El farol
Hace poco m¨¢s de 100 a?os que la ciudadela construida en el siglo XVIII por el retatarabuelo del pr¨ªncipe Felipe para controlar la Barcelona rebelde fue sustituida por un parque frondoso y apacible al que luego se a?adi¨® un zool¨®gico. Pero ayer los jardines volvieron a ser ciudadela y los monos del zoo debieron sentir la perplejidad desorientada de los hu¨¦rfanos. Por el parque no pasaban ni los gatos, y los columpios no tuvieron ni?os en todo el d¨ªa. Polic¨ªas de todos los colores interrogaban a los nen¨²fares y miraban de soslayo a los omb¨²es. Llegaba el Pr¨ªncipe, y ante el temor a la fiera independentista se convirti¨® en jaula de oro lo que s¨®lo era paseo de gravilla. Un perro sin credencial de diputado husmeaba el hemiciclo. Se llamaba Yago y luc¨ªa el porte inequ¨ªvoco de quien conf¨ªa m¨¢s en el hombre que en el amo.Lleg¨® Su Alteza y pase¨® su soledad de heredero entre los canones al cielo de una compan¨ªa uniformada. Despu¨¦s dibuj¨® una sonrisa aut¨¦ntica para saludar a Pujol y entrar con ¨¦l en el Parlamento. Se escuch¨® el estrepitoso silencio del protocolo sobre el m¨¢rmol. Los diputados, con ese nerviosismo de primer d¨ªa de escuela, esperaban en sus pupitres y aplaudieron, mientras en la terraza los camareros se calzaban los guantes blancos.
Muchos guantes blancos, ayer. Incluso los diputados republicanos y los comunistas irredentos que hab¨ªan justificado el rearme del palacio se acabaron portando como rebeldes distinguidos. Definitivamente Barcelona nunca ser¨¢ Guernica. Apenas el Pr¨ªncipe abri¨® la boca, se levantaron los disidentes y se fueron con discreci¨®n. La escena parec¨ªa copiada del filme To be or no to be, de Lubitsch, donde un sorprendido pr¨ªncipe de Dinamarca ve c¨®mo un espectador se levanta con extra?as intenciones cada vez que empieza su largo mon¨®logo.
En un acto como el de ayer, de indiscutible significaci¨®n constitucional, el mutis del diputado Independentl sta Angel Colom y sus compa?eros fue una protesta de gente de orden. Colom es un maestro en el arte del farol. Consigue sus objetivos en la espera m¨¢s que en el desenlace. Los radicales catalanes son tan de guante blanco que ayer tuvieron la oportunidad esc¨¦nica de su vida y sin embargo prefirieron fomentar la sospecha del tongo. Una oportuna muestra de convivencia que un Pujol agradecido no deber¨ªa olvidar el d¨ªa que Colom le pase la factura. Si es que no se la ha pasado ya.
Y el Pr¨ªncipe, entre aplausos sinceros, regres¨® al salvavidas de papel y habl¨® de, Europa y de Catalu?a, de la vieja monarqu¨ªa y de su juventud. Este Pr¨ªncipe ha hecho de su juventud el primer signo de su madurez. No le disgusta en absoluto su trabajo y en cambio le gusta gustar, ya sea a los amigos como a los enemigos. Es una figura de ternura l¨ªrica que flota por s¨ª misma entre demasiada ¨¦tica de lo in¨²til.
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