Proyecto y pacto
Tras todo lo dicho, ser¨ªa de inter¨¦s poner en pr¨¢ctica un sencillo experimento: preguntar a los madrile?os si se les alcanza que Madrid cuente con alg¨²n tipo de proyecto de futuro, una estrategia coherente con la que pertrecharse para afrontar los retos de esta d¨¦cada pre?ada de cambios. Sin ning¨²n riesgo de error puede avanzarse el desconcierto del p¨²blico. Como mucho, alguien bien informado recordar¨ªa este proyecto puntual o aquella realizaci¨®n lustrosa debidamente publicitada. Poco m¨¢s.Existen, claro, elementos aislados de estrategia. Apuntes parciales de inter¨¦s o valiosos empe?os como el de Promadrid, r¨¢pidamente aparcado en v¨ªa muerta una vez que los primeros resultados de diagn¨®stico arrojaron un cuadro de problemas poco o nada vistoso para la autoridad competente. Pero el caso es que ni la Administraci¨®n en sus distintos escalones, ni las instituciones p¨²blico-privadas (confederaciones empresariales, c¨¢maras, sindicatos, partidos, etc¨¦tera) parecen sentir la urgencia de abrir un proceso de reflexi¨®n y debate que desemboque en la articulaci¨®n de un proyecto para Madrid colectivamente asumido.
De todo lo dicho se desprende que Madrid necesita ya un proyecto estrat¨¦gico ambicioso y, que cumpla como m¨ªnimo dos objetivos b¨¢sicos: orientar y articular aquellas acciones sectoriales que deban emprenderse desde un programa global, y est¨ªmular al conjunto de la sociedad madrile?a con un horizonte definido. Un proyecto capaz de resolver los problemas estructurales de fondo que aquejan a la sociedad madrile?a mejorando sus posibilidades de inserci¨®n en Europa y pensando en funci¨®n de las carencias y de las necesidades de la sociedad madrile?a. Conceptos como competitividad ning¨²n sentido tienen si no se formulan en funci¨®n de las necesidades de la poblaci¨®n. El proyecto estrat¨¦gico de Madrid deber¨ªa ser por tanto el de los madrile?os.
En ning¨²n caso puede abordarse como un ejercicio de gabinete por brillante que resulte (o como patrimonio de una u otra fuerza pol¨ªtica), sino como el fruto de un proceso a lo largo del cual la b¨²squeda del consenso, el pacto, debe ser un factor integrador en un doble sentido: territorial (capital, regi¨®n y entorno) y social (grupos de intereses, sectores, instituciones, grupos, organizaciones, etc¨¦tera).
El argumento de las competencias se exhibe a menudo por todo tipo de responsables para pasarse la pelota. Lo hacen entre s¨ª las distintas administraciones mientras que la sociedad suele reprochar al Estado su aletargamiento sin reparar en el suyo propio. Pero es el caso que no es preciso ser competente administrativamente, o esperar que otro lo sea por uno, para hacer frente a determinados retos. Basta con demostrar competencia en cuanto a asumir responsabilidades, mostrar la voluntad que sea necesaria y poner en juego capacidad de integraci¨®n y articulaci¨®n.
Algunos mimbres
De las carencias, de los problemas estructurales de fondo, de las insuficiencias y desajustes surgen algunas evidencias con vistas al futuro.
Es el caso, por ejemplo, de la necesidad imperiosa de hacer un esfuerzo serio de capacitaci¨®n tecnol¨®gica, de inversi¨®n en sectores punta, de integraci¨®n en la red de informaci¨®n e innovaci¨®n, por bimillonarias que puedan sonar las inversiones necesarias. Sin personal debidamente formado, centros de investigaci¨®n adecuados y un tejido empresarial capaz de integrarse en este entramado cient¨ªfico-t¨¦cnico, dificilmente Madrid podr¨¢ aspirar a nada.
Otro tanto ocurre con el sistema de comunicaciones en cualquiera de sus vertientes. Enlazar con Europa acortando las distancias f¨ªsicas que nos separan con ese eje vital que se desplaza hacia el Este, y utilizando las rentas de situaci¨®n que pueden situar a Madrid como la capital del extremo suroccidental de Europa enlazando Lisboa, Latinoam¨¦rica y ?frica del Norte v¨ªa Andaluc¨ªa.
La plasmaci¨®n de un modelo territorial equilibrado es otra exigencia capaz de mejorar la calidad de vida de los madrile?os a la vez que constituye un incentivo para la localizaci¨®n de actividades estrat¨¦gicas. Descongestionar el centro, recuper¨¢ndolo, y recualificar la periferia dot¨¢ndola de centrafidad y conectividad es una salida realista y posible.
Resolver problemas estructurales de fondo. Es el caso de la vivienda. Hace falta poner en marcha un potente programa de suelo y vivienda a precio tasado capaz de soportar en los pr¨®ximos a?os una demanda potencial de hasta 200.000 viviendas protegibles que tambi¨¦n oferte alquileres concertados con la iniciativa privada a precios asequibles (que no superen las 50.000 pesetas). Agotadas las ¨¢reas centrales, procurar que estos nuevos desarrollos urbanos resulten atractivos para sus futuros moradores, concentrando y cualificando las actuaciones inmobiliarias de forma que ofrezcan un rico tejido residencial de servicios y ocio. Todo ello enlazado por un eficaz sistema de transporte p¨²blico de alta capacidad y eficacia.
Sin duda, la mejor pol¨ªtica social es aquella capaz de procurar un desarrollo sostenido, equilibrado y arm¨®nico, capaz de propiciar el m¨¢ximo y mejor empleo posible. Una adecuada calificaci¨®n de la mano de obra a todos sus niveles es asimismo un factor determinante. Pero, en cualquier caso, la necesidad de pol¨ªticas espec¨ªficas de integraci¨®n en una sociedad compleja generadora de desigualdad y marginaci¨®n social es manifiesta.
Una reflexi¨®n final. La ausencia de una estrategia colectiva asentada sobre un razonable consenso social propicia los comportamientos individuales, alienta los comportamientos de grupo o capilla y redunda, finalmente, en una mayor agudizaci¨®n de las desigualdades. El desarrollo, si no se integra en una estrategia m¨¢s amplia, genera desequilibrios que pueden hacerlo ineficaz incluso en t¨¦rminos estrictamente econ¨®micos. Y para poder abordar planteamientos estrat¨¦gicos es necesario profundizar en la dimensi¨®n regional de la pol¨ªtica, liberar las energ¨ªas que la planta auton¨®mica del Estado puede dar de s¨ª en el nuevo contexto regional europeo.
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