Aula taurina
Sevilla, por segunda vez en su historia, se convierte en solar de una iniciativa docente, relacionada con el mundo de los toros. La primera, harto conocida, tuvo lugar en 1830. Por voluntad de Fernando VII, a instancias del conde de la Estrella, se crea la Escuela de Tauromaquia. Los motivos reales para acordar dicha fundaci¨®n dividieron a la opini¨®n p¨²blica de la ¨¦poca. La raz¨®n m¨¢s ben¨¦vola est¨¢ relacionada con la necesidad de dotar del bagaje t¨¦cnico preciso a los lidiadores, tras la tr¨¢gica muerte de diestros tan conocidos como Pepe Illo, Jos¨¦ C¨¢ndido, Curro Guill¨¦n o Antonio Romero. La m¨¢s infame, la que relaciona la creaci¨®n de la Escuela con la supresi¨®n de las universidades, como medio de afrenta a la vida intelectual espa?ola. La Escuela de Tauromaquia apenas dur¨® cuatro a?os. S¨®lo sobrevivi¨® a Fernando VII unos seis meses. El 15 de marzo de 1834, Javier de Burgos, a la saz¨®n ministro de Hacienda, firmaba una real orden suprimiendo el Real Colegio de Tauromaquia de Sevilla, denominaci¨®n que, curiosamente, no hab¨ªa sido la de su creaci¨®n.La segunda iniciativa docente se ha vuelto a producir en Sevilla, apenas hace un a?o: la creaci¨®n del Aula Taurina. Obedece a una iniciativa pedag¨®gica de un grupo de profesores de centros p¨²blicos y privados de ense?anzas medias. Parten de la convicci¨®n de que la fiesta de los toros es parte integrante del patrimonio cultural de Espa?a, y se han impuesto, gustosos, la obligaci¨®n de mostrar a sus alumnos la pol¨ªcroma y rica sustantividad de la tauromaquia. Con el car¨¢cter de actividad extraescolar, y optativa, desempe?an su tarea estos profesores sevillanos en tres frentes: invitando a los alumnos a conocer el habitat natural del toro bravo, para lo cual visitan, acompa?ados de sus profesores, distintas ganader¨ªas de reses de lidia, en las que tan pr¨®digo es este rinc¨®n de Andaluc¨ªa la Baja. El segundo frente se orienta en la implementaci¨®n de un bagaje te¨®rico, a trav¨¦s de pel¨ªculas, conferencias o mesas redondas, con especialistas en cada uno de los aspectos culturales m¨¢s relevantes. El tercer frente se dirige a favorecer la asistencia a los ni?os y j¨®venes, a las corridas de toros a precios asequibles. Para ello cuenta con subvenci¨®n de la empresa y de la Real Maestranza.
Los profesores manifiestan actuar sin ¨¢nimo proselitista. Algunos no son, ni siquiera, aficionados. Tratan de cubrir el d¨¦ficit que denunciara Ortega y Gasset, al referirse al grado de conocimiento de las corridas de toros: "S¨ªempre sent¨ª como algo penoso e indebido que no se hubiese estudiado con el mismo rigor de an¨¢lisis que cualquier otro hecho humano ¨¦ste que es de muy sobrado calibre".
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