La mujer que mejor hizo bailar a Charlot
El recuerdo, la imagen que conservamos de una actriz y con la que asociamos siempre su nombre, a menudo es absurda. A Paulette Goddard es imposible no asociarla a una voracidad primaria, desesperada pero elegante. En Tiempos modernos es tan pobre y est¨¢ tan hambrienta como el propio Charlot. Basta con ver c¨®mo muerde una manzana y se aparta, al mismo tiempo, la melena rebelde de la boca. En ese gesto tarzanesco, de alguien que no sabemos si es una bailarina perdida en la selva y que se deja llevar por sus instintos animales o m¨¢s bien una aut¨¦ntica salvaje que se mueve con elegancia felina, est¨¢ todo el atractivo, toda la fuerza de Paulette Goddard.Quiz¨¢ por eso, y en la prueba que le hicieron para descubrir si ella era, tal y como dec¨ªan muchos de sus admiradores, la aut¨¦ntica Scarlett O'Hara, repiti¨® el gesto y sus ojos brillaban en aquella ocasi¨®n de igual forma a como lo hicieron en Tiempos modernos.
En Tiempos modernos, un Charlot enamorado se calza unos patines y baila. Sue?a con otro mundo en el que ella y ¨¦l estar¨ªan solos, en el que ¨¦l ser¨ªa propietario de todo, de ese universo confortable simbolizado por los grandes almacenes de los que ¨¦l -el Charlot protagonista- es vigilante. Mientras ¨¦l hace la ronda -los dos con el est¨®mago lleno gracias al surtido de viandas encontradas en la cocina existente en el departamento de alimentaci¨®n del edificio-, ella duerme en una gran cama, con una sonrisa que la convierte en princesa que no ha tenido tiempo a¨²n de trocar en sedas los harapos que lleva. El fin de la maldici¨®n est¨¢ cercano.
La varita m¨¢gica les ha tocado y viven en pleno encantamiento, aunque sea durmiendo. Y Charlot est¨¢ contento de vigilar su sue?o, de ser un espejismo de riqueza y felicidad. Sus piruetas sobre patines son el mejor elogio de la chica, la manifestaci¨®n de su deseo, que le lleva a vivir con los ojos cerrados, a idealizar cuanto le rodea y a no descubrir que las ruedecitas sobre las que se desplazan se acercan m¨¢s y m¨¢s al abismo de un sexto piso sin barandilla protectora.
Contra el mundo
Luego, cuatro a?os m¨¢s tarde, Paulette Goddard y Charlot volver¨¢n a enamorarse para nosotros en El gran dictador. Ahora ya no les basta con ser dos infelices: ella cuidando de su anciana familia, ¨¦l como barbero amn¨¦sico. Ya no van a estar solos contra el mundo sino que adem¨¢s el mundo, en forma de guardias de asalto, va a estar directamente contra ellos.
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