asegurada.
Pronto se vio, sin embargo, que los antisandinistas se dispon¨ªan ajugar con ciertas ventajas en las previsiones de paz: cur¨¢ndose en salud subrayaron que el acuerdo de Toncont¨ªn preve¨ªa solamente el desarme de aquellos guerrilleros que se quedaran en Honduras el 20 de abril, es decir, ma?ana; los que hubieran pasado a territorio nicarag¨¹ense no permitir¨ªan ser desarmados hasta tanto no se hubieren definido los l¨ªmites geogr¨¢ficos de cinco ¨¢reas de desmovilizaci¨®n, supervisadas por las fuerzas de la ONU. Hoy, la inmensa mayor¨ªa de los contra se encuentran en Nicaragua. Armados hasta los dientes, se dedican a hostigar al Ej¨¦rcito y a mantener vivo un estado de beligerancia radicalmente in¨²til.
A principios del presente mes de abril, hubo en Montelimar (Nicaragua) una cumbre de presidentes centroamericanos; los mandatarios, previendo las dificultades que el paso de los d¨ªas han hecho flagrantes, hicieron un llamamiento a la contra para que respetara sus compromisos de Toncont¨ªn y a Washington para que prestara ayuda econ¨®mica en la desmovilizaci¨®n de los guerrilleros. En este ¨²ltimo mensaje se escond¨ªa un requerimiento al presidente de EE UU para que finalice su sost¨¦n financiero a los antisandi-nistas y acabe as¨ª con las actividades armadas de un grupo que no tiene raz¨®n de ser.
En la cumbre de Montelimar se aplaz¨® el desarme hasta el mismo d¨ªa 25 de abril, fecha de la toma de posesi¨®n de Violeta Chamorro. Considerando el poco tiempo disponible, se entend¨ªa que la supervisi¨®n internacional ser¨ªa m¨¢s simb¨®lica que real, en relaci¨®n con un desarme en el que, tambi¨¦n, predominaban m¨¢s los gestos para la galer¨ªa (como la solemne desmovilizaci¨®n anteayer en Honduras de 250 indios misquitos, apenas un 2% de los efectivos de la contra) que el rigor y la eficacia.
Todos estos acontecimientos abonan la llamada de atenci¨®n de Daniel Ortega cuando, poniendo en duda la posibilidad de traspaso pac¨ªfico de poderes el pr¨®ximo d¨ªa 25 en estas condiciones, amenaza con posponerlo. No parece el mejor camino el de sumar gestos antidemocr¨¢ticos, retrasando el traspaso de poderes ante las irregularidades de los reaccionarios. Ciertamente s¨®lo si es efectivo el alto el fuego y el consiguiente desarme, se dar¨¢ a la democracia una oportunidad de mantenerse viva tras la asunci¨®n de poderes por parte de Violeta Chamorro, pero Daniel Ortega debe ser consciente que no es propietario de una presidencia que perdi¨® en las urnas.
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